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La cortesía, la hipocresía y el humor son algunos rasgos que se dejan ver a través de las condiciones en que hombres y mujeres articulamos las expiraciones intestinales

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Parte del presupuesto destinado al departamento de sociología de la Universidad de Indiana fue utilizado en la fascinante y bizarra investigación "Fecal Matters: Habitus, Embodiments and Deviance", obra de Martin Weinberg y Colin Williams, cuyo tema son nada menos que las neurosis anales, las flatulencias, los pedos.

Y es que cada cultura, grupo etario, clase social y grupo de identidad sexual asocia diferentes características a uno de los actos más humanos y cotidianos que existen, así como diferentes estrategias de conciliación (esto es, de hacer que no se note, o que se note en exceso con fines de entretenimiento.)

En resumen, el estudio realiza una amplia encuesta entre hombres y mujeres heterosexuales y entre hombres y mujeres no heterosexuales (sic) acerca de sus hábitos, “encarnaciones” y operaciones fecales: si les da risa o no cuando escuchan flatulencias propias o ajenas, si les parece que la gente pierde atractivo sexual cuando incurre en trompetillas de culo, y toda clase de divertidas métricas, llegando a algunas conclusiones interesantes.

Por ejemplo, encontraron que las mujeres heterosexuales y los hombres no heterosexuales eran los más comprometidos con el “habitus fecal”, es decir, con la parte de la cultura que interpreta y organiza los eventos fecales: medir los lapsos, evaluar la calidad de las heces, en suma, recordar cuándo fue la última vez que se fue al baño y las condiciones en que se produjo la evacuación. Por su parte, los hombres heterosexuales mostraron el menor compromiso por los hábitos fecales; sin embargo, fueron ellos quienes se mostraron más dispuestos a tirarse un pedo en presencia de otros con fines de entretenimiento, seguidos estadísticamente por las mujeres no heterosexuales.

Los hombres no heterosexuales son los que menos incurren en los pedos con fines de entretenimiento, y los que sienten más disgusto y repulsión por ellos, sólo después de las mujeres heterosexuales. De manera interesante, la estrategia de ambos grupos (mujeres heteros, hombres no heteros) para liberar la presión intestinal consiste en esperar a estar solos, y en el caso de las mujeres, a tirar repetidamente de la cadena del inodoro para disimular el sonido.

¿Cuántos secretos más nos deparan los pliegues anales? ¿Cuántos científicos sociales estarán próximos a aventurarse a sus abismales secretos? ¿Cuántas diferencias ilusorias seguiremos basando en el género?