El filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han, conocido por su crítica aguda al neoliberalismo y sus efectos en la sociedad contemporánea, sorprende con un giro inesperado en su último libro El espíritu de la esperanza. Han, autor de obras como La sociedad del cansancio, donde retrata al individuo autoexplotado y erosionado por la compulsión hacia el rendimiento, ahora presenta una visión más optimista. Este nuevo enfoque se anuncia desde el subtítulo: “Contra la sociedad del miedo”, y propone una reflexión profunda sobre la esperanza como antídoto a la crisis de nuestra era.
En sus anteriores trabajos, Han tocaba temas como el miedo, la autoexplotación, la soledad o la pérdida del juego y el ritual, denunciando cómo el neoliberalismo ha sumido a la humanidad en un estado de supervivencia si ocio y creatividad. Sin embargo, en El espíritu de la esperanza, el autor defiende que la esperanza es la única fuerza capaz de transformar este escenario. “El miedo crea un ambiente depresivo... empuja a la gente a adherirse a los populismos de derechas... acarrea pérdida de solidaridad, cordialidad y empatía,” escribe Han, subrayando cómo la esperanza es el único fermento capaz de generar una revolución verdadera.
Han sostiene que la esperanza no es un mero deseo o un optimismo ingenuo; se trata de una actitud espiritual que abre posibilidades narrativas y ofrece sentido a la vida. Es una fuerza colectiva que abarca un "nosotros", según Han, y es la única capaz de vencer el régimen del miedo. “A base de miedo no se crea ninguna comunidad, ningún nosotros. La esperanza, en cambio, conlleva la dimensión del nosotros... Es el fermento de la revolución, el catalizador de lo nuevo."
El libro, aunque breve, introduce un cambio profundo en el pensamiento del filósofo. Han discute con autores como Camus, Spinoza, Fromm y Nietzsche, buscando dar un nuevo significado a la esperanza. En su diálogo con estos pensadores, emerge la convicción de que solo desde la esperanza se puede construir un futuro que sea más que mera supervivencia. Así, Han plantea una “política de la esperanza” que desafía la apatía y el miedo estructural que dominan el presente.
Con este cambio de tono, Han ofrece una visión renovadora que, aunque más luminosa, mantiene la crítica inherente a su obra anterior. El espíritu de la esperanza, lejos de ser un optimismo vacío, se convierte en una herramienta de transformación.