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“Comprender la vida es comprendernos a nosotros mismos”, advertía Jiddu Krishnamurti

El mundo es tal como es por que nosotros somos tal como estamos. Es sencillo, es. Somos (en) un universo de espejos fractales donde nada puede haber afuera que no hay adentro. Todo como exquisita manifestación de un mismo Uno desdoblado al infinito, en infinidad de formatos.

Lo sabemos, pero se nos olvida.

Desde el momento en que nacemos nos vemos expuestos a construcciones lingüísticas que definen nuestra realidad. Sucumbimos poco a poco a la programación específica de nuestro entorno, abstrayendo de él, cada uno, una realidad. Aprendemos a conectarlo todo con símbolos, esos que vamos coleccionando como arquetipos a lo largo de los años, y eso lo asumimos como realidad inquebrantable.

Nos llenamos de ruido y así vamos perdiendo el poder de la escucha.

La contemplación pesa, cada día más.

Empezamos a buscar para huir de lo que es, inculcados a siempre querer más. Proyectar en el mañana parece ser lo que nos rige desde que tenemos uso de lógica. Confundimos movimiento con actividad, siempre hay que estar haciendo algo. El tiempo no se puede perder y la materia se tiene que acumular. Vamos dejando de lado la responsabilidad, esa que intuimos detrás de todo el ruido, esa que reconocemos a través de la meditación. La responsabilidad de sernos, de  sabernos, de asumirnos tejedores de nuestro entorno, a la par que somos el tejido.

Es tan sencillo, que se nos enseña a complicarlo.

La realidad es lo que hacemos, lo que sentimos, y también lo que pensamos. Es todo eso que percibimos, porque eso somos. Es una apuesta, una exquisita proyección de eso que brotamos y multiplicamos. La vida es, sólo una manera de experimentarse, en la constante revolución interna que genera el cambio constante.

“Comprender la vida es comprendernos a nosotros mismos” (Jiddu Krishnamurti).

Eso es lo que todos estamos haciendo aquí, ahora. El universo es un proceso, una constante iniciación, diría Robert Anton Wilson. Nadie nos dijo que sería fácil. De hecho nadie sabe de qué se trata, todos estamos en lo mismo, a todos nos afecta la propaganda del pasado. Sólo se puede realmente creer en uno mismo, en ese uno que se percibe antes de cualquier interpretación.

Somos lo que somos, hoy. Lo bueno y lo malo sólo productos de una mente que juzga según un sistema de creencias preestablecido que hemos decidido en algún momento incorporar. Al nacer un acto de silencio y escuchar, podemos distinguir y ubicar lo que somos, y cómo vamos mutando, más allá de lo que proyectamos. Y ahí, podemos escoger asumirnos un experimento y liberarnos de cualquier creencia. Nos disolvemos en la inmensidad, y logramos ser independientes de nuestra reacción, inmediata. Nos tomamos el tiempo/espacio de alinear nuestra acción con el corazón, ese caleidoscopio que todos llevamos dentro. Nos asumimos responsables del gran acto mágico que es la realidad y nos dedicamos a nacernos, una y otra vez. Constantemente renovados, brotando desde un mismo centro, ese que es vacío, y todo lo engloba.

Siendo lo que somos, aprendemos a caminarnos, y asumimos cada acto, como una ofrenda.

 

Twitter de la autora: @ellemiroir