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Países como México se cuentan entre las principales víctimas de las políticas antidrogas de Estados Unidos

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Prácticamente cualquier voz sensata que opine sobre el tema se ha cansado ya de denunciar lo absurdo, costoso e ineficiente que ha demostrado ser ese fenómeno llamado "la guerra contra las drogas". Tras casi 1 siglo de haber comenzado, y luego de décadas de intensificarse, los resultados son tajantes: hoy se consumen más drogas que jamás en la historia y nunca había sido tan redituable el tráfico de estupefacientes como hoy lo es. 

Pero por si las estadísticas no fuesen suficientes para confirmar que se trata de una política indefendible, su fracaso se manifiesta también en una serie de consecuencias paralelas que han demostrado ser literalmente fatales entre diversos escenarios, siendo los países en desarrollo, de los más castigados. 

Con el tiempo hemos constatado que las políticas estadounidenses en materia de narcotráfico, siendo este país el que encabeza la nefasta cruzada y también el mayor mercado del mundo a nivel consumidores, conllevan implicaciones significativas para aquellas naciones involucradas en la producción o trasiego de los narcóticos, los cuales tienen como común denominador ser países de los considerados "en desarrollo". 

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Al respecto Phillip Smith, en un artículo publicado por el sitio Alternet, hace un repaso sobre algunos de los efectos más nocivos que la guerra contra las drogas representa para estas naciones. Sin profundizar mucho en el tema, lo cual hace bastante sintético y accesible su texto, Smith enlista cinco consecuencias que han probado ser determinantes para países de Centroamérica, siendo quizá la principal víctima México, el cual por cierto lleva más de 1 década sumido en una situación lamentable.

A continuación los cinco factores que Smith expone:

1. Incapacidad de rendición de cuentas y desintegración

Aquí se hace hincapié en los flujos de corrupción que favorecen las actuales políticas antidrogas, lo cual va en detrimento del estatus democrático al que aspiran dichas naciones. "Los estados no pueden funcionar pues están estancados perdiendo guerras contra los carteles", advierte el también autor del libro Drug War Chronicle.

2. Pérdida de recursos

Uno de los aspectos más criticados de esta guerra, además, obvio, de los resultados obtenidos, es la obscena cantidad de recursos que se invierte en ella, lo cual perjudica mucho más a países en desarrollo pues no sólo no se benefician colateralmente de, por ejemplo, producir las armas con las que ambos bandos luchan (como es el caso de Estados Unidos), sino que cuentan con presupuestos más reducidos en general y tienen que castigar aspectos como educación, cultura y otros servicios básicos. 

3. Economías debilitadas

Asociado al anterior aspecto, la desestabilización y el malgasto que conlleva esta guerra sabotean la posibilidad de que estas economías crezcan y sean saludables. 

4. Desigualdad

Como suele suceder con casi cualquier fenómeno involutivo a nivel social, la población más afectada con los problemas que acarrean estas políticas son precisamente los sectores económicamente menos favorecidos. La marginación y movilidad social.

5. Salud

Aunque esta es una consecuencia obvia si consideramos las cuatro anteriores, Smith opta por mencionar al sector salud pública como uno de los principales agraviados por la guerra contra las drogas. 

Cabe destacar que se antojaría un análisis mucho más profundo sobre este tema, el cual no sólo tiene una notable relevancia geopolítica, también es un fenómeno padecido cotidianamente por millones de personas que habitan en estos países en desarrollo y que hoy luchan contra la inseguridad, la corrupción, la violencia o la falta de gobierno. Por ejemplo, podríamos agregar el cómo ciudades que originalmente sólo servían de paso entre productores y consumidores, como es el caso de muchos lugares en México, hoy son también consumidores, o la franca putrefacción del tejido social que aloja las absurdas batallas de esta guerra y que tardará generaciones en reponerse.  

Pero en todo caso es una razón más, entre muchas, para exigir un rediseño radical de las políticas en materia de lucha contra las drogas, y esto obviamente no se logrará con la sumisión o comparecencia que los gobiernos muestran ante EE.UU., sino con reclamos frontales, el ejercicio soberano y la implementación de alternativas viables.