Físico explica el entrelazamiento cuántico como la unidad inmanente y trascendente de la conciencia
AlterCultura
Por: Joaquín Betel - 06/02/2016
Por: Joaquín Betel - 06/02/2016
El físico teórico Amit Goswami es uno de los pioneros en discutir la intersección entre la mecánica cuántica y la espiritualidad, promoviendo la exploración de "una ciencia dentro de la conciencia". Su visión no-dual de conciencia lo acerca al vedanta y al advaita, si bien tiene una considerable formación científica, habiendo sido profesor de la Universidad de Oregon por cerca de 30 años. Es autor del seminal The Self-Aware Universe, libro en el cual interpreta algunos de los descubrimientos más controversiales de la física cuántica resolviendo el problema del observador (que afecta lo observado en un experimento) desde la noción de que la conciencia es tanto el observador como lo observado por lo cual no hay dualidad y entonces tampoco hay un "problema" como tal.
El doctor Goswami estará impartiendo un seminario en la Ciudad de México a principios de julio y pudimos hacerle llegar una pregunta, a la cual contestó con una explicación maravillosa. Le preguntamos sobre su interpretación del entrelazamiento cuántico, el fenómeno de comunicación entre partículas que parece violar las leyes de la física, ya que ocurre instantáneamente sin importa la distancia que separa a las mismas. Esto ha generado algunas interpretaciones que sugieren la existencia de un dominio que trasciende el tiempo y el espacio.
A continuación la respuesta del doctor Goswami:
Las tradiciones espirituales siempre están hablando sobre la trascendencia y la inmanencia. La trascendencia es algo que los diccionarios definen como lo que está más allá y lo inmanente es lo terrenal... a veces se asocia lo trascendente con el cielo.
¿Pero qué es un dominio más allá de la realidad? La existencia de esto es debatible para la visión científica. Así que la ciencia y de alguna manera también la religión han interpretado lo trascendente como el espacio exterior. Este debate ha sido más o menos ganado por la ciencia en tanto que no ha encontrado nada espiritual en el espacio. Sin embargo en la física cuántica esto cambia, en la mecánica cuántica desde el principio tenemos la idea de que los objetos son probabilidades, y luego surge la pregunta de qué es lo que decide qué probabilidades aparezcan.
Un experimento en 1982 [experimento de la doble rendija de Alain Aspect] mostró que realmente sí existe un dominio más allá del tiempo y el espacio, que puede ser definido como diferente al espacio y el tiempo ¿Qué tan diferente? Pues en el tiempo-espacio la comunicación siempre procede a través de señales, las cuales deben moverse a un límite finito, esto es la velocidad de la luz. Así que la comunicación siempre tarda un cierto tiempo, los objetos están separados uno del otro. Pero en ese dominio que en la física cuántica se llama no-localidad, no hay tiempo para una comunicación, la comunicación es instantánea.
Así que para no entrar en conflicto con la ciencia debemos concluir que lo que ocurre es comunicación sin usar señales, y cuando te comunicas sin usar sin señales esto significa que te estás comunicando contigo mismo. Esto significa que el dominio trascendente de la realidad es de hecho sólo la unidad, la unidad de la conciencia que siempre han postulado las tradiciones espirituales. Así tenemos una bella forma de entender la trascendencia.
Sin duda una bella explicación al problema que ha sacado de quicio a físicos como Einstein, que llamó a este fenómeno "acción fantasmagórica a distancia" (spooky action at a distance). En términos de Goswami este problema de explicar la distancia y la aparente violación del límite de la velocidad de la luz se anula en que todo ocurre dentro de un dominio (la no-localidad) que es a la vez trascendente e inmanente, como si todo fuese un único ser: la conciencia misma, el espacio fundamental donde todo ocurre, donde la distancia, la separación y el movimiento son parte de un divino juego de ilusionismo (las partículas entrelazadas en realidad son la misma). De aquí se desprende que la conciencia no es una propiedad emergente de la materia sino la realidad más profunda y fundamental del universo.