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Te compartimos una exitosa receta para ganar un Premio Nobel (en caso de que este objetivo esté dentro de tus planes)

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El prestigioso premio anual celebra las contribuciones de físicos, economistas, médicos, fisiólogos, literatos y pacifistas, al mundo. Un Premio Nobel nunca pasa desapercibido (de hecho, no es casualidad que entre los pensadores más influyentes del momento se incluya siempre al menos a un par de ellos).

En 1901 comenzaron a otorgarse las preseas testamentadas por Alfred Nobel, y desde entonces su relevancia ha sido magnificada a niveles que el inventor de la dinamita jamás hubiera sospechado. Recibir la medalla de oro, los 1,4 millones de dólares y el diploma de la mano de la corona sueca es todo un honor.

A la fama de la presea le sucede una pregunta clave: ¿existe algún recetario o fórmula para obtener un Premio Nobel? La respuesta más común podría ser que recibir dicha estima solamente puede ser resultado de la meritocracia.

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Sin embargo, al analizar los perfiles de todos los galardonados es posible encontrar que la mayoría cumple con las siguientes características: hombres de 61 años, nacidos en primavera, norteamericanos, egresados de Harvard, casados, regularmente afeitados  y sin gafas –perfil que no deja de recordar la cuestionable hegemonía del hombre caucásico y educado de acuerdo al máximo estándar del mainstream. 

Más allá de los contextos o situaciones personales de los condecorados, es interesante descubrir e hilar qué rasgos comparten entre ellos y con el resto de los mortales.

Quizá, revisando la biografía de cada uno de ellos sea posible descubrir factores más descriptivos como el genio, la pasión, el coraje o la tenacidad que, en menor o mayor medida, influyen en el proceso para obtener un reconocimiento de tal envergadura. Es en esta serie de cualidades, mucho más que en las demográficas, en las que pareciera estar la clave.

Es decir, esta apasionada mezcla entre arrojo, disciplina y confianza. Y es que si alguien se entrega a lo que hace de esta forma, independientemente de cuál sea su campo de acción, es casi una garantía de que alcanzará las alturas –mientras que los laureles, ya en esas instancias, seguramente llegarán y si no lo hacen, de cualquier forma estarán lejos de ser la prioridad.