Sin duda vivimos tiempos apocalípticos donde el fin de la civilización como la conocemos se plantea como una posibilidad cada vez más real. Los grandes imperios y civilizaciones del mundo han desaparecido en lapsos históricamente muy breves. Pensemos en Mesopotamia, en el vasto imperio de Gengis Khan, en los mayas o en el Imperio Romano, culturas que mutaron luego de llegar a un punto de no retorno y que se transformaron o desaparecieron sin casi dejar rastro.
Un estudio financiado por la NASA trató de determinar los factores que llevaron a las antiguas civilizaciones a su fin. Sus conclusiones tienen gran semejanza con la teoría marxista de la Historia, aunque no se haga mención explícita de ella: “Dos factores importantes parecen estar presentes en distintas sociedades que han colapsado: la escasez de recursos debida a la presión ejercida sobre la capacidad del entorno ecológico, y la estratificación económica de la sociedad en élites y masas.”
Según el estudio, la formación de élites resulta en un gasto exagerado y desperdicio de los recursos disponibles, lo que inevitablemente desemboca en hambruna entre el pueblo llano, que termina por rebelarse o emigrar.
Los investigadores utilizaron una fórmula llamada “dinámica humano-naturaleza” (o HANDY, por sus siglas en inglés), que involucra factores como tasa de natalidad, recursos, e ingresos de las clases que forman parte de la sociedad a estudiar, para crear una ecuación matemática consistente históricamente.
A medida que las sociedades se complejizan y se dividen en élites y masas, la distribución injusta de los recursos las lleva tarde o temprano al colapso; este colapso, sin embargo, es prevenible: según los investigadores, “el colapso puede ser evitado y la población puede alcanzar un estado equilibrado en su máxima capacidad de producción si la tasa de explotación de la naturaleza se reduce a un nivel sustentable y si los recursos son distribuidos equitativamente.”