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Una cultura altamente competitiva y expectativas poco realistas respecto a sí mismos produjeron una generación de jóvenes talentosos que no se sienten satisfechos en el mundo laboral

De acuerdo con una encuesta de la Organización Gallup, los millennials —el grupo poblacional que, dependiendo de qué fuente consultes, nació entre finales de los 70 y finales de los 80— en Estados Unidos conforman la demografía menos satisfecha con sus empleos. Según esta encuesta 28.9% se sienten comprometidos con su trabajo, mientras el 71% restante no se siente de ese modo. Esto plantea tanto un problema como una oportunidad para los empleadores actuales, lo cual comienza por conocer un poco más acerca de las motivaciones de los millennials —pero también invita a una reflexión autocrítica acerca del mundo en que este grupo creció y sus expectativas a futuro.

Los millennials no vivieron en un mundo devastado por guerras y hambrunas —a pesar de que éstas aún existen, de este lado del mundo sólo se ven por televisión o como parte de una realidad lejana y distante. La vida de los adolescentes y los jóvenes adultos en los países en vías de desarrollo y en los desarrollados ha sido relativamente sencilla si la comparamos con la de su grupo etario en otros momentos de la historia, cuando debían pelear en conflictos bélicos, se veían desplazados por motivos de raza o religión o simplemente cuando la humanidad entera contaba con una expectativa de vida mucho menor a la actual.

Los millennials, además, conviven en interfaces electrónicas inéditas antes del siglo XXI y la relación constante con Facebook, Snapchat o Instagram supone un entorno de realización y competencia que crea una capa extra de expectativas, la cual trae consigo una nueva serie de decepciones.

Está demostrado que pasar mucho tiempo en Facebook puede ser dañino para la autoestima, pues el usuario se la pasa comparando su vida (conscientemente o no) con la de sus contactos. De este modo, no es ninguna sorpresa que los millennials sean un grupo especialmente propenso a sufrir ansiedad y depresión clínica.

Según el periodista Peter Economy (sic), parte de la insatisfacción de los millennials subyace en la diferencia entre sus expectativas y la realidad. Puesto que han crecido en una cultura que fomenta el logro personal, la competencia y donde el valor máximo reside en alcanzar los propios objetivos (“sueños”) a cualquier costo, los jóvenes no se toman bien las decepciones de la vida, como el rechazo laboral o sentimental, el cual tienden a vivir como una tragedia de proporciones catastróficas.

En lo que concierne específicamente al mercado laboral, Economy afirma que los millenials ingresan “sin preparación para el rechazo, sin querer creer que sus solicitudes no van a destacar de entre una pila de ellas. Ellos entran creyendo que, de alguna manera, ellos son quienes están destinados a la grandeza”.

Puesto que están acostumbrados a la aprobación rápida y efímera del like y el share, los millennials no tienen una disciplina ni constancia de trabajo, ni son capaces de verse —no siempre, pero en general— como parte de una fuerza plural de trabajo, lo que explica también su incapacidad de organizarse para exigir condiciones laborales por las que sus padres y abuelos lucharon y dieron por sentadas. Abundan los freelance, quienes creen que son libres por no tener que trabajar desde una oficina, pero no ven como una forma de opresión no tener seguro para el retiro, seguro médico o prestaciones que en el siglo pasado fueron un imperativo social.

La diferencia entre el autoconcepto y la realidad en que viven y trabajan produce una generación cuyo desencanto puede verse reflejado en el de la Generación X, descrito de manera contundente por Douglas Coupland en el libro homónimo, o en algunos párrafos del ya clásico Club de la pelea de Chuck Palahniuk: confunden ser con tener, y tener con parecer. Al dudar de sus propias capacidades —las cuales nunca han tenido que poner a prueba, pues su entorno familiar y escolar sólo les ha hablado de “luchar por sus sueños” y no de construir un sueño colectivo— los jóvenes tienden a sentirse decepcionados de sí mismos cuando la realidad no funciona como ellos esperan, lo que puede llevar a comportamientos autodestructivos o a sentimientos negativos.

Como dice Economy, la ambición y los sueños idealistas no son necesariamente cualidades negativas, pero haríamos bien en no confundir nuestras expectativas con la realidad (no importa qué edad tengamos). Si bien es cierto que conocer y desarrollar nuestros talentos puede ayudarnos a tener mayor satisfacción en el trabajo, también debemos aceptar que vivimos en un mundo con una densidad de población mayor a la de cualquier otro momento en la historia del planeta, y aunque pensemos que cada uno de nosotros es un hermoso y único copo de nieve, la verdad es que hay otros 7 mil millones de copos de nieve. El rechazo no es igual al fracaso y mientras mejor calibremos nuestras expectativas para no confundirlas con la realidad podremos soportar mejor el rechazo y desarrollar resiliencia, que es la capacidad para sobreponerse a las decepciones que a menudo da la vida.