A lo largo de la historia han existido ciertas figuras políticas que han operado desde la sombra, aportando la visión y la ideología que son ejecutadas por una figura más visible. Numerosos reyes han dependido de sus consejeros para tomar decisiones e implementar una visión estratégica, siendo ellos solamente la cara visible del poder. En este tipo de modus operandi puede haber consejeros que realmente llegan a tener un poder superior al del mandatario oficial, o a veces solamente se produce un esquema en el que el consejero aporta una cierta cualidad intelectual analítica que complementa el carisma y el liderazgo del poder oficial.
Steve Bannon ha tomado un papel preponderante en la administración de Trump. Algunos medios en discordia con Trump han usado el mote de “presidente Bannon”, un tanto en broma, un tanto en serio. El popular programa Saturday Night Live hizo una parodia de Trump en la que Bannon aparecía como una mezcla de Darth Vader y La Parca moviendo los hilos de la Casa Blanca y tratando a Trump como un niño impulsivo y fácil de manipular. En las últimas horas ha surgido una extensión de Google Chrome que reemplaza las imágenes en las que aparece Trump por Bannon, como si este último fuera el presidente. El mismo Bannon en una entrevista en noviembre, cuando ya había sido nombrado el consejero principal del equipo de Trump, se refirió a sí mismo como “Thomas Cromwell en la corte de los Tudor”. Cromwell es una figura polémica de la cual cierto revisionismo histórico ha sugerido que fue el genio detrás de la conformación de Inglaterra después de la Reforma, más importante incluso que el rey Enrique VIII, a quien servía como consejero.
Bannon no sólo es el principal asesor de Trump; recientemente fue anunciado que será miembro permanente del Consejo de Seguridad Nacional, algo que nunca había ocurrido para alguien en su cargo y lo cual ha generado numerosas críticas. Al mismo tiempo, Trump limitó el acceso a esta reunión al jefe del Estado Mayor Conjunto y al Director de Inteligencia Nacional. Bannon genera cierta preocupación para muchas personas ya que se ha manifestado vehementemente en contra de lo que llama “fascismo islámico”, ha dicho que de hecho nos encontramos dentro de una guerra religiosa y es conocido por su interés por la estrategia militar y lecturas como El arte de la guerra, un manual de estrategia militar del siglo V atribuido al estratega Sun Tzu (su exsocia ha dicho que a Bannon "le encanta la guerra"). Ya en el 2015, Bannon había mencionado expresamente que sería apropiado simplemente prohibir la entrada a Estados Unidos a todos los musulmanes --algo que sería parte del discurso de campaña de Trump y una de sus primeras decisiones ejecutivas.
Como ya ha sido estudiado, el triunfo de Trump en gran medida se basó en su discurso populista en contra de las élites políticas y financieras, colocándolas en oposición a la clase media trabajadora que simbolizaba el verdadero corazón de Estados Unidos. También, en la dicotomía entre la esencia de "lo estadounidense" y los diferentes enemigos que amenazan la grandeza del país, desde los migrantes mexicanos hasta los musulmanes, enemigos importantes en el aglutinamiento de un nuevo nacionalismo. Resulta bastante evidente que detrás del discurso de Trump están las ideas de Bannon.
Steve Bannon nació en una familia de clase media trabajadora y fue ascendiendo hasta llegar a ser uno de los líderes de la llamada “alt-right”. Estudio en Virginia Tech, Georgetown y en la Escuela de negocios Harvard, luego trabajó en Goldman Sachs, el banco emblemático de las élites que después identificaría como el enemigo de la clase media —uno de los "caballos discursivos" con los que Trump lograría llegar la presidencia. Bannon fue luego a Hollywood, donde trabajó durante cerca de 2 décadas como escritor, productor y director. Hizo una pequeña fortuna con las regalías que obtuvo de la serie Seinfeld y de ahí se propulsó hacia los medios de extrema derecha, siendo conspicuamente director del sitio Breitbart antes de incorporarse como líder estratégico de la campaña de Trump. Breitbart es considerado la principal plataforma del movimiento “alt-right”, el cual es una continuación del Tea Party (Bannon imagina un movimiento global del Tea Party y en cierta forma Donald Trump es la maduración de lo que fue en su momento Sarah Palin). Breitbart ha sido fuertemente criticado por promover las llamadas “fake news”, que jugaron un papel de bastante importancia en la elección del 2016 y en lo que ha sido llamada "la era de la posverdad”. Andrew Breitbart, fundador de Breitbart, se refirió en su momento a Bannon como el Leni Riefenstahl del Tea Party (Bannon dirigió, entre otros documentales, uno sobre Sarah Palin).
Michael Wolff, quien entrevistó a Bannon en noviembre del 2016, sugiere que éste encarna una forma de obsesiva conciencia de clase. Para él, la clase media habría sido traicionada por los demócratas e incluso algunos conservadores que habrían dejado atrás sus raíces trabajadoras. Los Clinton serían el emblema demócrata de esta traición y Reagan, de quien también dirigió un documental (In the Face of Evil), sería el emblema de la traición republicana por parte del establishment o lo que él llama “la clase donante”. Bannon se ve a sí mismo como el emisario de la caída del establishment.
Aunque ha sido descrito como radical, fascista y peligroso (y probablemente sin exagerar), no hay duda de que Bannon es un tipo inteligente que tiene ideas que pueden ser muy atractivas y relevantes; por momentos su discurso suena muy parecido al de Bernie Sanders, el precandidato demócrata que cobró popularidad también por avanzar un discurso antisistema. Si uno escucha algunos de sus discursos, por momentos podría pensar que está escuchando a Bernie Sanders o a alguno de los líderes de Occupy Wall Street (especialmente en aquellos en los que no habla sobre una crisis de valores religiosos y de la guerra en marcha contra el Islam).
Bannon explica que actualmente Estados Unidos enfrenta enemigos aún más poderosos que Hitler, Stalin y Mussolini, esto es, el sistema financiero que llama crony capitalism (capitalismo clientelar). Esto fue patente en la crisis financiera del 2008, cuando la élite financiera prácticamente obligó al presidente Bush a inyectar 1 billón de dólares al sistema financiero luego del colapso de Lehman Brothers, asegurándole a aquél que "de no hacerlo el sistema financiero se congelaría y explotaría y que no se podía garantizar la estabilidad”.
El discurso de Bannon, sin embargo, no es anticapitalista, sino que solamente está en contra del capitalismo clientelar que “trata a las personas como mercancía”. Bannon defiende un “capitalismo iluminado” que produjo una “Pax Americana” después de las guerras y “generó una tremenda cantidad de riqueza”, la cual “realmente distribuyó entre la clase media”.
En su documental Generation Zero (el término que utiliza para los millennials), Bannon sostiene que la crisis económica actual no es un fracaso del capitalismo sino de la cultura. Esto empezó con “el narcisismo de los 60, que se esparció como un virus hasta la autoindulgencia de los 90”. El sistema capitalista padeció la crisis de valores de una “generación de niños ricos cuyas necesidades materiales habían sido resueltas por sus padres trabajadores”. De aquí las élites que olvidan “los valores americanos que habían creado la riqueza en primer lugar” y la emergencia de “políticas socialistas que dieron lugar a la dependencia en el gobierno, debilitando el capitalismo”. Es importante notar que en la visión de Bannon el trabajo juega el papel central, tanto en la conformación del mito o sueño americano y de los valores que se extraen de él —siguiendo con la ética protestante y el destino manifiesto— como en el plan que tiene para la administración de Trump, que literalmente está basado en la reconstrucción del país para generar millones de trabajos.
En una conferencia en el Vaticano en el 2014 Bannon habló sobre lo que considera que es la causa de la decadencia del capitalismo. El capitalismo que predomina, dice, “ha sido alejado de los fundamentos espirituales subyacentes en las creencias judeocristianas”. Bannon sostiene que las dos formas principales del capitalismo que existen en el mundo actualmente, la del capitalismo clientelar involucrado con el Estado y una otra forma que llama de la escuela objetivista o de Ayn Rand, han abandonado el fundamento moral. Este tipo de capitalismo atrae a los jóvenes bajo la noción de “libertad personal”, sin que se den cuenta de que están siendo tratados como mercancía.
Toda sociedad capitalista con valores cristianos, dice Bannon, debería preguntarse si es necesario “poner un tope a la creación de riqueza y distribuirla… ‘¿Cuál es el propósito de lo que estoy haciendo con esta riqueza? ¿Cuál es el propósito de lo que estoy haciendo con la habilidad que Dios nos ha dado?’”. Estas son las preguntas que este capitalismo iluminado por la moral judeocristiana debe hacerse.
Contra esta civilización se encuentra el Islam. “Es un tema desagradable pero estamos en una guerra frontal contra el fascismo yihadista islámico. Y está guerra está entrando en metástasis más rápido de lo que el gobierno puede manejarla”, dijo Bannon a una audiencia en el Vaticano en el 2014. El Islam estaría utilizando las mismas herramientas del capitalismo y la tecnología para imponerse a la civilización judeocristiana mayormente blanca (aunque Bannon dice que no es una cuestión racial).
Las cosas se vuelven aún más extrañas y confusas puesto que Bannon mantiene que el otro gran enemigo del pueblo estadounidense son los medios, que han formado una burbuja de realidad que promueve la ignorancia, el surgimiento de lo que llama la Generación Cero y la crisis de la cultura que da pie a este capitalismo que, en oposición al capitalismo iluminado, podría describirse como un capitalismo ignorante. La misma crítica que se hace en casi todo el mundo a Trump, a la extrema derecha y a sus votantes sobre creer noticias falsas y tener una visión casi psicótica de la realidad, Bannon la voltea hacia el establishment de los medios que siguen la pauta del New York Times. En sus primeros días en la presidencia Trump ha hablado de una conspiración de los medios en su contra y Bannon dijo hace unos días a un diario: "Los medios deberían sentirse avergonzados y humillados y cerrar la boca y sólo escuchar por un rato. Quiero que citen esto: los medios aquí son el partido de oposición. No entienden este país. No entienden que Donald Trump es el presidente de Estados Unidos". Estas declaraciones sólo pueden entenderse desde la estrategia que ha acompañado a la campaña Trump, de dirigirse siempre a los suyos sin importarles todos los demás. Lo importante aquí es reforzar solamente la creencia ya establecida de que existe una especie de conspiración y que los medios están coludidos con el poder financiero de Wall Street y las mafias políticas de Washington, no importa que sea o no verdad; ni importa tampoco lo que piense todo el otro (más del) 50% del país que no está con Trump (a ellos no les está hablando). Es en estas condiciones de guerra memética asimétrica que ha surgido el término de la “era de la posverdad”. En el documental HyperNormalisation, Adam Curtis habla de cómo en Rusia el gobierno ha instaurado un departamento de propaganda en el cual ya no sólo se generan teorías de la conspiración sino que en ocasiones él mismo gobierno se las atribuye, creando un estado en el que es imposible saber qué es verdad. Quizás no sea casualidad que Bannon ha elogiado la inteligencia de Putin en repetidas ocasiones. Esta "posverdad" es amplificada por el hecho de que los medios, acaso escandalizados por lo insólito del comportamiento de Trump y su igualmente insólito triunfo, están obsesionados con la personalidad de Trump y todo lo magnifican y distorsionan, cumpliendo en cierta forma la teoría de conspiración de Bannon y así, pulverizando la noción de la verdad.
Bannon se ha referido a esto como "la miopía de los medios” que publican sólo las historias que confirman sus propias perspectivas, lo que al final hace que les sea imposible entender lo que está pasando realmente. De aquí la sorpresa para muchos, incluyendo al equipo de Hillary Clinton, frente al triunfo de Trump. Exactamente este mismo argumento ha sido usado por expertos para explicar por qué las personas votaron por Trump: ya que los medios que veían y sus círculos en las redes sociales sólo les regresaban información de lo que ya creían, no salieron de la burbuja y no lograron entender que lo que Trump decía no era verdad o ver todos sus defectos de carácter. El detalle aquí, en la era de la posverdad, es que la verdad ya no importa, lo que importa en el mensaje es que empate con las emociones ya existentes —como el miedo o el enojo— y las catalice hacia una esperanza (real o ilusoria) de transformación.
Más allá de que el discurso de Bannon tiene muchos aspectos radicales que a todas luces preocupan (incluso se ha hablado de que estaría buscando una “guerra santa” ), es de mencionarse que fue capaz de ver la realidad del descontento del electorado y usarlo a su favor desde hace ya varios años; de crear, como estratega en jefe de la campaña de Trump, una especie de épica, una dialéctica, de polarizar y tocar los botones adecuados para capitalizar el descontento y renovar la idea del sueño americano. Bannon cita la teoría generacional del Fourth Turning (Cuarto Giro) de Strauss–Howe, la cual sostiene que cada 80 años hay una crisis que detona una transformación a nivel nacional en Estados Unidos. El momento prospectado del nuevo giro sería, obviamente, el actual. Es esta combinación de inteligencia e incluso instinto político con una cierta veta fanática religiosa lo que preocupa.
Michael Wolff dice sobre Bannon: “es él el visionario, son sus ideas las que cuentan en este momento”. De la misma manera que “Karl Rove era el cerebro de Bush”, Bannon “es el cerebro de Trump”. Wolff, sin embargo, no cree que Bannon sea quien manda sino que solamente aportaría la necesaria ideología para cumplir la voluntad de poder de Trump, quien no parece tener en sí mismo ninguna ideología, sólo el carisma, sólo el histrionismo y acaso la capacidad de conectar con la gente (especialmente con la gente perturbada por la situación política). Aunque es evidente que tiene una gran influencia en Trump (y que esta influencia genera alarma), también es cierto que hoy en día, en la era de los trending topics y la discusión superficial en las redes sociales, los medios toman cualquier cosa y la escalan a niveles exponenciales, como es el caso de los últimas horas con el hashtag #StopPresidentBannon.
Ahora bien, ¿qué tan peligroso es Bannon? ¿Es realmente fascista? Está por verse, aunque evidentemente el hecho de que crea que estamos ya en una guerra santa contra el Islam es inquietante, o que hace unos meses predijera que en los próximos 10 años Estados Unidos entraría en guerra con China por las islas del mar del Sur de China y que para este tiempo ya estaría involucrado en otra importante guerra en Medio Oriente. Los medios rápidamente mencionaron que cuando fue nombrado, su nombramiento fue celebrado por el Ku Klux Klan y grupos neonazis (lo cual no significa necesariamente que Bannon sea partidario de estos grupos; ha dicho "soy nacionalista, no nacionalista blanco", haciendo referencia a los grupos de supremacía blanca). Bannon, sin embargo, ha mencionado su intención de crear un movimiento global del Tea Party o de lo que llama centro-derecha (que se parece mucho a la extrema derecha), formando vínculos con un incipiente eje de extrema derecha que está tomando fuerza en países como Francia, Hungría o la India, entre otros. Habrá que ver hasta qué punto realmente se pone la ideología antes que el interés político, qué tanta fe o incluso fanatismo religioso xenofóbico tiene Bannon y si esto es más fuerte que el pragmatismo político que en buena medida ha sido lo que ha llevado a Trump al poder. Hasta el momento su propia visión radical ha sido provechosa, por lo cual es casi imposible determinar si se trata de una genuina filosofía o de marketing político y estrategia. Probablemente se trate de ambos, pero en el futuro tal vez sea necesario decidir y, al menos para Trump, probablemente el poder tenga mayor peso que la ideología.
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