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La veneración a la vida a través de la adoración al Sol

Por: Luis Alberto Hara - 12/04/2015

Desde los comienzos del hombre, el astro solar ha fungido como eje y destinatario de incontables rituales

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El recordatorio más claro de que el ser humano y su entorno circulan en ciclos es el avistamiento de la salida del Sol, su permanencia y cambios durante el día hasta su acaecimiento.

El comienzo en un punto de luz, la expansión del punto en sus rayos, el desprendimiento de las áreas, la disolución hasta la extinción, el punto de luz añeja que se resguarda. La culminación del ciclo. La serpiente que se alcanzó la cola. El fin.

A lo largo de la historia diversos grupos y civilizaciones han rendido culto al gran astro. En el Litha o solsticio de verano, el Sol está en su punto más alto en el cielo. Muchas de las culturas antiguas creen que es un día significativo. El concepto de veneración al Sol es tan antiguo como la humanidad. Para los pueblos que vivían de la agricultura, o viven, mucho se determina y explica debido a la influencia del Sol.

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 Egipto

Los egipcios veneran a Ra, el dios del Sol. El rey de los cielos que hacía crecer la siembra; el patrón de los faraones. De acuerdo con la leyenda, cada día Ra nace para realizar un viaje a través del cielo, montado en la Manjet o “barca de millones de años”, navega a través de las 12 provincias que representaban las 12 horas de luz. Se pensaba que al final de cada día Ra moría embarcándose en otro viaje, el de la noche o Auf, cuya traducción es “difunto", y el barco se llamaba Mesektet o “barco de la noche”.

Grecia

Los griegos honraban a Helios, que era el hijo de dos titanes: Hiperión y Tea. Le describen como un joven bello, coronado con la aureola del Sol. Diario recorría los cielos en su carruaje tirado por los toros del Sol o por cuatro corceles que arrojan fuego de las fauces, en un recorrido que dictaba el inicio y final del día. Helios se casa con Clímene y nace Faetón, quien intenta conducir el carruaje de su padre y se precipita sobre la tierra incendiándola.

Nativos americanos

En las culturas nativas americanas, como los iroqueses, al Sol se le reconoce como una fuerza de vida. Diversas tribus realizan una danza al Sol cada año para renovar la relación que el hombre tiene con la tierra, la vida y la temporada de siembra. En las culturas mesoamericanas, el astro era asociado con el reinado: muchos de los reyes aclamaban ser acreedores de derechos divinos por ser descendientes del Sol.

Persia 

Como parte del culto a Mitra, divinidad masculina que simbolizaba la luz y la verdad y era protector de los hombres, los persas celebraban el alza del Sol cada día. Se estipula que la historia de la resurrección de Cristo fue ideada a partir de la leyenda de Mitra. Uno de los rangos más altos que se podían adquirir en un templo de veneración a Mitra era volverse un heliodromus o cargador del Sol.

Ecuador 

Actualmente en Ecuador se llevan a cabo rituales, danzas, cánticos y música con vestimentas y productos que identifican al mundo andino en agradecimiento al Sol y a las cosechas, durante el inicio de la Inti Raymio Fiesta del Sol, que ocurre el 21 de junio.

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 México

Según los antiguos mexicanos vivimos en la era del Quinto Sol, bajo el signo de Xiuhtecutli. El Quinto Sol es un mito mesoamericano sobre la creación del mundo, el universo y la humanidad. LaTtierra ha pasado por cinco etapas diferentes desde su creación, regidas cada una por un sol. Según los aztecas existieron cuatro soles o edades antes que la nuestra, cada una de las cuales finalizó con grandes catástrofes naturales que diezmaron a la humanidad.

El ciclo

Uno de los únicos ciclos con los que actualmente continuamos alineados es el del Sol. Renacemos con un “nuevo sol” cada día, morimos a la caída del astro y volvemos a la mañana siguiente. El ser humano cree lograr vencer la inmortalidad cuando se mantiene despierto y logra ver el siguiente sol sin haber conciliado el sueño, una presunción que se rompe una vez que se siente invadido por el cansancio y se convence de que es necesario ir a la cama para abstraerse y regresar, para sincronizarse con la energía que ese mismo sol arroja.