Tormenta solar forma maravilloso camino de auroras entre el Sol y la Tierra
Ciencia
Por: Agatha Capote - 08/16/2024
Por: Agatha Capote - 08/16/2024
En abril del año pasado, nuestro planeta vivió un evento cósmico extraordinario: una tormenta solar colosal que no solo impactó la Tierra, sino que literalmente borró una parte de su campo magnético. Este suceso tan inusual transformó la magnetosfera terrestre, haciendo que adquiriera una forma inesperada que los científicos han descrito como “alas”.
Este fenómeno raro, que duró solo unas horas, abrió un camino bidireccional entre el Sol y la Tierra, permitiendo el flujo de partículas cargadas en ambas direcciones y generando espectaculares auroras en ambos polos del planeta. Los investigadores, en un reciente estudio, han detallado cómo la Tierra suele moverse a través del viento solar magnetizado a una velocidad que supera la velocidad de Alfvén, un concepto que se refiere a la rapidez con la que las ondas magnéticas se propagan a través de un plasma.
Este movimiento super-Alfvénico de la Tierra genera lo que se conoce como un "choque de proa", similar a las ondas de choque que crean los aviones supersónicos al romper la barrera del sonido. La NASA lo describe de manera muy gráfica: "como las olas espumosas en la proa de un barco al cortar el agua". Este choque de proa es una característica normal cuando la Tierra interactúa con el viento solar, pero lo que ocurrió en abril de 2023 fue cualquier cosa menos normal.
De vez en cuando, el Sol expulsa plasma de baja densidad en un tipo de erupción conocida como eyección de masa coronal (CME). Cuando esto sucede, la velocidad de Alfvén puede superar la del viento solar, lo que provoca que el choque de proa desaparezca y que la magnetosfera de la Tierra pierda su típica forma de "veleta". En lugar de ello, la Tierra desarrolla lo que los científicos llaman "alas de Alfvén".
Estas alas actúan como puentes magnéticos que conectan nuestro planeta con la región del Sol desde la que se originó la CME, creando carreteras por las cuales el plasma terrestre puede escapar hacia el Sol. Y eso fue exactamente lo que sucedió el 24 de abril de 2023, cuando una enorme CME hizo que las auroras fueran visibles hasta en el sur de los Estados Unidos. Según explica la NASA, en medio de esta tormenta, parte del “escudo” magnético de la Tierra se disipó brevemente.
“Con el choque de proa momentáneamente ausente, el campo magnético dentro de la erupción solar, aún conectado al Sol, se fusionó con el campo magnético de la Tierra”, continuó la agencia. Esto permitió que las partículas atrapadas por el magnetismo terrestre encontraran una ruta de escape directa hacia el Sol.
Lo que normalmente es un flujo unidireccional de partículas cargadas desde el Sol hacia la Tierra, se convirtió en un intercambio bidireccional. Durante aproximadamente dos horas, nuestro planeta también estuvo enviando partículas de vuelta al Sol. Si tuviéramos una visión súper poderosa, podríamos haber visto incluso una aurora en el Sol, ya que las partículas terrestres colisionaron con la atmósfera solar.
Aunque en realidad esta aurora solar habría sido demasiado tenue para distinguirla a simple vista, el fenómeno fue detectado por la nave espacial Magnetospheric Multiscale (MMS) de la NASA, que atravesó las alas de Alfvén de la Tierra.
Aunque las alas de Alfvén son raras en nuestro sistema solar, son comunes en otras partes del universo. En los gigantes gaseosos como Júpiter, estas alas magnéticas permiten que las partículas cargadas viajen desde sus lunas, Io y Ganimedes, hasta el planeta, produciendo sus magníficas auroras ultravioletas.
El estudio que documenta este fascinante fenómeno ha sido publicado en la revista Geophysical Research Letters, proporcionando una nueva ventana a los misterios de nuestra interacción cósmica con el Sol y revelando cómo, en ocasiones, el equilibrio magnético entre la Tierra y el Sol puede ser alterado de formas sorprendentes.
Este evento nos recuerda la poderosa influencia del Sol sobre nuestro planeta y la complejidad de los procesos que gobiernan nuestra magnetosfera, un escudo protector que, aunque invisible, juega un papel crucial en la vida tal como la conocemos en la Tierra.