Equinoccio de primavera 20 de marzo del 2018: la fertilidad de la luz
AlterCultura
Por: Jimena O. - 03/19/2018
Por: Jimena O. - 03/19/2018
La primavera oficialmente empieza en el hemisferio norte este 20 de marzo a las 16:15, tiempo universal (10:15, tiempo de la Ciudad de México). El marcador de esta estación es por supuesto el equinoccio de primavera, el día de la conjunción de los opuestos, la noche y el día que duran el mismo tiempo. A partir de este día, los días serán más largos hasta culminar en el máximo esplendor del solsticio de invierno, generalmente entre el 20 y el 22 de junio. En el sur se celebra el equinoccio de otoño y se tiene el proceso inverso, hacia la llamada muerte de la naturaleza. La órbita de la Tierra yace inclinada en un eje de 23.5º, esto hace que los equinoccios sean los puntos de equilibrio después de los cuales el hemisferio norte y el hemisferio sur cambian lugares para recibir la luz del Sol de manera más directa.
Este día era en algunos calendarios antiguos el inicio del año, y sigue siéndolo para el calendario astrológico basado en los signos del zodiaco. El equinoccio coincide con el ingreso aparente del Sol al signo de Aries, un signo de fuego, el cual es el iniciador o ingnitador del año astrológico. Tradicionalmente la fecha también coincide con la temporada de la siembra en la agricultura, siendo que la naturaleza vuelve a cobrar fertilidad recibiendo el influjo de los rayos del Sol, que es considerado el espíritu que insemina la tierra.
Existen algunas especulaciones de que la fecha para la Pascua elegida en el Primer Concilio de Nicea pudo haber tenido que ver con el equinoccio de primavera, siguiendo esta antigua práctica de reemplazar fiestas paganas o fiestas de religiones más antiguas con fiestas de la nueva religión o de la religión dominante. Originalmente, esta fecha religiosa se celebraba el primer domingo después de la primera luna llena posterior al 21 de marzo, o ese mismo 21 de marzo si fuera luna llena (la elección de la luna llena obedece, obviamente, a que la Luna misma lleva a cabo el proceso de muerte y renacimiento en su ciclo mensual). Por otro lado, ciertamente existe una correspondencia arquetípica entre la resurrección de Cristo y y su ascenso y el equinoccio y la primavera, siendo Cristo una continuación o incluso la máxima refinación del arquetipo del rey solar, quien une al cielo con la tierra, de acuerdo con el psicólogo Carl Jung. Cristo también es el gran fertilizador, como el Sol, cuyos frutos, sin embargo, crecen más allá del este mundo, en Dios, según sugiere los apóstoles. Como Cristo -y como los hombres que buscan la unión divina-, la semilla debe morir y caer en la tierra. Este año las fechas se acercan bastante, sin ser exactas, pero podemos apreciar la lógica simbólica.
Más allá de estas interesantes conexiones, el equinoccio de primavera es celebrado casi universalmente como fiesta de la luz y la vida, específicamente, de la renovación y la fertilidad. Es la época donde la naturaleza empieza a reverdecer, las flores dan sus primeros brotes, los animales siguiendo los ríos de sol empiezan a reproducirse, todos como una gran masa anímica respondiendo a un patrón cósmico. El hombre moderno se siente divorciado de estos ciclos y de esta sensibilidad energética para con la naturaleza. Sin embargo, cuando se detiene a observar, nota fácilmente que su cuerpo está incrustado en esta matriz cíclica o rítmica y es sensible a los movimientos de la naturaleza. Cuando hay más luz hay más energía y mejor ánimo, y el hombre puede entonces también hacer su propio cultivo para prepararse para las siguientes fases del tiempo. Entrar en sintonía con los ciclos de la naturaleza puede parecer supersticioso pero en realidad es una forma de inteligencia y orden, como puede constatarse por los ciclos que siguen diferentes hormonas como la melatonina y el cortisol, los cuales están relacionados con la luz del Sol. El hombre es un animal racional y un animal político, pero también un animal de luz.
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