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La sed de venganza puede ser dulce o amarga y servirse fría, pero nunca será capaz de saciar verdaderamente el deseo que le dio origen a través de la represalia

La venganza es algo difícil de definir: es una emoción compleja, que busca una satisfacción fantástica para reparar una falta del pasado, pero las raíces de esa intención nacen podridas y, según un nuevo estudio, acaban por volverse en nuestra contra.

Fade Eadeh es un doctorando en ciencias psicológicas y cerebrales en la Universidad Washington en San Louis, y su tema de estudio es la venganza. Su investigación podría abordarse lingüísticamente: ¿la venganza es dulce o amarga? "Ambas", dice Eadeh. "Amamos la venganza porque castigamos a la parte que nos ofende y la odiamos porque nos recuerda el acto original".

Ese acto original no es otro que el que nos hace sentir "sed" de venganza. Pero si la venganza fuera de agua, sería un agua que no sacia su propia sed, sino que la produce. Para su estudio, Eadeh y sus colegas pidieron a una serie de voluntarios que leyeran diferentes pasajes de dos textos, uno de los cuales habla sobre la captura y asesinato de Osama bin Laden (y que trata la información como una "represalia" por los eventos del 9/11), y otro texto inocuo sobre las Olimpiadas. Luego les pidieron medir sus reacciones a ambos textos en una escala de adjetivos ("molesto", "indignado", "triste", etcétera).

Después de varios ajustes y cambios en las herramientas lingüísticas en las que se mide la investigación (puesto que se trata de encontrar alguna medida verbal y finita para algo que cada persona puede experimentar con ligeras variantes no verbales e infinitas...), los investigadores llegaron a la conclusión de que la gente que se sentía más "vengativa" no se sentía mejor respecto al acto original a pesar de que, en muchos casos, esos estados de ánimo podían generar sentimientos positivos, como el de sentir que se había hecho justicia para las víctimas.

Para entender bien esto hay que hacer una breve distinción entre "emoción" y "estado de ánimo". A pesar de que a veces se utilizan como sinónimos, una emoción suele ser pasajera aunque potente, y un estado de ánimo se instala durante algún tiempo, aunque su intensidad es menor. En las conclusiones, Eadeh señala que:

Nuestro estudio muestra consistentemente que las consecuencias emocionales de la venganza vienen mezcladas, puesto que nos sentimos tanto bien como mal cuando nos vengamos de la contraparte. Esto contradice algunas investigaciones anteriores sobre el tema, de nuestro propio laboratorio y de otros, en que la venganza es una experiencia completamente negativa.

Los sentimientos "positivos" de la venganza pueden darnos la sensación de que se ha corregido una injusticia o de que hemos castigado a quienes se lo merecían; pero esta lógica de superhéroe no toma en cuenta que las "represalias" no pueden hacer nada para cambiar el pasado y sus consecuencias emocionales. "En nuestro estudio, hallamos que los estadounidenses a menudo expresan gran satisfacción por la muerte de bin Laden, presumiblemente porque terminamos con la vida de una persona que era la mente maestra detrás de una organización terrorista".

Sería interesante que la psicología pudiera complejizar la venganza con las posibilidades del arte. ¿Qué nos puede enseñar al respecto El mercader de Venecia de Shakespeare, El conde de Montecristo de Dumas hijo o la reciente Incendies de Wajdi Mouawad?, ¿o películas como Sympathy for Mr. Vengeance, OldboyV for Vendetta Kill Bill? Los ejercicios de venganza en realidad condenan al justiciero a vengar interminablemente ese "acto original" que inaugura el festín de violencia. Una verdadera sed de justicia debería partir de una motivación de reparación (aunque esto implique aceptar que al menos en parte las ofensas pasadas siempre son irreparables) y no de fantasiosas represalias.