Las 22 puertas del castillo-espejo: IV La Emperatriz (la carta 3)
AlterCultura
Por: Psicanzuelo - 04/08/2015
Por: Psicanzuelo - 04/08/2015
El segundo triunfo de la baraja revisado en el artículo anterior tiene una conexión fuerte con el tercero, mismo que en este capítulo nos compete; tanto es así que se habla de sus dos recipientes como de dos hermanas, hasta gemelas parecen ser, mas no idénticas, podrían verse como las denominadas “cuatas”. Sallie Nichols dedica cinco páginas enteras en su libro Jung y el Tarot nada más para separarlas, rastreando sus características y comparándolas. En resumidas cuentas, como bien lo dice: “La Papisa es paciente y espera, pasiva. La Emperatriz es acción y cumplimiento. La Papisa es regida por el amor; la Emperatriz gobierna por el amor. La Papisa guarda algo antiguo; la Emperatriz revela algo nuevo”. Aunque las dos representen a la diosa, cada una es un aspecto distinto.
En un sentido de lo viejo y lo nuevo, Alberto Cousté traza una bonita metáfora comparativa arquetípica:
Desde este punto de vista matriarcal, la emperatriz no es ya la Eva protagonista del pecado y la caída, sino la que aparece en ciertas tradiciones talmúdicas: la fundadora, reencontrando a Adán luego de 300 años de separación; aniquilando a Lilith –la rival estéril y lujuriosa-- para organizar junto al padre primordial la familia de los hombres.
Este arcano puede representar mayormente, de manera simple, en una tirada: riqueza, progreso femenino, proyectos elevados, a una esposa o un matrimonio con hijos, a la fertilidad misma.
Comencemos a pensar en términos cinematográficos, en una película como lo es El árbol de la vida (Terrence Malick, 2011), con una Mrs. O’Brien (Jessica Chastain) poseída por la Emperatriz a tal grado que nos pone en orden con su voice over hablándonos como si fuésemos sus hijos. Muy bien resumido por Romeika Cortez en un ensayo: “La manera como Mrs. O’Brien es presentada, por medio de la expresiva edición, ayuda a comunicar su personalidad. Es idealizada por el autor desde el inicio como una personificación del camino de la gracia, una fuente de amor incondicional, de amor y generosidad”, a diferencia del padre que representa el otro camino, la naturaleza. Es así como personajes conectados directamente con el arcano de la emperatriz abren este espacio reconciliador con la madre cariñosa de la infancia del espectador, un pasaje idílico de cuento de hadas y biografía personal, una especie de álbum familiar matriarcal de recuerdos disparados al ver y escuchar la película. Mrs. O’Brien es una presencia, conciencia activa, sobre el personaje que se transforma en el tema del filme, construyendo sus conflictos internos que jugarán más tarde en la trama. Más adelante Malick vuelve a comunicarse definiendo el camino de la gracia en la voz de la emperatriz definiéndola como un camino de la gracia que acepta el desprecio y el olvido, acepta insultos y heridas como parte de la vida, un martirio cotidiano. No busca una satisfacción personal, todo el tiempo es una presencia activa en el mundo de esta manera.
La emperatriz rebelde
Vera Drake (Mike Leigh, 2004) e Irina Palm (Sam Garbarski, 2007) representan cinematográficamente eternos femeninos que producen cambios a su alrededor fuera de las normas establecidas y hasta en contra de ellas, para que prevalezca el bien común de la comunidad por medio de su sacrificio. La señora Vera (Imelda Staunton), una perfecta ama de casa presidiendo un hogar lleno de armonía, ayuda a las mujeres a abortar. Esta operación clandestina le resulta gratificante a Vera únicamente en un sentido espiritual, puesto que no cobra nada por ello. Aleister Crowley vincula, al igual que lo hizo con la carta de la papisa con Isis en términos de dioses egipcios, a la emperatriz con Nephtys, hermana y esposa de Set, que solía representar al desierto con la característica, como Dios, de ser infecundo (árido), su esposa era el aire sobre el desierto acompañando a Osiris al inframundo. Crowley hace hincapié en que en esta carta está la clave de entender que en la realidad no hay brecha entre luz y obscuridad, hay una continuidad de vida: “Si se comprendieran perfectamente estas consideraciones, se haría posible reconciliar la teoría cuántica con las ecuaciones electromagnéticas”. Según el mismo Crowley, esta carta representa lo que une todo lo que está vivo: “una herencia de sangre que vincula a todas las formas de la Naturaleza”. Aunque la carta represente la fecundidad biológica, Vera trae la fecundidad del amor materno a las mujeres que abortan, la tranquilidad, brindando la oportunidad de poder procrear con amor y no con el instinto que las ha metido en problemas, la emperatriz puede liberar al individuo del pasado, conectándolo con sus responsabilidades reales.
Así mismo Maggie (Marianne Faithfull), intenta encontrar trabajo para ayudar a su nieto enfermo, pero por su edad y experiencia sus oportunidades son casi nulas, y es así como termina trabajando en un lugar de venta de placer en un barrio bajo, masturbando clientes hábilmente como ninguna otra, ganando rápidamente una enorme clientela. ¿Está mal lo que hace Vera? Para cierto sector de la comunidad no, para la moral familiar sí; en medio de este debate es interesante pensar en dónde recae exactamente una sociedad físicamente. Aunque puede ayudar a la situación de su nieto, el problema viene después con su familia, cuando se enteran de sus nuevas actividades. El conflicto se origina cuando una emperatriz vieja no puede ser útil como abuela, en un rol pasivo aunque activa familiarmente, el sistema económico que permea todo no lo permite, el individuo que no produce (sea quien sea) no es muy bien visto. No es suficiente el amor que Maggie tiene por su familia, lo tiene que demostrar aportando dinero; aquí es donde se vincula con este naipe, deja de ser la papisa por el mundo que la contiene y se transforma en la emperatriz, con un sobrenombre de “Irina, la de la palma adecuada”, así logra trascender el mundo material y dominar un mundo masculino.
Así también Jeanne Dielman (Delphine Seyrig) se prostituye por las tardes siendo una efectiva ama de casa en las mañanas y las noches, mientras su hijo va a la escuela, en la sensacional cinta Jeanne Dielman, 23 quai du comerce, 1080 Bruxelles (Chantal Akerman, 1975). Hasta ahí todo bien, pero como Sallie Nichols apunta: “una mujer que ha sido víctima del impulso o la fuerza de su poder se encontrará separada de su centro interior sin darse cuenta de lo que ha sucedido… La devoradora de hombres (Kali, la terrible) en lugar de desarrollar su propia creatividad femenina”, y es así como Jeanne se transforma súbitamente en lo que será una de las más violentas y rápidas transformaciones en el cine, una sádica asesina que necesita transformar espeluznantemente la situación que ha provocado. La cinta es filmada de una manera que puede ser vista como fría, a una distancia descriptiva con las acciones, sin movimientos de cámara completamente estática, la cámara es como la emperatriz misma.
Todos estos ejemplos de personajes constituyen emperatrices y no papisas por su carnalidad y sobre todo por ser personajes activos, representando este eterno espíritu femenino divino pero encarnado, manifestándose en un extremo de la creación, generando luz por su entrega al mundo que las rodea lejos del miedo, afectando a los demás y generando un cambio. Chantal Akerman refuerza esta conciencia con el tiempo de sus escenas, su cadencia, la duración de sus planos y la fijeza del encuadre, incluyendo sobre todo quehaceres domésticos casi filmados en tiempo real.
La emperatriz cómplice
Madre (Bong Joon-ho, 2009) es un thriller policíaco que se centra en una madre abnegada (Kim Hye-ja) que cuida de su hijo, que siempre ha vivido con una enfermedad mental. Sucede que hay un asesinato en el pueblo que apunta al hijo como culpable y que lo lleva a la cárcel. La madre se dedica a investigar el crimen, intentando demostrar la inocencia de su hijo pero, a medida que avanza su investigación y que el hijo resulta más inmiscuido, no queda más que volverse su cómplice hasta liberarlo. La emperatriz activamente se mueve motivada por sus hilos emocionales, para liberar al sujeto en cuestión en cambios positivos para su vida. Ya lo dice Banzhaf en el terreno de las relaciones:
representa igualmente cambios y novedades, tanto crecimiento en sentido familiar como cualquier otra forma de cambio dentro de la relación. En todos los casos denota actividad y evoluciones predominantemente halagüeñas. Además puede expresar una fase de amor maternal o ser símbolo de la tierra en la que crece una nueva y vívida relación.
En estos sentidos Madre, simbólicamente, representa la relación que un individuo vuelve a establecer con la emperatriz en una nueva etapa espiritual donde su libertad esta mucho más presente. Se convierte en un cómplice en la vida por medio de una relación que ayuda a catapultarlo, trascendiendo así una existencia básica sin metas ni sentido final.
La emperatriz mártir
En sus múltiples versiones cinematográficas Juana de Arco es una poderosa extensión del personaje histórico que surge de la leyenda, poderoso personaje arquetípico que alcanza a ser proyectado en pantalla de distintos modos. Por medio del martirio, esta emperatriz joven se corona, trascendiendo su materia por medio de un ritual de fuego, representando finamente la riqueza espiritual alcanzada en la carne.
En la versión de Carl T. Dreyer (1928) fue María Falconetti el histrión que dotó de pasión a la heroína, logrando una comunión nunca antes vista con el espíritu en el celuloide. Pareciera que el fenómeno cinematográfico tuviera esta función latente que se descubre con esta cinta, exponer el espíritu que reside dentro del humano por medio de la luz proyectada en la pantalla, y liberarse por medio de la película. Los expresivos close ups nos guían por las montañas y valles metafísicos de la dama de Orleans desdoblándose en un mito eterno, que sigue renovándose en cada versión fílmica subsiguiente.
Robert Bresson, el alquimista de imágenes, hace una versión abstracta (1962) muy en su estilo, que disecciona las acciones en las que Juana encarna al arcángel viviendo su fe, encontrándola para no soltarla nunca más. Pareciera una segunda parte de su película Un condenado a muerte se ha escapado (Bresson, 1956) o más bien su sombra, porque corresponde en su discurso diegético, pero trasciende en su sentido metafísico. La razón del cautiverio podría verse al igual como injusta, pero la manera como se enfrenta es muy distinta, aunque la técnica cinematográfica como se capturan las imágenes sea tan parecida.
Pareciera que esta santa ha adoptado el medio cinematográfico para aparecer una y otra vez en pantalla, viviendo su martirio al infinito. Versiones desde la de Cecil B. DeMille (1917) a la de Luc Besson (1999) inmolando a su propia esposa, pasando por versiones de Rossellini (1954) con Ingrid Bergman o Victor Fleming (1948) entre otras, nos recuerdan que la emperatriz tiene el poder espiritual suficiente para trascender el mundo material.
Riqueza material
También la emperatriz es la materia lujosa, la elegancia, el orgullo de la reina. Representada en El Diablo viste a la moda/The Devil Wears Prada (David Frankel, 2006) por Meryl Streep, emperatriz que resulta iniciar a la emperatriz joven Andy (Anne Hathaway) en este camino.
Andy acepta las humillaciones que su jefa la obliga a vivir para transformarse lentamente e ir ocupando su lugar; de este modo la película nos muestra cómo la riqueza material es un estado mental que se puede transferir directamente comunicando la experiencia con base en un ritual.
Fuentes
Banzhaf, H. Aprenda a Consultar el Tarot, método práctico con la baraja Rider.
Cousté, A. El Tarot, o la máquina de imaginar.
Nichols, S. Jung y el Tarot.
https://www.academia.edu/2589540/Art_Film_An_Analysis_of_Terrence_Malicks_The_Tree_of_Life
http://www.ancientegyptonline.co.uk/nephthys.html
Twitter del autor: @psicanzuelo
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