Todo el drama de la vida en el planeta se despliega a nuestro alrededor como una partitura de diminutos espíritus. Los tibetanos les llaman “dralas” y los describen como si fueran fantasmas individuales que se asoman desde los elementos de la naturaleza para recordarnos a la naturaleza misma. Es decir, cuando el agua nos recuerda al agua, la flor a la flor y sentimos que estamos “conociendo” a esa agua, a esa flor en particular como un escalofrío. Para los chamanes, estos “manes” de la naturaleza son espíritus, y los reconocen por su poder anímico y medicinal.
Ahora, los “dralas”, o “espíritus”, como toda la elegancia fenoménica del mundo, requieren de nosotros para manifestarse. Pero aún más, para quedarse en su lugar. Muchos herbolarios, por ejemplo, dicen que el espíritu de la planta es escurridizo como lo sería un duende, quizás, que juega con nosotros siempre y cuando estemos en su tono de realidad. “Como cuando atrapas luciérnagas”, dice la herbolaria Ashley Litecky Elenbaas, “su magia rápidamente se desvanece si las colocas en un frasco, una botella o tu bolsillo”. Pero hay maneras de atrapar el elusivo espíritu de una planta para que pueda ejercer su magia en nuestro cuerpo y nuestros espacios. Lo mejor es que los “pasos a seguir” que comparte Elenbaas son en sí como un cuento de hadas trasladado a la práctica, o como una de las canciones que cantaría Alicia en su país de las maravillas, cuyo tono y ritmo invocan ya a toda una población de seres intangibles que, si uno los percibe, encantan su realidad. Y sí: la música es una de las mejores maneras de entrar en consonancia con ellos.
3 maneras de atrapar el espíritu de una planta
1. Primero, y lo más importante, considera cómo te acercas. Si llegas a la planta con unas tijeras filosas y una ceja levantada, lo más probable es que se esfume su espíritu. Cuando te acerques a una planta hazlo relajado, en calma, y pretende que tienes un secreto que compartirle. Los espíritus de las plantas aman los secretos (ellos mismos son uno).
Luego, cuando estés suficientemente cerca, híncate, toma gentilmente la planta entre tus manos, comienza a contarle un secreto curioso acerca del mundo de los humanos y cautelosamente transfiérela al contenedor de tu elección. Incluso si estás recolectando hierbas en una canasta, puedes mantener a los espíritus alrededor si los entretienes mientras caminas. Es decir, no desvíes mucho tu atención y tu tono.
2. Empapa a los espíritus en alcohol. Nada los preserva tan bien como el alcohol, porque es la sustancia en que pueden disolverse y fluir. Puedes usar alcohol de uva o de 190 grados o, inclusive, y este es el mejor, puedes usar un buen vodka para sumergirlos. Para hacerlo rompe la planta en pequeños pedazos mientras tarareas una canción y colócalos dentro de un frasco de vidrio con tapa. Llena el frasco hasta 1cm de la boca. Luego vierte el alcohol y presiona las plantas suavemente hasta que estén completamente sumergidas. Cierra el frasco y agradece sutilmente a sus espíritus. Guarda la infusión en un lugar con sombra y espera de 21 a 28 días, luego cuela el contenido y regresa las plantas a la tierra.
Hay muchas maneras de usar estos espíritus dependiendo de la planta que escojas. Puedes rociarlo en tu bebida, en tu almohada (en este caso se recomienda utilizar algún onirógeno que promueva estados de sueño), en tu casa (el alcohol con romero es especialmente benéfico) o simplemente bajo la lengua para sentir el cosquilleo particular de la planta o flor que hayas elegido.
3. Invítalos a pasar. La mejor manera de entretener y prolongar la estancia de los espíritus de las plantas es invitarlos manifiestamente a tu vida. Puedes, por ejemplo, hacer manojos de hierbas: recortar los tallos para que queden parejos, atarlos con un listón o hilo rojo (este color es particularmente atractivo para ellos) y colocarlo en tu casa donde puedan escuchar tus conversaciones, tu música o silencio, y acompañarte. Estos arreglos son particularmente adecuados (recordemos las cruces de pericón que se colocan para cuidar los lugares y las cosas, como si fueran un abrazo y a la vez un símbolo).
Mientras uno les haga saber a estos diminutos fantasmas de la flora que aprecia sus cualidades particulares y su compañía, ellos permanecerán allí. Una planta con espíritu y una de la que se ha esfumado el espíritu son dos cosas categóricamente distintas. La primera tiene una electricidad sutil que la recorre y se encuentra siempre susurrando; tiene el poder de armonizar cualquier desentono que se le oponga. La segunda es una cosa que ha perdido sus correspondencias. Basta tan solo tararear, asentir con la cabeza mientras las miramos para que compartan su “drala” con nosotros; para que se desplieguen en las dinámicas del mundo y ejerzan su magia.
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