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En un estudio se demostró que la danza tiene una serie de benéficos efectos sobre las capacidades de la mente y el cuerpo de una persona, pues incrementa la masa del área del cerebro que disminuye con la edad

Durante milenios se ha buscado la fuente de la juventud, como una única manera de vencer la mortalidad de la humanidad. Y es que más allá de tesoros perdidos en los mares o estructuras arqueológicas, autorretratos o pactos con el Diablo, la clave de la eterna juventud reside en el interior del cerebro humano. De acuerdo con un estudio publicado en Frontiers in Human Neuroscience, la manera de reducir los signos del envejecimiento es mediante el ejercicio (principalmente, mediante la danza).

En el estudio se demuestra que la danza tiene una serie de benéficos efectos sobre las capacidades de la mente y el cuerpo de una persona, pues incrementa la masa del área del cerebro que disminuye con la edad. En palabras de la doctora Kathrin Rehfeld, autora principal del estudio y profesora del German Center for Neurodegenerative Diseases en Magdeburg, Alemania: “La danza es el único ejercicio que resultó en cambios conductuales notables en términos de un balance mejorado”.

Rehfeld explica que los voluntarios de la investigación, que contaban con un promedio de 68 años de edad, se dividieron en dos grupos: el primero practicó una serie de rutinas de danza una vez a la semana durante un período de 18 meses; el segundo, una serie de entrenamiento de flexibilidad y fortaleza. Ambos grupos mostraron un incremento en la región hipotalámica del cerebro, la cual se ve fuertemente afectada en los últimos años de vida por enfermedades como Alzheimer. Esto dejó claro que el ejercicio físico ayuda a reducir los efectos del envejecimiento a nivel neuronal. Sin embargo, había una amplia diferencia entre ambos grupos. Rehfeld considera que la diferencia se debía a los cambios realizados en las rutinas de danza:

Intentamos proveer a nuestros voluntarios en el grupo de danza numerosas rutinas de diferentes géneros –jazz, square, latinoamericano, line dance–. Pasos, patrones de brazos, formaciones, velocidades y ritmos se cambiaban cada segunda semana de un proceso constante de aprendizaje. El aspecto más retador para ellos era recordar las rutinas bajo la presión del tiempo y sin ninguna pista del instructor.

Estos retos promueven la constante activación y mantenimiento del cerebro, previniendo así su devaluación con el paso del tiempo. De alguna manera, piensa Rehfeld, esto puede dar lugar a un “nuevo sistema llamado ‘Jymmin’ (jamming and gymnastic). Es un sistema con base en sensores que genera sonidos –melodías y ritmos– conforme hay una actividad física”. Poder mantener al cerebro en buen estado mediante la danza permitirá una vida autónoma y saludable, reduciendo las afectaciones de cualquier enfermedad neurodegenerativa.