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El budismo tiene una visión muy práctica para lidiar con demonios y apariciones que pueden estar perturbándote.

El universo budista, particularmente el universo del budismo tántrico, está poblado no sólo de budas y bodhisattvas, sino de toda una vasta serie de deidades y demonios. Sin embargo, a diferencia de religiones teístas en las que estas entidades tienen una existencia absoluta e independiente, en el budismo se ven estas deidades como co-emergentes, en relación siempre a la mente. Dice Thinley Norbu Rinpoche en su clásico White Sail: "Mientras que no creamos en nuestra propia naturaleza búdica, las proyecciones de la mente ordinaria de demonios y dioses seguirán ocurriendo, y creeremos que tienen una realidad objetiva y separada". En este sentido la naturaleza búdica es igual a la no-dualidad, a la conciencia primordial que reconoce todo lo que ocurre de manera integrada a su propia mente. "De la misma manera que un espejo límpido nos regresa nuestra propia imagen, aquel que ofrece, aquel que acepta el ofrecimiento y aquello que es ofrecido no son diferentes. Es por esto que se dice que la sabiduría es el despliegue de la sabiduría".

Thinley Norbu explica que las apariciones, circunstancias aparentemente objetivas, de demonios o de energía negativa que es reificada como una entidad sobrenatural son proyecciones kármicas de hábitos negativos que hemos apilado por numerosas vidas. Las personas que producen este tipo de fenómenos "sienten que estos demonios los están intentando lastimar y luego buscan detenerlos, escaparse de ellos o exorcizarlos. Al  no reconocer su propia naturaleza búdica, no ven que estos demonios son creados por su propia mente y son reflejados de regreso a ellos". Una lectura no dual, fincada en el vajrayana, del famoso episodio de la iluminación de Buda enfrentando al demonio Mara, nos diría que Mara es sólo un aspecto de la mente que se desdobla como una entidad independiente al no reconocer su propia budeidad, pero que una vez que se reconoce la no-dualidad, Mara se desvanece o pierde su poder. Uno se puede sentar tranquilamente a conversar con Mara, con los propios demonios.

Algo similar sucede también con fenómenos positivos que llaman "dioses supernaturales particulares", los cuales son resultado de hábitos positivos de proyecciones de múltiples vidas, según Thinley Norbu. Igualmente "al no reconocer su propia naturaleza búdica, no ven que estos dioses y diosas son creados por su propia mente y son reflejados de regreso a ellos". El extremo del eternalismo, que cree en la existencia de dioses eternos separados de la propia mente, luego culpa a estos dioses cuando no logra explicar circunstancias negativas que los afligen y entonces abandona a estos dioses. "Según el budismo, la negatividad no es creada por los dioses... se culpa a los dioses porque se cree que los dioses son creadores. Sin embargo, el pensamiento de que los dioses son creadores viene del creador que es la propia mente. Estas personas creen que el creador objetivo traicionó al creador subjetivo, porque creen que sus dioses los han creado a ellos ya sus circunstancias y así los hacen torturado y castigado. Pero abandonar a dios es solo el creador subjetivo traicionando al creador objetivo". Esta es la ilusión fundamental de la dualidad que reifica los fenómenos como objetos separados en torno a un sujeto; para el budismo vajrayana no existe tal dualidad, todo lo que experimentamos es resultado de nuestra propia mente, incluyendo dioses y demonios.

Es importante aclarar que el budismo no dice que los demonios y los dioses no existan, sino que estos sólo existen como nuestras propias proyecciones, resultado de nuestros hábitos, de nuestro karma. Pero en esto no son distintos al mundo material, a la realidad convencional que experimentamos diariamente, la cual también surge de nuestro karma, del substrato de nuestra mente; ni los dioses y demonios, ni las cosas que vemos a nuestro alrededor tienen una existencia absoluta, son sólo relativos y co-emergentes.  

Podemos ver la existencia del mal como resultado solamente de nuestra ignorancia de nuestra condición original, que es la naturaleza búdica. Como explica Thinley Norbu: "las apariencias dualistas se convierten en una forma de demonio". Aquello que en Occidente hemos reificado y llamado "el diablo" no es más que una proyección de nuestra percepción oscurecida por hábitos dualistas que pueden continuar por incontables vidas.

Siempre existe el mal causado por la energía dualista del ego. Al olvidar que todas las proyecciones, reacciones y contraproyecciones tienen su raíz en el ego, el mal parece proceder de afuera de nosotros de múltiples formas y sonidos. En realidad, el mal sólo aparenta tener una independencia externa, esto es debido a que uno olvida lo que el propio ego demoniaco ha creado al construir malos hábitos por muchas vidas, no reconociendo las propias proyecciones. 

En el tantra budista (vajrayana, sendero del diamante) se busca establecer una visión pura, esto es ver desde la perspectiva de un Buda. Se toma el fruto del sendero, el Buda que inevitablemente nos aguarda, el resultado de la práctica, como realidad actual. Este es el acto supremo de la imaginación divina. Se dice en el vajrayana que todos los fenómenos son transformados en deidad. "Según las enseñanzas del vajrayana la naturaleza búdica es llamada deidad de sabiduría nacida inherentemente. Esto es porque aunque los seres momentáneamente se ven oscurecidos por la mente ordinaria y no la reconocen, la deidad está dentro de la mente y en ningún otro lugar", dice el maestro Thinley Norbu.

Existen diversas prácticas tántricas para lidiar expresamente con "demonios" entre ellas el chö, y por supuesto el tantra esencialmente utiliza la visualización de deidades como cultivo de energía positiva en su transformación alquímica espiritual. Para concluir podemos decir que una forma para lidiar con demonios, apariciones y demás entidades es simplemente preguntándonos por su naturaleza, por su origen, de manera atenta sin fusionarnos cognitivamente con ellos. Entonces, según el budismo tántrico, reconoceremos que no tienen existencia independiente de nuestra mente, están vacías. Ocurre algo similar a cuando somos capaces de preguntarnos en un sueño si estamos soñando: al hacerlo lúcido todo asomo de terror se desvanece, ya que reconocemos que todo viene de nosotros.