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Vivimos en un mundo en el que se están tomando demasiadas fotografías, esto tiene importantes costos ecológicos y psicológicos

Una de las formas con las que los smartphones nos han enganchado es que nos permiten convertirnos en fotógrafos de nuestras vidas y ligar esta actividad con las redes sociales, donde podemos mostrar lo increíbles que somos, o donde podemos intentar crear la ilusión --con una buena cámara y algunos buenos filtros-- de que nuestra vida es atractiva. Esto ha hecho que  la cantidad de imágenes que generamos como sociedad haya llegado a cifras exorbitantes en los últimos años. La fotografía antes tenía la función principal de captar lo extraordinario, hoy parece que se trata de hacer que lo completamente ordinario e insignificante parezca extraordinario e interesante, utilizando todo tipo de técnicas de automarketing.

Existen numerosos efectos negativos relacionados a este hábito de todo capturarlo en una imagen. La profesora Linda Henkel de la Universidad de Fairfield ha encontrado que, de hecho, tomar fotos disminuye la capacidad de recordar detalles de un evento. Esto es por una parte por el esfuerzo de tomar la imagen, lo cual suele distraernos, pero también por la descarga que hace el cerebro al saber que el recuerdo está almacenado en una memoria externa y entonces no tiene que hacer un esfuerzo por aprehender lo que está sucediendo. (Henkel, por cierto, notó que este efecto es contrarrestado cuando se utiliza el zoom para enfocar un objeto a detalle).

El giro de la función de la fotografía como conmemoración de lo extraordinario hacia una forma de comunicación social, de cohesión entre grupos y conformación de identidad  --especialmente entre jóvenes-- no tiene que ser algo totalmente negativo. Evidentemente puede usarse como un medio de expresión estética. Sin embargo, esto es la excepción, ya que los ritmos de las redes sociales requieren una constante actualización y no un reposo y una reflexión --cosas necesarias para la interacción a través del arte.

Henkel recomienda, si no se es un fotógrafo profesional, que limitemos la cantidad imágenes que tomamos: "Si estás en vacaciones disfrutando de un sitio muy bello, toma un par de fotos, deja la cámara y disfruta del lugar". Además recomienda imprimir las fotos que tomamos para darles valor y quizás también para no abusar de los clics. Por otro lado, aunque es algo obvio, el hecho de mirar el mundo a través de un filtro nos separa de la experiencia inmediata y hacer las cosas para retratarlas y mostrarlas a los demás nos separa de nosotros mismos.

Lo absurdo a lo que ha llegado esto puede notarse al enterarse de que una universidad en Estados Unidos ofrece un curso en selfies en el que los estudiantes se toman autofotografías y analizan las de las celebridades; estudian, y esto no es broma, lo que puede descubrirse de una selfie que tomó Beyonce de sus pies. 

En la revista Wired, Rhett Allain ha hecho un cálculo  matemático de las foto que habrá tomado en 2020 si sigue capturando imágenes al mismo ritmo de incremento actual. Para ese año tendrá 119 mil imágenes en su computadora. Aquí puede verse la gráfica de cómo ha aumentado la cantidad de fotografías que saca (algo similar podría observarse en la mayoría de nuestros gadgets). Lo cierto es que tomar tantas imágenes es una pérdida de tiempo: ¿quién realmente examinará las 120 mil fotos que hacemos en nuestras vidas? Ni nosotros ni nadie, o quizás solamente una computadora para venderte algún tipo de producto utilizando un análisis de Big Data para entender mejor que tú lo que realmente quieres. Claro que si tomamos tantas fotos es más probable que entre ellas haya más dignas de mostrarse en nuestros perfiles de Instagram, Facebook, Snapchat, etc., pero entonces es obvio que estaremos viviendo para estas redes sociales y para mostrar una versión de nosotros editada y mejorada y, pues, no es necesario ahondar en todos los problemas que eso implica para nuestra verdadera felicidad. 

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Además, aunque puede que no sea uno de los principales motivos del cambio climático --si bien los metales raros de los gadgets sí tienen un efecto significativo-- las fotos digitales no son gratis, cada imagen tiene un costo eléctrico. Si utilizamos nuestro teléfono diario para sacar fotos, ello tiene un efecto considerable. Por otro lado está el costo de los servidores de sitios como Google Photos o Facebook. Creemos que toda la información digital que vamos apilando y que es mayormente insignificante no tiene ningún costo --la nube nos parece algo inmaterial-- pero esto es una ilusión. Para 2020 esto puede ser cientos de millones de dólares que podrían ahorrarse, ya que están almacenando data inútil --o sólo útil para las computadoras de Big Data que puedan obtener patrones para entender la conducta de los consumidores. 

Así que podemos concluir que es una práctica más sana ser más selectivo en las imágenes que tomamos para así no generar más información-basura y no desconectarnos de nuestra experiencia inmediata. Incluso, si hacemos menos fotografías es probable que pensemos menos en comprarnos nuevos gadgets y seamos menos víctimas de los artilugios que nos hacen ser, más que personas, consumidores.