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El brutal aparato de censura soviético eliminaba todo lo que consideraba "peligroso", así que los artistas de la época se refugiaron en el surrealismo y la abstracción para expresarse

En la Unión Soviética, la censura de parte del Estado era sistemática y tenía como objetivo erradicar todo tipo de materiales “peligrosos”, al menos de acuerdo a la ideología del Partido Comunista de la Unión Soviética, el cual contaba con diferentes departamentos estatales especializados. Uno de ellos censuraba los materiales impresos, incluyendo los materiales de ficción o poesía, otro se encargaba del material cinematográfico y finalmente también había uno a cargo de las emisiones de radio y televisión.

Esta aplastante maquinaria de censura definió de muchas formas el material creativo que podía salir a la luz, de tal manera que los más celebrados animadores de la Unión Soviética también tuvieron que enfrentar el peligro de censura y esto ocasionó que se orientaran más hacia la abstracción. Fue en la década de 1930 que el gobierno estableció la compañía cinematográfica Soyuzmultfilm, para que absorbiera a la industria en una suerte de monopolio y con ello la animación soviética empezó a desarrollarse. Hasta ese momento todos los motivos estaban inspirados en temáticas y contenidos occidentales, así que incluían caricaturas de animales con algunas características humanas --tales como la capacidad de hablar-- que eran sumamente parecidas a lo que estaba desarrollando Walt Disney al otro lado del océano Atlántico. 

Pero el inicio de la Guerra Fría provocó un cambio radical en estas tendencias, ya que fue en este período cuando los creativos se alejaron de los motivos occidentales. Atrapados entre los conflictos sociopolíticos y la censura del Estado, que siempre estaba dispuesta a calificar una pieza como inadecuada ideológicamente, los artistas se aventuraron cada vez más en la abstracción y la psicodelia. Estas son cinco sorprendentes animaciones que quizá deberías ver antes que tus hijos.  

 

1. El puercoespín en la niebla (1975)

Este film de Yuri Norshtéin es legendario; recibió los más grandes honores en la Unión Soviética, pero también fue aclamado por la crítica internacional. Norshtéin mismo dijo: “No hay intriga en la acción, no hay dinámicas en la acción. Parece que El puercoespín en la niebla fue una ocasión feliz en la que todos los elementos simplemente cayeron en su lugar”. El comentario, por cierto, parece un buen ejemplo de las ambigüedades que estaban acostumbrados a manejar los artistas en sus comentarios públicos por temor a ser acusados de inapropiados o sediciosos. Sin embargo, el refinado aspecto visual de esta animación deja claro la excelencia de su trabajo. 

 

2. El cuervo de plastilina (1981)

En este corto, el narrador parece estar cantando una canción basada en la adaptación poética de Iván Krylov de la fábula de Esopo conocida como “El cuervo y la zorra”, pero no parece poder recordar las palabras. La moraleja original de esta historia se refería al peligro de confiar en la adulación; ha sido compactada y reducida a una serie de instrucciones en ciertas partes de la película. Hasta aquí todo parece muy normal, sin embargo los personajes se transforman unos en otros entre cada escena y lo que parece estar pasando en cada cuadro es más surreal que lógico. 

 

3. Bajo la lluvia del año pasado (1983)

Esta caricatura es sobre un hombre tonto, flojo y ambicioso que va al bosque a buscar un árbol para Año Nuevo, pero en el camino se cae en un pozo de sus propias fantasías sobre riquezas sin fin. Para cuando sale con el árbol ya es primavera y tiene que llevarlo de vuelta al bosque. El reconocido director a cargo de este film, Alexander Tatarsky, dijo alguna vez que realizar este trabajo le había provocado algo parecido a un ataque cardíaco al enfrentar la posibilidad de ser censurado. De acuerdo con Tatarsky: “Ellos dijeron que era irrespetuosa con el pueblo ruso. Ellos dijeron: 'Sólo tienes un personaje, un hombre ruso y es un idiota'”. Sin embargo, logró salir al público.  

 

4. Quién dirá una fábula (1982)

Esta es una de varias caricaturas armenias que se volvieron populares por su estilo surrealista. La historia es sobre un zar que a causa del aburrimiento le pidió a su consejero que le sugiriera ideas para entretenerse, de tal manera que este último anunció un concurso donde la gente debía contarle fábulas al zar. Luego la lógica del argumento se tuerce y deja de ser tan normal, pues al consejero se le ocurrió la idea de que si el zar decía “No lo creo, no es verdad”, él tendría que darle a esa persona la mitad de su reino. Si, por otro lado, el zar decía que creía la historia, entonces se volvería el beneficiario de la riqueza del ciudadano. Sobra decir que las fábulas son raras y vívidas. 

 

5. ¡Un pez que habla! (1983)

Esta película es una celebrada pieza de Armenfilm que resulta sumamente psicodélica. Empieza con un pescador que captura un pez, quien empieza a hablarle para pedirle que lo regrese al agua. El guión guarda similitudes con el famoso relato de Pushkin “El pescador y los peces dorados” y promueve un mensaje de bondad, pues ésta siempre vuelve a quien la ejerce.