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Los trabajos que se salvarán no serán los más innovadores, sino los más antiguos y humanos

La inteligencia artificial se ha convertido en el actor principal del mundo de cara hacia el futuro. Las apuestas de los economistas, tecnólogos y políticos están en una inteligencia artificial que pueda controlar el caos y crear prosperidad –o, al menos aumentar las ganancias y exponenciar la riqueza de los que la controlan. 

Aunque no hay duda  de que la inteligencia artificial perturbará el mercado, las relaciones humanas e incluso las aptitudes y capacidades que tiene el propio ser humano, queda por verse si los sueños y el hype de Silicon Valley llegan a la altura de lo que proyectan. Suelen ser decepcionantes, como ocurrió on las tecnoutopías del internet en los 90 y de la realidad virtual. 

Ahora bien es indudable que algunos trabajos sí serán puestos en entredicho -y algunos ya lo está siendo- simplemente porque la inteligencia artificial ofrece modos más eficaces y económicos para realizar ciertas tareas. (Otra cosa es decidir si esto es suficiente para abrazar estos cambios, cuando pueden afectar la vida de millones de personas, pero parece que es demasiado tarde para consideraciones humanas).

Hace unos días Bill Gates tomó la palestra y dijo que  habrían solo tres tipos de trabajos libres de ser reemplazados por la IA: trabajos relacionados a la energía, a la biología y las mismas profesiones que se dediquen al desarrollo y operación de la IA. No queda muy claro porque estos trabajos de biología y energía están inmunes, pero bueno eso es lo que dice Gates. 

En estos casos quizá es menos útil escuchar a geeks que se sienten profetas, que quizá algo entiendan del mercado y la innovación, pero poco del mundo y los eternos temas. Ante esto un usuario de Facebook comentó notablemente que los tres trabajos que están seguros son "los sacerdotes, las prostitutas y los filósofos" (en inglés, abreviados como PPP).

Y esto suena más razonable, pues aunque las personas busquen una forma de relaciones sexuales digitales con algún tipo de neuroestimulación y realidad virtual, adictas a sus propias imágenes, no dejará de haber la necesidad de salir de la burbuja y sentir la carne. La profesión más antigua seguramente está a salvo, incluso hasta en una versión más educativa y soft, de ayudar a las nuevas generaciones a relacionarse físicamente con las personas. 

El filósofo será necesario porque la IA solo mezcla ideas, solo es capaz de destilar síntesis, no crea nuevas ideas, no imagina, no ve lo que no se ha visto antes; es pura memoria y no tiene genio. Será necesario alguien que entienda y describa lo que está sucediendo e imagine alternativas. Igualmente el poeta, el escritor auténtico y el artista seguirán existiendo porque la IA no tiene esta capacidad de genialidad y de creatividad humana que tiene algo de divina. Su producción es medianamente chistosa, ocurrente, eficiente, puede impresionar a las masas, y suplantar a los creadores de las redes sociales, pero no a los verdaderos creadores que son los artistas de todas las épocas. La inteligencia artificial puede imitar a Taylor Swift pero no puede crear algo nuevo que sea del nivel de Shakespeare.  No ha demostrado ningún asomo de esto y si los modelos más avanzados pueden tenerlo, eso sería un salto cuántico.

El caso de los sacerdotes también es válido, pues como los terapeutas y los médicos, se requiere un elemento humano en la salvación y en la sanación. Es cierto que hay bots que están sirviendo como sacerdotes en templos en Japón o Alemania, pero más allá del fad momentáneo, esto no tiende a durar, porque se necesita la conexión humana para la transmisión, para la experiencia de lo sagrado. El guru que enseña a meditar, que sonríe, que muestra su calma; el chamán que canta, que se queda con nosotros en la noche, que sopla y que mantiene una conexión psíquica con nosotros, no puede reemplazarse. La sociedad secular creería que sí, porque todo esto lo ve sólo como herramientas emocionales para hacer que la persona se sienta seguro y pueda proyectar ella misma estados de integración que simulan lo divino, que permiten sanar. En otras palabras lo sagrado puede convertirse en mera tecnología, porque no hay nada realmente sagrado, es todo placebo. 

En realidad hay muchas otras profesiones que la inteligencia artificial no eliminará y no debería eliminar. Sería un horror tener robots en vez de agricultores o enfermeras, pero al menos las que hemos dicho anteriormente deben estar a salvo. Y que se mantengan a salvo, todas las ocupaciones que nos hacen entrar en contacto con lo humano de manera radical, es una necesidad urgente, pues al menos retardaran la llegada del transhumanismo y la enajenación de lo humano y su abdicación en favor de la máquina. 


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