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La ciencia comprueba la gran efectividad de la poesía para mover nuestras emociones

Acorde con un estudio publicado en la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience, el 77% de las personas no puede escapar al estremecimiento al leer por primera vez estos versos de Jaime Sabines:

 

El mar se mide por olas

el cielo por alas

nosotros por lágrimas

El aire descansa en las hojas

el agua en los ojos

nosotros en nada

Parece que sales y soles

nosotros y nada

 

Aunque los últimos versos no sean del todo transparentes, se pueden repasar y repasar a medida que el efecto poético emerge de las profundidades de la piel y cierto significado alumbra el cerebro. Para el Nobel español Vicente Aleixandre, la poesía implicaba la complicidad de las vísceras y las palabras: “Voy a cantar doblando/ canto con todo el cuerpo”.

La realidad de esta metáfora, apta para el surrealismo, fue objeto de la investigación de Eugen Wassilinsky del Instituto Max Planck para la Estética Empírica. Junto con su equipo, el investigador elaboró un experimento para captar la actividad neuronal, medir la frecuencia cardíaca, las expresiones faciales e incluso los movimientos de la piel y de los vellos de un grupo al momento de escuchar algunos poemas representativos de la poesía alemana. La mayoría de los participantes eran mujeres de entre 20 y 30 años, ninguna experta ni muy cercana a la poesía.

Al poner atención a las grabaciones, los escuchas aseguraron haber sentido escalofríos. Como se ha notado en personas al escuchar música o ver espectáculos conmovedores, al 40% se le erizó la piel visiblemente, mientras que se activaban zonas del cerebro que no se habían reportado al estudiar la recepción de otras artes.

La medición del estremecimiento que provoca el poema arroja datos sobre el secreto de la composición poética. El análisis de esta relación, prevista desde mediados del siglo XIX por E. A. Poe en Philosophy of composition, demostró, según se explica en el artículo de Wassilinsky, que el impacto de un poema es una emoción gradual cuyas manifestaciones corporales se anticipan hasta en 4.5 segundos a las partes con mayor carga significativa, como el final de una estrofa o de todo el poema.

Para sentir esto no es necesario conocer de antemano la obra. Se van creando expectativas mediante la insinuación del sentido y la emoción lírica del ritmo, de las combinaciones de sonidos, del traslape de significado por alguna palabra empleada inusualmente. Esto confirma la premisa desde la cual Poe, haciendo eco de la tradición poética, declaraba que el secreto de la composición era medir los efectos deseados o generar una sola, lenta y profunda emoción en unidades no muy extensas, capaces de turbarnos hasta la médula.