*

Según Leonardo, la vida permanece latente aun en los cuerpos muertos. Incorporarlos ritualmente al flujo de la vida era parte de las creencias médicas y mágicas de muchos pueblos y culturas (y no en una antigüedad remota)

 

Saturno devorando a un hijo, Francisco de Goya, 1819

Francisco de Goya, "Saturno devorando a un hijo" (1819)

Cuando pensamos en caníbales e ingesta de carne humana a menudo vienen a la mente escenas de Hannibal Lecter, leyendas de tribus perdidas en el Pacífico que devoran a sus enemigos y otra serie de referencias atravesadas por el tamiz de la ficción y la fantasía. El canibalismo es uno de los temas tabú por excelencia, pero durante mucho tiempo fue parte integral de las prácticas mágicas y médicas de muchos pueblos.

Aunque los sarcófagos más famosos sean los egipcios, la palabra es griega: proviene de sarkós, carne, y phagein, el acto de comer. La palabra "mummy" (momia) aparece en numerosos textos ingleses del siglo XVII, desde John Donne hasta William Shakespeare y Edmund Spencer. Su significado se ha oscurecido con el tiempo, pero según investigadores como Richard Sugg, "mummy" es un pedazo de carne, hueso o tejido humano de algún tipo, utilizado en medicina o magia. Tal vez por eso durante estos siglos se dio un auge inusitado de robo de tumbas, entre las cuales estuvo la del mismo Shakespeare.

La ingesta de sangre humana suele relacionarse con prácticas vampíricas, pero durante las ejecuciones públicas del Renacimiento los pobres se acercaban a beber copas de sangre de ejecutados por una módica suma. Según Sugg, "el verdugo era considerado un gran curandero en los países germánicos". Paracelso recomendaba beberla fresca, pero existieron recetas que enseñaban a conservarla en forma de ungüento o mermelada para tratar problemas circulatorios. Bajo la misma lógica (descrita por Sir J. G. Frazer como "magia simpática"), un fragmento de cráneo diluido en alcohol podía aliviar la jaqueca, así como la ingesta de testículos podía aumentar la potencia sexual de los hombres.

Otra explicación de la ingesta de carne y restos humanos está en que para la medicina de la Edad Media y el Renacimiento, el espíritu era parte de la fisiología: las partes del cuerpo están ligadas al alma aun después de la muerte. Por ello, Leonardo da Vinci escribió que "preservamos nuestra vida con la muerte de otros. En una cosa muerta la vida insensata permanece y cuando ésta se reúne en el estómago de los vivos, recobra sensibilidad y vida intelectual".

En las culturas nativas de América la carne humana es también alimento de los dioses, y los sacrificios humanos tenían un sentido celebratorio más que mórbido, como fue presentado por los evangelizadores durante la Conquista. En América como en Asia, no era extraño que los ritos funerarios involucraran la ingesta de partes del cuerpo de los familiares muertos. Según la investigadora Beth A. Conklin, el canibalismo en América se diferencia de los europeos precisamente porque predominan las relaciones de parentesco, mientras que en el viejo continente la ingesta de carne era vista como algo impersonal, valioso por los atributos (¿fetichizados?) de la sangre o los huesos vistos como ingredientes mágicos, aunque meramente instrumentales, sin importar la relación de parentesco entre quien come y quien es comido.

La práctica cayó en desuso paulatinamente durante el siglo XVIII, aunque los remedios que incorporaban partes del cuerpo siguieron vigentes (y no regulados legalmente) hasta principios del siglo XX. Cuando la ciencia separó lentamente la medicina del sustrato mágico probablemente perdió una importante fuente de sentido ritual, pero ganó en especificidad y efectividad: la transfusión de sangre y el trasplante de órganos son formas sublimadas de resurrección en las cuales un cuerpo incorpora (aunque sin comérselo) partes de otro cuerpo como si fuera suyo.

 

(Con información de Smithsonian)