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Esto es lo primero que debes hacer para ayudar a que una persona sane, según el psicólogo Carl Jung

AlterCultura

Por: Jimena O. - 10/11/2017

Carl Jung explica lo que un médico o terapeuta (o alguien que quiere ayudar) debe de primero trabajar en él mismo. Curiosamente exactamente la misma recomendación que hace el maestro budista Chögyam Trungpa

Ya sea que nos dediquemos a la medicina o a la terapia o que simplemente tengamos contacto con una persona enferma, en muchos de nosotros surge la interrogante de cómo realmente ayudar a una persona enferma física o psicológicamente (y comúnmente descubrimos que no es fácil dividir una enfermedad mental de una supuestamente sólo física).¿Cómo dirigir nuestra intención de ayudar para que sea realmente efectiva, que no sea estéril o que no sea una proyección de nuestros propios juicios sobre lo que creemos es la salud o lo que creemos que una persona debería de hacer? La clave parece estar en la compasión sincera y en la aceptación de la persona tal como es, paradójicamente, para sanar primero debemos de aceptarla como está, sin querer cambiarla. Comúnmente cuando lidiamos con una persona profundamente enferma, decimos que queremos ayudarla pero no la aceptamos con sus defectos y problemas, así que en realidad no la queremos -aunque digamos que sí. Comúnmente decimos que su dolor nos duele, pero generalmente evitamos abrirnos completamente y sentir genuinamente su dolor como si fuera nuestro, ponemos ciertos límites. Y la persona afectada lo que de alguna manera quiere es ser comprendida en su dolor, que alguien la acepte y la entienda. Esto lo explicó mejor el psiquiatra y psicólogo analítico Carl G. Jung, una persona ciertamente calificada para evaluar la relación entre un paciente y su médico o su terapeuta y los procesos psicológicos que intervienen de parte de ambos. En una conferencia, Jung dijo:

Las personas se olvidan de que incluso los doctores tienen escrúpulos morales y que algunas confesiones de los pacientes son difíciles de asimilar incluso para un doctor. Sin embargo, el paciente no se siente aceptado a menos de que lo peor de él mismo sea aceptado también. Nadie puede hacer esto con meras palabras. Viene solamente de la reflexión y a través de la actitud del doctor para consigo mismo y su propio lado oscuro. Si el doctor quiere guiar a otro o incluso acompañarlo a dar un paso en el camino, debe sentir con la psique de la otra persona. No puede sentirla cuando la juzga. Ya sea que ponga palabras a su juicio o se lo quede él mismo, esto no hace ninguna diferencia. Tomar la posición opuesta y acordar con el paciente de antemano tampoco sirve y lo enajena de la misma manera que la condenación. El sentimiento viene solamente de una objetividad sin prejuicios.

Jung sugiere que hay algo más allá de lo meramente científico y objetivo en la sanación de un paciente, el ser o alma se alimenta de un estado de compasión, comunión y profunda aceptación, de compartir el sufrimiento y entender que está bien sufrir o ser de cualquier forma. Tal vez al quitar el peso de ser juzgados, el ser humano se libera y se abre a la posibilidad de no contraer sus energías y dejar de estresarse. De alguna manera esta apertura libre de juicio del terapeuta o médico brinda significado o sentido a la vida del paciente. Jung agrega que se trata de:

un profundo respeto a los hechos -por el hombre que sufre por ellos y por el predicamento de la vida de ese hombre. La persona verdaderamente religiosa tiene esta actitud. Sabe que Dios ha hecho que sucedan todo tipo de cosas extrañas e inconcebibles y busca de las formas más curiosas entrar en el corazón de un hombre. Así entonces, siente en todas las cosas la presencia de la voluntad divina. Esto es de lo que hablo con objetividad sin prejuicios. Es un logro moral de parte del doctor que no se ve repelido por la enfermedad y la corrupción. No podemos cambiar nada si no lo aceptamos. La condenación no libera. Oprime. Y yo soy el opresor de la persona que condeno -no su amigo o par en su sufrimiento. 

El médico no se resiste a la enfermedad, no la ve como una aberración, como algo "malo" en sí mismo, sino la entiende como parte de la naturaleza. Esta visión es importante porque cuando el paciente también se deja de ver como alguien culpable o estigmatizado por una condición puede dejar de resistirse y dejar de aferrarse a su propia enfermedad -paradójicamente, por ejemplo, obsesionarse con curarse, suele producir el efecto contrario al deseado. Jung luego explica que para que el paciente pueda aceptarse y sentir la apertura de su médico, antes el mismo médico debe de haberse aceptado a sí mismo, haber hecho las paces con su propia sombra, con el lado negativo de su personalidad. 

Pero, si el doctor desea ayudar al ser humano, debe aceptarlo tal como es. Y sólo puede hacer esto realmente si antes ya se ha visto y aceptado tal como es él mismo. Tal vez esto suene simple, pero lo simple siempre es lo más difícil. En la vida real, se requiere del más grande arte para ser simple. Y así, la aceptación propia es la esencia del problema moral, y el examen crucial de la perspectiva que uno tiene de la vida. Que yo alimente al mendicante, que perdone un insulto, que ame al prójimo en el nombre de Cristo -todas estas cosas son sin duda grandes virtudes. Lo que hago en contra del menor de mis prójimos lo hago también a Cristo. ¿Pero qué si descubro que el menor entre todos ellos -el más pobre de los mendigos, el más imprudente de todos los agresores, el Demonio mismo- todos están dentro de mí? Y que yo mismo estoy en un estado de necesidad de mi propia generosidad. Que yo mismo soy el enemigo que debe ser amado. ¿Qué entonces?

Jung utiliza estas analogías religiosas que llevan al fundamento de su psicología que es la integración o individuación. La verdadera salud -más allá de tener esta o aquella otra enfermedad física que de alguna manera son inevitables- es haberse aceptado completamente y dejar de tener miedo de expresar el propio ser. Esto implica reconocer en el propio corazón la totalidad de la existencia, todo el dolor y todo el placer, el mal y el bien. La verdadera individualidad es la totalidad. Esto es expresado de otra forma en la palabra inglesa "health" que tiene la misma raíz que "whole" o que la palabra "holístico", la salud es la integración, ser todo lo que somos. 

Las conclusiones de Jung son notablemente parecidas lo que escribió el maestro budista Chögyam Trungpa Rinpoche, aconsejando a sus alumnos sobre cómo lidiar compasivamente con las demás personas. Trungpa parte del principio que enseña el budismo tántrico de que la naturaleza base de todos los seres es la compasión y la sabiduría -este su estado natural. Partiendo de ese principio uno ve más allá de las manifestaciones someras de una enfermedad y reconoce el principio en común que tiene con la persona. De la misma manera que Jung, Trungpa plantea que el sanador o el maestro espiritual debe de tener un proceso individual muy desarrollado para ser capaz de ir más allá del aferramiento egoísta que se rehusa a sentir el dolor del otro como el propio.

Si el paciente se siente terrible, el sanador recoge esa sensación del malestar del paciente: por un momento siente lo mismo, como si él mismo estuviera enfermo. Por un momento los dos no están separados y un sentimiento de autenticidad ocurre. Desde la perspectiva del paciente esto es exactamente lo que se necesita: alguien que reconozca su existencia y el hecho de que realmente necesita ayuda. Alguien que en verdad vea su enfermedad. El proceso de sanación puede entonces empezar en el estado del paciente, porque se da cuenta de que alguien se ha comunicado con él completamente. Ha habido un mutuo atisbo de un terreno en común. Las bases subyacentes psicológicas de la enfermedad se empiezan a resquebrajar, se disuelven...

En este punto, no hago distinción entre médico y psiquiatras: ya sea que estemos lidiando con el nivel psicológico o físico, la relación con el paciente debe ser exactamente la misma. La atmósfera de aceptación es extremadamente simple pero efectiva. El punto central es que paciente y sanador compartan la sensación de dolor y sufrimiento -la claustrofobia o el miedo o el dolor físico. El sanador se tiene que sentir parte de todo el engranaje. Parece que muchos sanadores evitan tal identificación; no quieren involucrarse con una experiencia tan intensa. En lugar de esto, la juegan de manera desafectada y despreocupada, tomando un perspectiva más de negocios.

Todos hablamos el mismo lenguaje; experimentamos el mismo tipo de nacimiento y exposición a la muerte. Así que hay seguramente un vínculo, algo de continuidad entre tú y el otro. Es algo más que mecánicamente decir "Sí, ya sé, duele mucho." En vez de sólo simpatizar con el paciente, es importante realmente sentir su dolor y ansiedad. Luego puedes decir "Sí, siento el dolor", pero de una forma distinta. Relacionarse con completa apertura significa que estás completamente cautivado por el problema de alguien más. Puede que exista un sentido de no saber bien cómo manejarlo y sólo hacer lo mejor que puedes, pero incluso tal torpeza es una afirmación enormemente generosa. Así que una completa apertura y una perplejidad se encuentran en un punto muy sutil.

Trungpa hace énfasis en el poder de la comunicación que se libera cuando el paciente siente que alguien realmente comparte su dolor, esto opera una suerte de magia sanadora, un rapport, una transferencia positiva que disuelve la enfermedad en el hecho de que nadie se aferra a ella demasiado, porque hay esta apertura que permite fluir.

Si tienes una meta, entonces estás tratando de manipular la interacción y la sanación no puede ocurrir. Debes entender a tus pacientes y motivarlos a que se comuniquen, pero no puedes forzarlos. Sólo entonces puede el paciente -que había estado sintiendo una sensación de separación, que es a su vez una sensación de muerte- empezar a sentir que hay esperanza. Por fin a alguien realmente le importa; alguien realmente lo escucha, aunque sea unos pocos segundos. Esto permite que ocurra una genuina e intensa comunicación. Dicha comunicación es sencilla: no hay truco o compleja tradición que aprender. No es una cuestión de aprender sino de simplemente dejar que suceda. 

Psiquiatras y médicos, al igual que los pacientes, deben de aceptar su sensación de ansiedad sobre la posibilidad de dejar de existir. Cuando hay apertura, el sanador no tiene que resolver completamente el problema de la persona. Ese acercamiento de tratar de reparar todo ha sido en el pasado siempre un problema; tal acercamiento crea una serie de sucesivas curas y decepciones, que van de la mano. Una vez que el miedo básico es reconocido, continuar con el tratamiento es muy fácil. El sendero viene a ti: no hay necesidad de crear el sendero tu mismo. Los profesionales de la sanación tiene la ventaja de poder desarrollarse a sí mismos, al trabajar en una gran variedad de situaciones que vienen a ellos. Hay innumerables posibilidades para desarrollar la conciencia y la apertura. Claro que es más fácil simplemente hacer menos a tus pacientes y a sus predicamentos, pensando que eres afortunado de no tener sus enfermedades. Te puedes sentir superior. Pero el reconocimiento de ese terreno en común -la experiencia de nacimiento, envejecimiento, enfermedad y muerte, y el miedo que los subyace- trae una sensación de humildad. Este es el comienzo del proceso de sanación. El resto parece seguir fácil y naturalmente, basado en la compasión y sabiduría inherentes. Este no es un proceso particular místico o espiritual; es la simple experiencia humana ordinaria. La primera vez que intentas acercarte a alguien así puede ser difícil. Pero se hace ahí mismo [sin pensarlo demasiado].

Y, finalmente, ¿qué significa cuando decimos que un paciente ha sanado? Sanar, irónicamente, significa que una persona ya no se avergüenza de la vida; es capaz de enfrentar la muerte sin resentimiento o expectativa.