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El psicólogo canadiense Jordan Peterson apela a una identificación entre Dios y el bien para sugerir que el ateo no tiene manera de encontrar sentido en el mundo

Jordan Peterson, el popular y polémico psicológico que inspira a millones de jóvenes, sobre todo hombres, ha regresado a la mesa de discusión la idea de la importancia de tener una creencia en un poder superior y tener una orientación trascendente. Peterson es seguidor de Jung en mucho sentidos y fue el psicólogo suizo quien entendió que el hombre moderno estaba en una crisis de sentido y que muchos de sus problemas psicológicos, especialmente de aquellos que llegaban a la mitad de la vida. podían explicarse por la falta de una "relación con algo infinito", con un ente proveedor de sentido más allá de lo contingente. Jung criticaba la visión materialista secular por imponer su modelo de manera arbitraria y un tanto dogmática por sobre el entendimiento tradicional de la realidad que se encuentra en las grandes religiones y del cual, de manera modificada, se alimentan los modelos de la llamada "espiritualidad no religiosa", a la cual tanto a contribuido el pensamiento de Jung.

Peterson en un podcast reciente sostuvo desmantelar "el argumento ateísta" con las siguientes proposiciones:

Creo que puedo desmantelar permanentemente el argumento ateo, y es en parte algo extraño porque no es como si de repente la gente fuera a postrarse a los pies de Dios en adoración. Más bien, requiere una reconsideración de lo que entendemos por creencia. He reflexionado sobre esto y es como preguntar: "¿crees en el bien?" La diferencia entre creer en el bien y creer en Dios es muy estrecha. Ahora bien, hay diferencias importantes, pero sigue siendo una diferencia estrecha. Y lo cierto es que si no crees en el bien, careces de rumbo, y si careces de rumbo, careces de esperanza. Si estás desorientado y sin esperanza, te sientes ansioso y fragmentado, y la gente no puede unirse en su creencia. El hecho es que la alternativa a no creer no es nada buena.

Este "desmantelamiento" proviene de una discusión filmada y delata que no está perfectamente formulado, como lo estaría quizá si fuera escrito. Asimismo, Peterson no refuta realmente al ateísmo en tanto a que no comprueba de ninguna manera la existencia de Dios. Lo que en todo caso podría refutar o desmantelar es la utilidad y la sanidad de no creer en Dios, sugiriendo que creer en Dios -o tener una noción rectora del bien- es esencial para tener un rumbo y por lo tanto tener una experiencia de sentido e integración. Sin ello, lo que existe es claramente el nihilismo, que se postula sobre la idea de estar "más allá del bien y el mal". 

La idea de que el bien depende en gran medida de la existencia de Dios es un tema que ha sido discutido a lo largo de la historia de la filosofía y forma parte del dogma cristiano, pero se encuentra incluso en el fundamento de la filosofía platónica. Platón identificó a la idea del Bien con el Uno y con Dios en su más alta acepción. El razonamiento por el cual es difícil creer en el bien si no se cree en Dios es el siguiente: el bien supone un principio metafísico ordenador del universo, una cualidad moral que no se halla de ninguna manera en los ciegos procesos  de la materia que no obedecen propósito alguno. Contradice totalmente el modelo materialista del mainstream científico pensar que los procesos de la materia tienen un telos  o una fuente bondadosa que los orienta hacia un destino -como la reintergación con una unidad absoluta- o que las intenciones con los que se realizan las cosas tienen un efecto en sus resultados, de esta manera mostrando el imperio de la mente por sobre la materia. En realidad la idea del bien no supone un Dios, pero sí supone una realidad espiritual o mental que moldea el mundo material, como es el caso de la idea budista del karma. El argumento de Peterson sería reformulado, desde la perspectiva budista, en términos de desmantelar el extremo del nihilismo (ucchedavada, en sánscrito), de consider que la conciencia es un producto de la materia y que no existe un componente mental (cetana, "intención", en sánscrito) que, al imbuir cada acción, determina nuestra existencia futura. Los budistas considerarían a Dios -como creador y fuente absoluta del universo- como otro extremo que es refutable, si bien una creencia mucho más provechosa para el futuro del individuo que el nihilismo. 

El problema del ateísmo y del materialismo sobre el que se encarama, es que no tiene la capacidad de proveer un argumento que tenga poder de persuasión para la moral. Pues no logra de ninguna manera idear un universo moral sin la existencia de un principio espiritual -Dios o la conciencia inmaterial-, y por lo tanto la existencia de la moralidad, en un universo enteramente inmoral en su constituyente básico, es sumamente débil. La  vida ética, el hacer el bien, en todo caso, se vuelve una decisión humana, una especie de fuerza heroica que no se monta sobre un una realidad moral, y por lo tanto es una excepción, un débil clamor de bien, en un mundo que no solo no lo recompensa sino que ni siquiera tiene la capacidad de dialogar, pues solo el humano es consciente. Asimismo, la capacidad de sostener este noble impulso de moralidad en un universo desdiosado, fácilmente se desarticula pues carece del refuerzo y la vitalidad que proveen existir en un universo esencialmente consciente, al cual estamos estrechamente conectados, en el que todo lo que hacemos tiene significado y afecta a todo lo demás. Así pues, más allá del abstruso argumento de la existencia o inexistencia de Dios, el universo del hombre religioso o espiritual, es en todo caso un universo más rico, bello y bueno y por lo tanto tiene más posibilidades producir hombres buenos y de sustentar una vida moral.