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¿Qué pensaba el físico y filósofo Erwin Schrödinger sobre la singularidad de la consciencia? ¿En qué consistía su interés por las religiones de Oriente y la doctrina del Advaita Vedanta? ¿Somos un mismo yo más allá del yo?

Junto a su par alemán Werner Heisenberg, el austriaco Erwin Schrödinger es honrado como uno de los dos padres de la mecánica cuántica. Ambos fueron figuras clave en el desarrollo de áreas importantes de la física contemporánea, ampliando también las bases analíticas de las filosofías sobre las ciencias, la mente y el tiempo. En el año de 1926, Schrödinger propuso la famosa ecuación que lleva su nombre, un enfoque alternativo de la teoría cuántica que, basado en la mecánica de las ondas, sintetiza de manera práctica el comportamiento de sistemas como átomos y moléculas. Esta contribución por si sola le valió un premio Nobel en 1933 y pudo inspirar cambios de paradigma en distintas áreas de la ciencia. Pero quizá es más conocido por su “gato”, un experimento mental que plantea esta incertidumbre:

Hay un gato metido en una caja equipada con un dispositivo formado por una ampolla de vidrio con veneno y un martillo sujeto sobre esta, de tal manera que, si cae, la romperá y el veneno escapará. El martillo, a su vez, está conectado a un mecanismo detector de partículas alfa, de modo que si una de estas partículas lo alcanza se activará y caerá. Junto al detector está situado un átomo radiactivo con un 50% de probabilidad de emitir una partícula alfa en el curso de una hora. Si se cierra la caja y se espera, el gato está vivo y el gato está muerto a la vez.

Desde mi punto de vista, este resumen, sin embargo, dice poco sobre cómo asumió este físico su propia contribución pública y el propósito del pensamiento en el siglo XX. Podría decirse que le intrigó la posibilidad de la convergencia de todos los problemas del conocimiento en un gran enigma. Quizá se vio a sí mismo como un filósofo sintético similar a los griegos presocráticos interesados en el “arjé”, “ἀρχή”, el elemento que habría dado comienzo a todos los fenómenos y a todas sus interpretaciones. Un principio de singularidad de la vida.

Si pretendía revivir esta búsqueda de una singularidad, también podría decirse que Schrödinger detectó que sería necesario desaparecer la distancia entre los criterios de objetividad de la física y el sentido de experiencia subjetivo. Esto explica su interés por dos preguntas filosóficas: ¿qué nos hace pensar que existe un mundo externo independiente de la mente?, y ¿cómo llegamos a la conclusión de que cada mente está limitada a sí misma y limita con las demás? Lo que se ha contestado al respecto desde ejercicios especulativos carece de evidencias empíricas incontrovertibles. ¿Cómo podríamos salir de nuestra propia experiencia para poder saber? Este es un problema práctico y que motiva a replantear ambas preguntas.  

Schrödinger consideraba que los dos esquemas occidentales básicos para abordar estas cuestiones habían probado ser insuficientes para encontrar una resolución satisfactoria. El materialismo reduccionista hace una descripción del universo solo en tercera persona, mientras que el idealismo subjetivo da valor al universo solo como una interpretación. Esto llevó al físico austriaco a profundizar en las religiones de Oriente y en especial en el hinduismo, tradiciones que privilegian un principio de identidad sobre la no contradicción.

“Vedanta” desde su sentido etimológico es la conclusión o el sentido último de los “Vedas”, es decir, la “Sanatana Dharma”, la enseñanza y la realidad eternas. Se trata de una reforma religiosa iniciada en el siglo VI antes de la era común, desde un cuerpo de escuelas exegéticas y ascéticas que espiritualizaron la religión brahmánica y los Vedas como libros sagrados. El “Advaita Vedanta” es considerado el punto culminante de estos sistemas filosóficos indios, y Adi Sankaracharya su principal y más famoso desarrollador. Para esta doctrina, el “ātman” o “sí mismo” es advaita o “a-dual”, es decir, no hay ninguna frontera entre yo, mundo y Dios o “Brahman”, la expansión o trascendencia sin límites. La mismidad es un principio relativo o relacional. Por ejemplo, una madre es madre no en sí misma, sino en relación a un hijo. Es igual a sí misma no porque sea algo experimentado o un experimentador intrínsecos, sino porque la experiencia cobra sentido de múltiples maneras. Es eterna, universal y su luz revela al yo empírico y a todos los objetos. Por lo tanto, el ātman no se ve vinculado al espacio, al tiempo o a la causalidad. En las propias palabras de Adi Sankaracharya:

Nunca te identificas con la sombra que proyecta tu cuerpo, ni con su reflejo, ni con el cuerpo que ves en un sueño. Por lo tanto, tampoco deberías identificarte con este cuerpo viviente.

Al igual que los vedantistas, la especulación sobre la identidad de Schrödinger distingue el yo limitado del ātman, el sí mismo infinitamente inmanente y trascendente. Tampoco reduce este yo individual al cuerpo en favor de alguna clase de postura mentalista. Identifica este yo limitado también con nuestras ideas y emociones o con nuestros estados mentales, es decir, con un “yo psicofísico”. Podría hablarse de un cristal que refracta la luz y genera múltiples colores, una metáfora que gustaba al físico austriaco para explicar el fenómeno que es cada unidad mente-cuerpo y su esencia primordial. O en palabras del propio Schrödinger:

La conciencia es una singularidad que se encuentra en fase dentro de todos los seres.

La a-dualidad de la conciencia refutaría la distinción meramente aparente entre seres separados que habitan en un solo mundo. Los seres serían “el mundo”, algo que supondría mucho más que un “estado de cosas”. Quisiera explicar más a fondo esta última conclusión, la cual pienso pasó algo inadvertida por Schrödinger. La vulnerabilidad de nuestra unión individual perceptiva también implica cierta vulnerabilidad del juicio ético. Es decir, la verdad moral no es un lindero fuerte y privado, sino un horizonte que implica creatividad, tanto de carácter político complejo y desacomplejado, como compasiva en los términos más inmediatos y universales. Los vedantistas se refieren al Brahman como “Sat-Chit-Ananda”, se trata de la realidad y la consciencia, pero también de la bienaventuranza. El advaita no implica una teoría intelectual, sino una vivencia que ilumina la cultura y nuestros arreglos de vida en común, evitando la indolencia y lo dañoso. En palabras del místico indio Sri Ramana Maharshi:

Tu propia Autorrealización es el mayor servicio que puedes prestar al mundo.
Se ven muchas estrellas en el cielo por la noche, pero no cuando sale el sol. ¿Puedes entonces decir que no hay estrellas en el cielo durante el día? Como no podéis encontrar a Dios en los días de vuestra ignorancia, no digáis que no hay Dios.

 

Imagen de portada: Wolfgang Pfaundler/Science Photo Library