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Las ciencias modernas son deudoras de los hombres y mujeres que exploraron las fronteras del mundo físico y metafísico a través de lenguajes iniciáticos y prácticas precientíficas. Estos museos celebran su legado y su mística

Praga fue el epicentro de una de las mayores --y más secretas revoluciones-- de la Historia, en gran parte a través de la corte del emperador Rodolfo II, quien desde finales del siglo XVI nutrió un ambiente hospitalario para la magia, la astronomía y el conocimiento de lo oculto, sin olvidar por ello a los artistas y científicos.

Debemos recordar que la especialización del trabajo no era entonces lo que es hoy, y en especial un alquimista era un hombre (o mujer) con enciclopédicos conocimientos en el orden de lo natural y lo sobrenatural. Había que tener presentes los sueños, las enseñanzas de los iniciados del pasado, y estar atentos siempre de no contravenir demasiado abiertamente los dogmas del cristianismo, so pena de terminar en la hoguera. Un precio justo por la búsqueda del oro alquímico, la piedra de la sabiduría que muchos confundieron con la de la locura.

Es para celebrar el espíritu cosmopolita e indómito de los alquimistas que la ciudad ha establecido sitios como el Museo de Alqumistas y Magos de la Vieja Praga, o el Speculum Alchemiae Museum, que aunque parecen un tanto teatrales en sus montajes no dejan de ser experiencias entretenidas e inmersivas en la mística de la investigación alquímica y nos permiten observar el taller-laboratorio de estos artesanos del alma a través de objetos, libros y en general un ambiente que no podemos sino adjetivar como "mágico".

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(Vía Dangerous Minds)