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La cabellera del Sol: sobre "El demonio neón" (Nicolás Winding Refn, 2016)

AlterCultura

Por: Psicanzuelo - 09/17/2016

Mitología neón en cuento de horror gótico con tintes camp, que nos prepara para volver al inicio del tiempo

El danés Nicolas Winding Refn ha producido cintas en Hollywood que saltan un poquitín de lo que uno esperaría, pero ha encontrado capital para financiamiento una y otra vez, porque utiliza elementos de diversos géneros populares (cine de acción, cine de gangsters, etc.), y actores famosos como Ryan Gosling, con quien hizo un par de cintas como protagonista: Drive y Sólo Dios perdona. Cintas masculinas donde un hombre debe probarse como tal en algún momento de la trama, en un sentido completamente violento. Y fue así como Nicolas Winding Refn arribó a ésta industria, con una película de vikingos europea, y acompañado de un actor que sin duda es de los más masculinos que ahora trabajan en Hollywood, Mads Mikkelsen, que contra todos los pronósticos ha reinventado a Hannibal Lecter en la serie de televisión, logrando lo que parecía imposible de hacer: que nos comencemos a olvidar de la actuación de Anthony Hopkins en El silencio de los inocentes (Jonathan Demme,1991). 

Winding Refn arriesga más que nunca saltando a filmar una película femenina, mas no feminista, y todavía más violenta que toda su demás filmografía: El demonio neón. Un melodrama camp de horror gótico, muy disfrutable por su alto contenido estético, que la virtuosa fotógrafa argentina Natasha Braier ha declarado bajo la influencia de los artistas James Turrell y Guy Bourdin, principalmente. Hay comparaciones con la obra de Dario Argento (Suspiria), y con otros clásicos de los 80, pero en lo personal la película la vinculo bastante con una obra en específico del austriaco Ulrich Seidl, Modelos (1999), que sigue a cuatro modelos en Viena que han reforzado lo rubio de su cabellera con algo de peróxido y cocaína; no sólo por sus personajes de vanidades infinitas, sino por lo duro de sus encuadres que circundan a esta era del vacío. 

Jesse (Elle Fanning, hermana de Dakota) con desbordante belleza e inconmensurable inocencia, inicia una ruta de ascenso en el salvaje mundo de la moda, consiguiendo pronto quien tome su primer book de fotos, un poco gore, como un intercambio para salir de paseo a ver las estrellas, de la mano de Dean (Karl Glusman, el chavo caprichoso de Amor de Noé). Jesse viene desde abajo (Midwest rural) y vive en un sucio motel de esos que abundan en Sunset Boulevard, custodiado por un perverso Keanu Reeves. Una vez más queda claro que cada vez resultan más graciosos los roles que este icónico actor elije para encontrar una nueva personalidad que vaya más acorde con su edad. El capítulo entre Reeves y Jesse únicamente puede trascender la pantalla hacia el más grande de los homenajes en tres dimensiones a La mujer pantera/Cat People (1942), que de espíritu es la primer versión de Tourneaur y que en directo tiene más que ver con el remake de Paul Schrader, El beso de la pantera (1982). Las dos juntas son las que nos van a hablar de quién es el demonio neón tras la materialización de la sombra/deseo encerrado del puma en el cuarto de hotel de Jesse. 

Jesse conoce a la maquillista de muertas en vida y en muerte, Ruby (Jena Malone, que no tiene ningún tapujo en su elección de roles) o más bien la segunda la conoce a ella, quien la conduce a su funesto ascenso vertiginoso que no puede ser a otro sitio que a la fatalidad. Pareciera tener más que ver con el mito de Mitra, que con el mito de Narciso, que parece en una primer mirada superficial. La encarnación del Dios solar, Jesse (Yes=sí, e=eye, el ojo del sí), el toro de oro, rubia como los rayos que inundan el planeta, es prontamente atacada por las aves de rapiña/modelos veteranas (cuervos de oro) que la reciben en los primeros círculos del inframundo para devorarla (literalmente). El demonio neón es el dueño del mundo al que traspasa Jesse, que no puede ser otra cosa que un heroína trágica que rompe ese orden cósmico para entonar el ritual sangriento, que dará vida a un nuevo ciclo de oscuridad para la humanidad.

La oscuridad que inunda todo es comparable al trabajo fotográfico de Peter Deming de la mano del maestro David Lynch en una cinta como lo fue Carretera perdida (1997), con pasillos negros que cada vez se vuelven más negros según los deambulan los personajes. La geometría sagrada, en triángulos y demás formas, se van volviendo enlaces mágicos por medio del montaje. Los peinados comienzan a ser extensión de estas estructuras, llevando al espectador al centro del ritual cinematográfico. Tomamos conciencia durante la proyección de que hacen falta más que nunca este tipo de espectáculos que nos recuerden lo sagrado de la existencia humana, y cada vez pareciera que será más difícil de mirar cintas como ésta, que en los años 60 pululaban, lo que nos puede llevar a reflexiones sobre lo sagrado y su ubicación en esta era globalizada. 

Cabe mencionar que la música del compositor Cliff Martínez una vez más es esencial para la contundencia del universo creado, es básica para el camino que NWR ha elegido para transitar el fenómeno cinematográfico como cine americano, dotando de cierto tono unificador de cada película con paredes gelatinosas que congelan el tiempo, todo se vuelve cine infinito, más allá de una trama o un decorado, es simplemente luz reflejándose en la noche.     

Un trampolín en una alberca vacía, un cadáver que es maquillado para ser fornicado después, encuentran sus contrapartes en sesiones de foto; lo real está vacío porque se lo ha llevado el lente del artista que se ha vuelto un constructor de entretenimiento para las masas, anuncios de ropa ahora toman el lugar de vitrales en los templos, donde el centro ha dejado de estar ocupado por un dios hombre ascendido al firmamento. 

Puedes ver el teaser de la película aquí: 

https://www.youtube.com/watch?v=HH-srjX2H1c

 

Referencias:

http://www.eyeforfilm.co.uk/review/models-1999-film-review-by-michael-pattison

 

Twitter del autor: @psicanzuelo