¿Puedes imaginar el primer acto sexual en el planeta? Tal vez imaginas a un prototípico Adán y a una Eva en el Edén, en un ardiente abrazo carnal bajo el árbol de la vida. No: en cambio, el abrazo informático y biológico de dos bacterias en un remoto origen.
Así describe Jill Neimark el primer acto sexual (que además, para encender el candor biológico, fue sexo mutante) en un interesante artículo sobre la función evolutiva del sexo:
Alrededor de 2 mil millones de años atrás, dos procariontes --dos bacterias borboteando en la sopa primordial de la vida-- se unieron en lo que debió de haber sido el acto sexual original. Una invadió a la otra. Una comió, la otra fue comida, y ambas vivieron para contar la historia. Se fusionaron y con el tiempo, crearon algo asombrosamente nuevo. La invadida --la que fue comida-- evolucionó a ser una pequeña pero poderosa mitocoondria a lo largo de pocos millones de años. La otra evolucionó a ser un núcleo mucho más grande.
Esta es la endosimbiosis que está en el origen de la vida de los eucariontes. No sólo estamos conformados por un 90% de células bacteriales que forman nuestro microbioma; las células animales también tienen este origen dual bacterial. Las bacterias que ahora son las mitocondrias producen la energía que permite la explosión de la vida compleja en este mundo
Las mitocondrias, que son los motores biológicos, tienden a una serie de mutaciones erráticas, lo cual sin embargo es compensado por la reproducción sexual, que en un principio no parece ser una forma eficiente de reproducirse pero que permite la más rápida recuperación en los errores genómicos de las mutaciones. El sexo es un mecanismo de adaptación. El sexo y el amor son ciertamente dos cosas distintas, pero comparten tal vez un remoto origen, en un acto primero y en un deseo, luego, de convertirse en el ser que se desea, de hacer que dos sean uno.