Johannes Kepler fue uno de los más grandes astrónomos de la historia, sólo que también fue uno de los grandes astrólogos de la historia. Kepler es famoso por su ley de los movimientos planetarios que fue seminal en el posterior trabajo de Newton y su descubrimiento de la ley de la gravedad. Al igual que Newton, Kepler veía en el orden cósmico un reflejo de la inteligencia divina, una armonía mundial. Kepler encontraba en los planetas y sus relaciones una armonía musical, en la que el Sol tenía el lugar de Dios (Padre), los espacios entre las órbitas el lugar del Espíritu Santo y las órbitas planetarias el del Hijo. Incluso escribió música inspirada por estas relaciones armónicas planetarias.
Es un tanto paradójico que muchos de los conocimientos de estos grandes pensadores -que fueron además teólogos- sean actualmente usados para defender un cosmos meramente materialista. Pero Kepler entendía que en las leyes del universo había la presencia de una fuerza racional espiritual:
Hay una unidad mucho más noble y maravillosa en el cielo y en la tierra que solamente material. Esta unidad es incapaz de haber algo material. Es formal. Se mueve a través de las formas en este mundo inferior, y no lo hace solamente a través de formas mudas, como las que se encuentran en piedra y hueso, sino más bien a través de poderes espirituales, a través del alma y la razón -en realidad a través de la aprehensión de las formas sutiles que están presentes en la geometría de todas las cosas-. Pues las criaturas terrestres están constituidas de tal manera que pueden canalizar el reino celestial.
Vemos aquí claramente algo que no ha dejado ser patente aunque a la ciencia moderna no le guste aceptarlo, el fundamento platónico de las matemáticas y las leyes físicas, las cuales son difíciles de explicar como meramente materiales, si es que se quiere conservar su validez universal. En algún momento la ciencia dejó de ser espiritual, concentrándose únicamente en las causas materiales y eficientes y dejando de lado las finales y formales. La visión mecanicista del mundo podría ser muy eficaz pero produce también un profundo desencantamiento, hasta el punto de llegar al absurdo y al nihilismo. Kepler concebía a la Tierra como un ser vivo, un animal divino, en el mismo sentido que Platón. Sin embargo, las leyes mecánicas de la naturaleza que se derivan de su trabajo y sobre todo del de Newton, ayudaron a consolidar la visión de que el mundo no era un alma sino una máquina.