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Las 22 puertas del castillo-espejo: II El Mago (la carta 1)

Arte

Por: Psicanzuelo - 02/19/2015

Por medio de un análisis exhaustivo de los 22 arcanos del Tarot, se intentará darle un sentido al ejercicio cinematográfico como regulador de la percepción de la vida

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Con la Vara crea.

Con la Copa preserva.

Con la Daga destruye.

Con la Moneda redime.

                                                                                                         El Maestro Therion

 

Introducción

Eliphas Lévi (1810-1875), enorme mago del siglo XIX, reflexiona sobre la naturaleza  del Tarot:

Es una obra monumental y singular, simple y fuerte como la arquitectura de las pirámides, durable en consecuencia como ellas; libro que resume toda la ciencia y donde todas las combinaciones infinitas pueden resolver todos los problemas; libro que habla haciendo pensar; inspirador y regulador de todas las concepciones posibles: la obra maestra quizás del espíritu humano, y absolutamente una de las cosas más bellas que nos han dejado la antigüedad; clavícula universal, verdadera maquina filosófica impide al espíritu de extraviarse, dejando su iniciativa y su libertad, son las matemáticas aplicada al absoluto, es la alianza del positivo al ideal, es una lotería de pensamientos todos vigorosamente rigurosos como los números, es en fin quizás lo que el genio humano nunca ha concebido a la vez simple y el mas grande. (Dogma y ritual de la alta magia, 1854)

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La segunda carta del Tarot, siendo en realidad la primera luego del 0 que abarca el Loco (que además es su contrario, y brinda combinación binaria), es la del Mago. Representa la originalidad, la creatividad y la confianza en sí mismo, el dominio ante todo lo que lo rodea, proveniente todo esto de una configuración vital activa. En una tirada, por lo general representa triunfo sobre los problemas, resolviéndolos exitosamente. Problemas a los que nos enfrentamos con aguzada conciencia y una inteligencia despierta. Representa a un poder que nace, más que de la consciencia, de la armonía entre lo consciente y lo inconsciente, representando el concepto junguiano.

 

El mago de una forma literal en la pantalla grande

Alejandro Jodorowski dirigió, escribió, actúo, compuso música y diseñó escenografía y vestuario, de una película-hechizo llamada La montaña sagrada (1973), en donde un mago encarnado por él mismo prepara al protagonista, que es un ladrón hasta ese momento de su vida (Horacio Salinas), en una iniciación en otro tiempo y espacio. Funciona adecuadamente de manera abstracta representando a la conciencia en expansión, ocurriendo de manera surrealista en la parte superior de una de las Torres de Satélite en el Estado de México, diseñadas por el arquitecto mexicano Luis Barragán (otro mago poderoso, este de las formas). Las secuencias de esta película están sofisticadamente diseñadas en formas, colores y geometría sagrada, siguiendo preceptos reales de la magia al pie de la letra, conteniendo un alto nivel de metáfora visual para ejemplificar conceptos. La cámara es usada como el artefacto que sostiene en su mano la figura del arcano, sobre su hombro, la varita mágica, que indica que las fuerzas cósmicas están a la disposición del que consulta el Tarot. Esta mesa de trabajo con varios utensilios significa el dominio de la situación por el individuo con destreza. El sombrero que trae el mago, que parece un número 8, es el infinito, símbolo asociado con el mismo Hermes Trismegisto, Thoth, representando su sabiduría y la inspiración divina. 

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Para el psicólogo y psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, padre de la teoría de los arquetipos en su sentido psicológico proveniente de lo primitivo que conecta con lo eterno, el Mago simboliza la formación de la convivencia social a partir del inconsciente individual, que lo conecta con el inconsciente colectivo. Regresando a La montaña sagrada con este enfoque jungiano, como el mago que se sostiene sobre la dualidad, podría tratarse de la parte divina del individuo en preparación. Del mago individual del ladrón, que lo inicia en el camino de la esperanza, de una realidad fuera del maya, vivir la verdad: 

Numerosos magos obvios hay en el cine, que ocupan en la pantalla de plata el lugar de lo que el profesor Joseph Campbell denominaba en su concepto del viaje del héroe dentro de su libro El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito, a los guías espirituales que acompañan a distancia al héroe en su viaje, porque todo lo debe hacer el mismo héroe sin intervención externa, si no, no sería héroe. Por esta razón estos personajes no son protagonistas, son de reparto pero nos dan la información trascendental de la trama cósmica que le da lógica a estos lejanos universos literarios. Pensemos en Gandalf de El Señor de los Anillos en sus dos versiones, la de acción (Peter Jackson, 2001)  y la animada (Ralph Bakshi, 1978) adaptando el clásico literario de J. R. R. Tolkien. También pensemos en el sabio Merlín (Nicol Williamson) aconsejando al testarudo rey Arturo (Nigel Terry) en la glamourosa para su tiempo, con uso excesivo de filtros fog en la lente, Excalibur (John Boorman, 1981). 

 

El detective

Si bien la figura del antihéroe se puede rastrear en varios ejemplos de la literatura anterior al siglo XX, es después de la Segunda Guerra Mundial que toma más fuerza ocupando el centro de la trama, sobre todo en su forma de detective. Sin inocencia, este personaje llegará a donde tenga que llegar para encontrar la verdad ante todo, dentro lo que se denominó cine negro (film noir) en Hollywood de 1940 a 1958. Gary Morris nos ubica en cómo responde este subgénero al sistema económico de su tiempo:

El noir puede leerse como una protesta estética contra el concepto de industrialización, capitalismo y progreso, creada (principalmente) por escritores y directores americanos y alemanes/austriacos que simplemente registraban la inevitable caída del capitalismo americano entre las dos guerras. Inclusive aunque muestre las seducciones de la ciudad, con su capacidad simultánea de sacar al individuo fuera de la multitud  a la riqueza instantánea (una identidad tras el consumo), y de sumergir la personalidad afectada en el océano de humanidad, el cine negro expone las cicatrices, y sangrados de la cultura industrial.

Noir = industralización + (frustrada) espiritualidad

Entonces entendemos la rebeldía, ante un sistema corrupto, por un individuo que no puede escapar a ser corrupto en ciertas partes de su personalidad, pero con una conciencia de su poder personal y lo que le hace falta al colectivo, consciente del abuso de poder sobre él, consciente de su magia que puede hacer la diferencia en estas tramas cinematográficas. Es así como se erige la figura del detective, no es parte del sistema como vendría siendo un policía, sino que trabaja por su cuenta obedeciendo a una ética personal, dentro de la ley pero bordeando lo ilegal sin estar completamente dentro de la ley, porque sabe que el sistema está corrupto y finalmente la manera de resolver lo que investiga seguramente será alguna manera radical. El detective entiende que el universo no está corrupto, y el mundo en el que vive no es la realidad total, es tan sólo un terreno afectado que él trata de mejorar con su granito de arena; rompiendo la ley, de ser necesario. El mago-detective es como el mismo Mercurio en la concepción de Aleister Crowley, engañoso en base muchas veces a trucos ingeniosos. Es una conciencia como personaje cinematográfico que se acerca a la naturaleza de la carta 1, el arcano del Mago, saliendo bien librado de las pruebas que lo acechan, por tener la fortuna de su lado.

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Humphrey Bogart le dio vida a Philip Marlowe, arquetipo cinematográfico del detective en el noir escrito por el celebre autor Raymond Chandler, El sueño eterno/The Big Sleep (Howard Hawks, 1946). En mucho este rol concedió su imagen al detective eternamente, la presencia del Mago en el cine de la segunda mitad del siglo, con su gabardina en noches obscuras de callejones negros, sombrero elegante, y bien vestido, aunque no necesariamente con ropa cara o nueva. La manera de hablar es básica para estructurar su magia, rápida, en doble sentido, juguetona.

El detective no se consolida únicamente en base a acciones bravas, en base a una valentía sino a una simpatía avasallante, un humor que trasciende lo trágico de las situaciones, las enfrenta en lo infinito; empezando con la manera con la que elocuentemente domina el lenguaje. Sobre este dominio del lenguaje marcando la encarnación cinematográfica del arquetipo, Aleister Crowley nos indica sobre el arcano del Tarot:

El título francés de esta carta en la baraja medieval es «Le Báteleur», el Portador del «Báton» Mercurio es primordialmente el portador de la Vara: Energía emitida. Esta carta representa, pues, la Sabiduría, la Voluntad, el Verbo, el Logos por quien fueron creados los mundos, (véase el Evangelio según San Juan, capítulo 1) Representa la Voluntad. En resumen, él es el Hijo, la manifestación real de la idea del Padre.

Y así resulta cómo el detective es un personaje que lleva a la pantalla el precepto de Crowley del verbo, como lo decíamos, con un lenguaje particular que le va abriendo puertas que lo llevan a nuevos corredores para abrir nuevas puertas. Es la combinación de las palabras, la métrica y el ritmo al pronunciarlas; por eso Bogart es la figura modelo del detective para cantidad grande de representaciones detectivescas.  

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En cuanto a lo referido sobre la noción jungiana de la cualidad del Mago de unir consciente e inconsciente podríamos pensar en el excéntrico detective Dale Cooper en la serie televisiva Twin Peaks (Mark Frost/David Lynch, 1989), quien obedece más a su intuición que a las pruebas que pueda conseguir, llegando a ser hasta irracional. Cooper tiene un profundo interés en las tradiciones místicas, y sigue las señales de sus sueños con toda la seguridad. 

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En este tenor todavía más lejos llega un personaje como John Constantine (Keanu Reeves) en Constantine (Francis Lawrence, 2005) adaptación del comic Hellblazer, escrito mayormente por Jamie Delano, aunque el personaje fuera creado por el mítico Alan Moore (mago declarado) para DC Comics, mientras trabajaba en su versión de novela gráfica de The Swamp Thing (muy recomendable). En este mundo de terror gótico contemporáneo, Constantine trabaja/juega entre el cielo y el infierno sin tomar partido, más bien interesado en ayudar a los mortales que necesitan su ayuda como detective, funde exitosamente su inconsciente y su consciente teniendo un éxito de otro mundo, por momentos deja de ser un mortal. Por medio de su percepción entra en los mundos que controlan este, dialoga con las inteligencias que no toman en cuenta a la humanidad, aboga por los indefensos; de ahí viene el poder del mago, de este tipo de fines donde su ego no está contemplándose.

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La tercer película que el escritor Clive Barker dirigió parece que fue la más ambiciosa, culminando en amargas batallas con los ejecutivos de los estudios Hollywoodenses MGM y UA; según Barker en el comentario del DVD, perdió las mejores escenas por insistencia de los ejecutivos. El señor de las ilusiones (Clive Barker, 1995) sería la cinta que todavía más claramente nos presenta las propiedades y capacidad del detective metafísico, el perfecto arquetipo cinematográfico del mago en la pantalla para Jung, me imagino. Así se nos presenta al investigador privado de Nueva York, Harry D’Amour (Scott Bakula) quien encuentra en sus investigaciones sobre un fraude bancario a un culto de fanáticos que esperan la resurrección de su líder Nix (Daniel Von Bargen) en el desierto de Mojave. En mucho tendría que ver este suceso con la reciente muerte del mago ilusionista Philip Swann (Kevin J. O’Connor), quien hizo un pacto diabólico para poseer poderes mágicos arrepintiéndose al morir, así que para lograr liberarlo hay que asegurar la destrucción del cuerpo sin que antes lo use el culto.      

Tráiler:

 

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Una aparente cinta de acción, está repleta de rituales de magia, consiguiendo posicionar la imagen del detective, a la par del nivel que sostiene la de dos poderosos magos en la narrativa, comunicando ambos arquetipos con la fragilidad humana en el centro de su esencia. Porque el mago tiene que ser humano para ser mago, no es un dios. Aunque el modelo del Mago sea Thot, en realidad sería más adecuada la encarnación Hermes, quien quizás haya sido completamente humano. Es un caso similar al mito de Quetzalcóatl en el México antiguo.   

El director como mago y su álter ego en el western moderno

Eliphas Levi entendía que el poder del mago practicante era mental, dependiendo de la fuerza de sus metáforas, de las analogías que pueda crear con los elementos que le rodean:

La analogía da al mago todas las fuerzas de la naturaleza; la analogía es la quintaesencia de la piedra filosofal; es el secreto del movimiento continuo; es la cuadratura del círculo; es el templo que reposa sobre las dos columnas JAKIN y BOAS; es la clave del gran Arcano; es la ciencia del bien y del mal. Encontrar la escala exacta de las analogías en las cosas apreciables para la ciencia, es fijar las bases de la fe y apoderarse también de la varita de los milagros. En ello existe un principio y una fórmula rigurosa, que es el gran Arcano.

Está conceptualización también le da la fuerza creativa a un director de cine, como autor de la obra, cuando adquiere por lo mismo la libertad para crear, el principio creador.

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Robert Altman, nacido en Kansas City, Missouri en 1925, es sin duda uno de los más innovadores directores que ha brindado Estados Unidos, un director cinematográfico que jamás dejó de experimentar con el medio y que pudo representar al arcano del mago en la realidad creativa, demostrándolo en varias ocasiones. Para 1971 tenía a Hollywood en sus manos después de ser nominado a varios premios Óscar de la academia, ganando el de guión, al mismo tiempo consiguiendo la Palma de Oro en Cannes, y haciendo mucho dinero en taquilla con su éxito MASH, que se volvió franquicia para la FOX, usándolo en un show televisivo. Así que teniendo toda la libertad y presupuesto, se embarca en construir de manera completa un pueblo vaquero para su western: Los vividores/McCabe & Mrs. Miller (Robert Altman, 1971), con melancólica música de Leonard Cohen y alucinante fotografía que marcó una época de Vilmos Zsigmond (algo de filtro fog presente en cámara): 

En 1902 John McCabe (Warren Beatty), dentro de la trama de la cinta, arriba a este pueblo situado en el noroeste americano, como empresario de nuevas ideas. El arcano del mago que todo lo puede, tiene en mente construir un casino, asociándose con una prostituta de nombre Constance Miller (Julie Christie) para brindar diversión total a sus futuros clientes. El pueblo es un éxito que pronto recibe atención de una empresa minera, y se desata la violencia. Hasta ese tercer acto parecería que nos enfrentamos a un antiwestern y regresamos con la violencia desatada al más estricto western, con elementos contemporáneos, claro está. Es esta conciencia y respeto por lo primitivo del carácter cinematográfico lo que le proporciona a Altman su poder ilimitado, mágico en su dominio por el medio.    

La película critica al sistema capitalista inteligentemente, y pone un signo de interrogación sobre la figura del mago y su posible soberbia como propiedad destructiva: ¿pueden ser estos poderes usados de mal modo en un sentido egoísta? En ocasiones la película tiene otro nivel de lectura donde Altman, el director que todo lo puede con todo este poder, es el mismo McCabe, y la creación del pueblo es la creación de la película. Altman, consciente, cuestiona esta actividad. ¿Es legítimo hacer lo que él hace? Cuestiona la nobleza en la actividad fílmica, sobre todo en la dirección. ¿Qué es hacer una película bajo esta óptica? 

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Años más tarde la carta del mago Robert Altman vive su resurrección a través de Paul Thomas Anderson, quien en Petróleo sangriento/Pozos de ambición/There Will Be Blood (2007) le dedica la película al mismo Altman (dándole peso a esta teoría). Aquí también el álter ego de Anderson es el de Altman, el mago empresario Daniel Plainview (Daniel Day Lewis) que pierde cuanto valor moral haya llegado a tener en un inicio, ante su ambición desmedida. Plainview encuentra un yacimiento de petróleo también en 1902 que lo trastorna volviéndolo un hombre rico, perdiendo la razón para sólo pensar en tener más petróleo. Así mismo podría Anderson estar expresando el sólo vivir para filmar, dejar de tener vida como hombre común, para únicamente conceptualizarse como un director de cine.       

 

El mago como mecánico sexual  

Teorema (Pier Paolo Pasolini, 1968) relata la historia de una familia burguesa que es visitada por un desconocido que resulta ser una encarnación angelical del arcano del mago, interpretado por el expresivo Terence Stamp, encarando a cada uno de los integrantes de la familia de forma individual, íntima. 

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La obra critica su tiempo, está escrita en un idioma minimalista encriptado (una especie de jeroglíficos), después de que el autor, poeta marxista, hubiera desarrollado teorías del cine como lenguaje poético con una misión revolucionaria. Decíamos al inicio en la descripción del arcano que su magia proviene de una configuración vital activa, y en esta cinta queda clara esta característica en el personaje del visitante, contrariamente a los personajes que enfrenta.   

Los encuentros personales, que se vuelven sexuales, que va sosteniendo el extraño con mamá, papá, hijos y sirvienta los liberan radicalmente de los males de la clase social a la que pertenecen, si bien ese proceso que los retira de la alienación (definición de Herbert Marcuse), en la mayoría de los casos, no les hace bien, ese encuentro con el mago. Sin embargo, a la que sí le acomoda de maravilla, posicionándola en un sitio de iluminación cerca de lo divino, es a la criada, que adquiere cualidades de santa (mágicas). En términos marxistas, sólo el proletariado podría estar listo para un encuentro con el mago.    

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Atom Egoyan, un cineasta que al inicio de su carrera provocaba con una conciencia del poder de la imagen parecida a la de Pasolini, y con una carga relativamente parecida a la importancia que tiene lo simbólico en la imagen arquetípica, filmaba su enigmático filme El ajustador en 1991. Al igual que el visitante de Teorema, Noah (Elias Koteas) es un personaje misterioso, lleno de ambigüedad, dedicándose a ser ajustador de una aseguradora sobre siniestros, sosteniendo relaciones sexuales con sus clientes al ayudarlos. El mago encarnado por Noah les plantea una nueva vida a cada uno de los clientes, pero en casa sus problemas son de otra índole. Su esposa Hera (Arsinée Khanjian), empleada calificando películas con contenido sexual en la oficina gubernamental de censura, videograba como contrabando algunas escenas que más tarde le proyecta a su hermana. Es el hechizo del mago Noah, cuya magia parece ser revelada a través de los videos de su esposa, que finalmente provocan una invocación que se presenta por medio de Bubba (Maury Chaykin), que tiene intensiones de filmar una película pornográfica en la casa donde el matrimonio vive.    

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El mago merolico

Cantinflas (Mario Moreno, 1911-1993) es la encarnación del logos en el ingenio latinoamericano. El mismo Aleister Crowley comparaba la carta del prestidigitador (como le gustaba llamarla, irónicamente), con Mercurio, y al respecto escribió:

Mercurio creativo es de la naturaleza del Sol. Sin embargo, Mercurio es el Sendero que lleva a Kether a Binah, el entendimiento, y, como él es el mensajero de los dioses, representa precisamente a ese Lingam, el verbo de creación cuya palabra es el silencio. Sin embargo, Mercurio representa la acción en todas sus formas y fases, El es la base fluida de toda transmisión de actividad y, según la teoría dinámica del Universo, él mismo es su substancia. En la terminología de la física moderna corresponde a esa carga eléctrica que constituye la primera manifestación del anillo de 10 ideas indefinibles que se explicó anteriormente. De modo que él es creación continua. Lógicamente, al ser el Verbo, él es la ley de causa o de necesidad o posibilidad, que es el significado secreto del Verbo, su esencia, y la condición de su expresión. Siendo así y, especialmente debido a que él es dualidad, representa tanto la verdad como la falsedad, la sabiduría como la locura. Al ser lo inesperado, desestabiliza cualquier idea establecida, y por consiguiente se muestra burlón. Al ser creativo, no tiene escrúpulos.

Esta es una descripción que no le sienta a nadie mejor que a Cantinflas, un arcano del mago merolico. Pensemos en una de sus películas en particular, que aunque todas relevantes a este tema, hay una que lo es de especial manera, El mago (Miguel M. Delgado, 1949), con diseño de producción del célebre artista Gunther Gerszo.  

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Cantinflas, que por motivos de fuerza mayor suple a un mago clarividente que es en realidad un heredero al trono de un país oriental, goza de la fama del mago en la ciudad de México. “Como dice Jung, cuando se producen sincronicidades ello significa que se ha activado un poder arquetípico”, según Sallie Nichols. Y son estas sincronicidades, en apariencia parte del azar que mueve la trama y en parte suerte del personaje, lo que va impulsando a Cantinflas de secuencia en secuencia dentro de una comedia de enredos, avanzando en una percepción de mago hacia la resolución de un conflicto que lo sobrepasa en gran manera. Es como si el espíritu de Cantinflas fuera más mago que el mago oriental al que representa y con el que lo han confundido, o es que el espíritu del mago lo ha poseído. En gran parte también se debe a la fuerza de su lenguaje, como lo dice Ana Milena Cano en su artículo:

Cantinflas utilizaba un juego de palabras para expresar sus verdaderas inquietudes, un leguaje de apariencia inocente que al usarlo desata un mecanismo capaz de emparejar las cargas. Si él no puede ganarle al poderoso en su propio terreno (políticos o empresarios), lo lleva entonces a los predios de un lenguaje que parece incoherente y sorpresivo, casi siempre chistoso o de doble intención, pero que para Cantinflas representa una especie de contrapoder.

La autora vincula más la operación del lenguaje de Cantinflas, cantinflesco, con una venganza social que proviene de los inmigrantes rurales que llegan después de la Revolución, que me parece muy interesante. Pero en los terrenos del mago, que son los que nos interesan ahora, lo importante es cómo se apropia de la realidad por medio de éste lenguaje; y prosigue la misma autora, acertadamente: “Su primera batalla la libra en los terrenos del lenguaje, de ese enunciado que parece un contralenguaje, palabras para confundir y para instalar una forma de misterio y poder. En todas las películas en las frases de Cantinflas se encuentra el "veneno", la verdad a veces directa o encubierta”. Aquí hay un ejemplo de una escena de la cinta en cuestión, El mago, donde veremos cómo en una consulta una mujer quiere saber sobre su futuro y el mago la regresa al presente, siendo un reflejo de todo ese mundo que la mujer cuestiona y quiere:

 

El mago inocente

El pequeño Tate (Jodie Foster, 1991) narra la historia de un niño prodigio en un hogar común que, por sus condiciones, tiene que ir a una escuela de niños superdotados. Como el crítico Roger Ebert notó, Fred Tate (Adam Hann-Byrd) “saca lo peor y lo mejor de quienes lo rodean”, porque todavía no ha dominado su magia. Pero el personaje que nos da la clave a la manera como debe crecer un ser mágico, distinto a los demás, es un compañero de escuela de Tate que se autodenomina mathemagician (matemágico), dominando el lenguaje de los números abstractos encontrando el sentido del humor de la abstracción, encontrándose en un nuevo espacio tras esta operación. Este es un chico un poco más grande que ya pasó por donde Tate apenas está, y que utiliza una capa de mago en “todas partes y todo el tiempo”. Así, en la cinta vemos la evolución del mago, de su inocencia e inseguridad, al dominio de sí mismo por medio de la abstracción, para comprender que la máxima metáfora sólo se puede expresar por medio de los números.

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El mago inocente también es 007, James Bond, el personaje creado por Ian Fleming, que sin él saber cómo o de qué manera, la complicada trama se le va resolviendo de manera simple como por arte de magia, siendo suficiente su poder, su mojo. Para reflexionar sobre 007 es mejor tomar una de esas cintas que se mofan del agente secreto, como otras tantas, siendo esta la más afortunada por su elegante tono cómico y su grandioso elenco, Casino Royale (Ken Hughes, John Huston, Joseph Mc Grath, Robert Parrish, 1967; no confundir con la versión reciente, del mismo título), que funciona mejor porque acierta más en el género verdadero que llevan las cintas intrínsecamente, comedia fársica, muy lejos de una propuesta seria como todo el serial de James Bond. Llamada por Roger Ebert “posiblemente la película más indulgente jamás filmada”, con presencia en cuadro de Peter Sellers, Orson Welles, Woody Allen, Ursula Andress, Deborah Kerr, Jean-Paul Belmondo, etc… Con sorpresivas improvisaciones a cada instante, donde 007 resuelve sin darse cuenta peligrosas escenas, revelando realmente la naturaleza del film de espías, donde el mago también aparece encadenando las secuencias por pura sincronicidad. Subtramas infinitas, como éter que circunda el hechizo fílmico, a las que no hay que aproximarse con la razón desnuda, sino con la famosa sinrazón de Carlos Castaneda, en su concepto vital de la magia: “desatino controlado”. 

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Aquí es donde la carta 0 y la carta 1 parecen unirse, el mago-loco. Hay un subgénero reciente, dentro de otro denominado las stoner movies, contando con ejemplares películas como El gran Lebowski (Hermanos Coen, 1998) o Vicio propio (Paul Thomas Anderson). Películas que plantean como estructura dramática al detective pacheco/el detective marigüano, en un noir completamente drogado. La alucinación provocada por estupefacientes para resolver el crimen, que en términos de género serio resulta más sólida en su versión escrita también por el mencionado Alan Moore, quien ha dejado claro en entrevistas que es un mago practicante. Me refiero a la implacable adaptación de su novela gráfica, la película Desde el infierno (Hermanos Hughes, 2001), donde el inspector Frederick Abberline (Johny Depp) anda tras la pista de Jack el destripador en un lúgubre Londres victoriano. Gracias al uso del opio y la absenta, el inspector puede volar sobre las alas del dragón (como él le llama) para acechar al misterioso asesino. El camino del loco, que tiene la vara mágica del mago, es peligroso pero puede ayudar al sujeto que todavía no tiene la magia dominada, supliéndola con la locura necesaria. Pudiera ser en una tirada, dándose el caso de las dos cartas juntas en un tema, buscando una conducta para resolver un problema.  

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Fuentes

Bergman, K. Tarot.

Crowley, A. El Libro de Thoth: Breve ensayo sobre el Tarot de los egipcios.

Levi, E. Dogma y ritual de la alta magia.

Nichols, S. Jung y el Tarot.

http://brightlightsfilm.com/noir-country-alien-nation/#.VKdWeYrF9MU

http://sofiaenelcine.blogspot.mx/2013/04/teorema-pier-paolo-pasolini-1968.html

http://www.monografias.com/trabajos59/mario-moreno-cantinflas/mario-moreno-cantinflas2.shtml

 

Twitter del autor: @psicanzuelo

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