La idea de que Jesús podría haber sido un yogui se basa en las similitudes entre prácticas espirituales cristianas y el yoga. Pablo d’Ors, sacerdote y meditador español, sugiere que tanto el cristianismo contemplativo como el yoga tienen el mismo objetivo: la unión con lo divino. En ambas tradiciones, existen prácticas como el control de la respiración y la repetición de nombres sagrados que ayudan a la mente a entrar en un estado de paz y conexión espiritual.
En el yoga, técnicas de respiración como el pranayama son fundamentales para calmar la mente y el cuerpo, permitiendo una mayor conexión con el “yo” interior y lo divino. De manera similar, la tradición cristiana contempla ejercicios de respiración que ayudan a preparar el espíritu para la oración y la meditación. El hesicasmo, por ejemplo, es una tradición monástica en la que se busca la paz interior mediante el silencio y el control de la respiración, alcanzando un estado de calma que permite a los fieles conectarse con Dios.
Tanto en el yoga como en el cristianismo, la repetición de nombres o frases sagradas juega un papel importante. En el hinduismo y el yoga, los mantras —como el repetido “Om” o nombres de divinidades— ayudan a centrar la mente y a elevar la conciencia. En el cristianismo, una práctica similar es la “oración del corazón” o oración de Jesús, donde se repite el nombre de Jesús o frases como “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí”. Esta repetición sirve para aquietar la mente, centrándose en el amor y la presencia de Dios, similar al propósito de los mantras en el yoga.
Según d’Ors, estas prácticas muestran que el cristianismo y el yoga comparten una esencia similar: el anhelo de unión con lo divino. Mientras que el yoga persigue esta unión a través de posturas, control de la respiración y mantras, el cristianismo contempla la oración, la repetición de nombres sagrados y la meditación en silencio. Ambas vías, aunque de orígenes distintos, buscan un mismo objetivo y reflejan una espiritualidad universal que va más allá de las diferencias culturales.
La propuesta de d’Ors resuena con la idea de que Jesús, al igual que un yogui, cultivaba prácticas que armonizan el cuerpo, la mente y el espíritu en su búsqueda de Dios. Esta conexión sugiere que el verdadero sentido del yoga, como entrenamiento espiritual para la unión divina, está presente en diversas tradiciones y es un camino abierto para todo aquel que desee alcanzar una relación profunda con lo trascendental.