*

En Estados Unidos hay una campaña activa en los salones de clase para mejorar la percepción sobre el consumo de carne y la economía ganadera. ¿Cuáles son los programas que se proponen? ¿Cuál es la opción de los críticos de la industria cárnica?

En el quinto episodio de la séptima temporada de Los Simpson, “Lisa, la vegetariana” de 1995, la escuela primaria de Springfield se encuentra muy preocupada por el reciente vegetarianismo de la hija del medio de la familia amarilla. Para que no influya en el alumnado y evitar futuras situaciones incomodas en el comedor, decide pasar el documental “La carne y tú, compañeros de la libertad” del actor de películas de serie B Troy McClure, personaje icónico del fallecido Phil Hartman. Este interés por minimizar la crueldad y los efectos negativos de las compañías cárnicas no es ajeno a la realidad. De modo muy similar, la Fundación para la Agricultura de la Oficina Agrícola Estadounidense o AFBFA lleva realizando desde hace ocho años una campaña a favor de eliminar prejuicios sobre la conveniencia de consumir carne para la salud y la economía, tratando de influir en los profesores de ciencias y otros educadores en los Estados Unidos. La campaña incluye lecciones, recursos de aprendizaje, eventos presenciales y seminarios web respaldados por la industria de las carnes rojas como parte integral de un programa enfocado en las futuras generaciones de consumidores y así reimpulsar la ganadería. En los salones de clase se pide a los estudiantes diseñar menús escolares, crear presentaciones sobre la introducción de ganado reservas ecológicas o practicar ejercicios aritméticos, por ejemplo, sumando la superficie de pastos para vacas. Se pide a las maestras y los maestros enfatizar las bondades de la carne magra como una fuente nutricional excelente para las comidas diarias.

La campaña de la AFBFA es tan amplia que contempla visitas presenciales de los educadores y los educandos a ranchos y otros lugares que hacen parte de la cadena de suministros de bienes vacunos. Por ejemplo, en el año 2023, veintinueve profesores y administradores escolares de todo el país viajaron a Denver para un evento de tres días organizado por el Colorado Beef Council. Eventos parecidos han tenido lugar también en las ciudades de Minneapolis, Nashville, Oklahoma y Siracusa. En opinión de distintos especialistas y de teóricos del decrecimiento, la carne de res deja una de las peores huellas de carbono, no obstante, este tipo de campañas son una muestra de la preocupación en la industria de que el alumnado y cuerpo docente de Estados Unidos esté expuesto a información inexacta y parcial propagandística. La AFBFA se ha ganado el apoyo de la economía agrícola para intentar contraatacar discursos y medidas a favor del abandono de un modo de vida carnívoro. De acuerdo con sus documentos de financiación, se busca mejorar la percepción general sobre esta realidad gastronómica, porque hay de por medio un problema de confianza.

Jan Dutkiewicz, especialista del Departamento de Ciencias Sociales y Estudios Culturales del Instituto Pratt, la principal preocupación de esta industria es el posible y progresivo cambio de cultura de las nuevas generaciones, por lo que prioriza influir en la opinión pública empezando por las niñas y los niños, sobre todo aquellos con menos probabilidades de comer carne de res. “Están realmente preocupados por las generaciones más jóvenes”, asegura Nusa Urbancic, director ejecutivo de la ONEG medioambiental Fundación Changing Markets, quien plantea como la credibilidad de las profesoras y los profesores es un canal útil para llegar a los más jóvenes. Según cifras de la AFBFA, el cuerpo docente que asistió a por lo menos uno de sus programas es un 8 por ciento más susceptible a confiar en declaraciones positivas sobre el consumo de carnes rojas. Cerca del 82 por ciento que ha participado considera adecuado cómo se cría el ganado y el 85 valora la importancia social de esta industria.

Para el director ejecutivo de la fundación, Daniel Meloy, este programa puede beneficiar a que los estudiantes piensen críticamente sobre los mensajes que reciben a diario y así obtener “una mayor comprensión de la agricultura a través de la educación científica”. La AFBFA es contratista de Beef Checkoff, un programa que integra a productores e importadores de productos vacunos estadounidenses, los cuales pagan una tarifa por animal para financiar este tipo de campañas a favor de la ganadería nacional y extranjera. Esperan llegar a 2,5 millones de personas al frente de un aula, proporcionando recursos, eventos presenciales y encuentros web, además de estar buscando el apoyo de 125.000 líderes de opinión.

Dutkiewicz confiesa estar preocupado porque “un programa Checkoff esté proporcionando recursos claramente parciales que están diseñados estratégicamente para lograr un mensaje corporativo”. Ofrecer a los más jóvenes recursos de aprendizaje financiados por la industria cárnica es una oportunidad para hacer ver esta forma de consumo alimentaria como algo mayormente positivo para la sociedad y ambientalmente responsable. Pero para Meloy y la AFBFA, “los profesores y estudiantes reciben información de fuentes educativas que no representan la agricultura de manera precisa o equilibrada, y la producción de carne es a menudo blanco de información errónea”. Para su director, esta fundación ha diseñado programas basados en la ciencia actual aplicada a contextos reales, asegurando que “no promueven ni alientan a los estudiantes a tomar una decisión predeterminada”.

Pero hay claras críticas, como que la AFBFA presente en las aulas imágenes de ganado en campos abiertos. Y si bien la mayoría de las vacas criadas en los Estados Unidos pasan su primer año de vida en pastizales, luego esa mayoría se ve confinada a operaciones concentradas de alimentación animal durante los seis meses antes de ser sacrificadas. La escala de estos esfuerzos cosméticos preocupa a los críticos de esta industria. La economía cárnica y láctea se muestra como una máquina eficiente y muy bien organizada, por ejemplo, enviando cabilderos a espacios como la conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Y en efecto, parece desconcertante que estas iniciativas en las aulas no ofrezcan suficientes contrapuntos.