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Tres poetas describen sus fotografías favoritas

Por: Jimena O. - 01/06/2015

El simple ejercicio de observar una fotografía después de haber leído un párrafo sobre ella es increíblemente rico y nos devuelve una cualidad de observación que hemos ido perdiendo con el tiempo

Un poema sobre fotografía asume la carga de completar o continuar lo que ha comenzado una fotografía. Pero hoy en día, como decía Susan Sontag, todo está hecho para terminar en una fotografía, y ello muy probablemente nos ha desensibilizado ante el formato. La última entrega de la revista Aperture, misma que el Paris Review fue tan gentil de compartir, se enfoca en la relación entre la literatura y la fotografía. Aquí, algunos poetas discuten algunas de sus fotos favoritas y nos regresan ese cuidadoso y fértil acercamiento a las impresiones.

El ejercicio de observar las fotos, luego leer los comentarios de los poetas y después volverlas a ver es increíblemente rico. Es como si nos ofrecieran una privilegiada ventana para ver con cuidado lo evidente, que a primera vista puede estar velado para nosotros.  

 

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Ann Lauterbach

The Fellowship Photograph (Retrato de Ludwig Wittgenstein), 1929

La fotografía de Wittgenstein es perturbadora; es como si apenas pudiera ver hacia fuera de la actividad ferviente de su mente. Hay algo siniestro acerca de mirarlo de regreso, a sus ojos incómodos e inteligentes, y pensar acerca del silencio que cada fotografía nos compele a reconocer. Pienso seguido en ese silencio, y la indiferencia de las imágenes hacia él, y las maneras en que los pies de foto tratan, pero ultimadamente fallan, en debilitar. Wittgenstein pensó mucho acerca de la relación del silencio y las palabras, lo cual es probablemente la razón por la que muchos poetas aprecian su escritura. Es muy buena compañía.

 

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John Ashbery

Sergio Larrain, Boulevard Saint-Germain, Before the Deux Magots Café, 1959 

El Café Deux Magots fue uno de mis lugares favoritos, al menos cuando estaba lo suficientemente holgado para pagarlo. Pude concebiblemente haber estado allí cuando se tomó la foto. La fotografía resume hermosamente la atmósfera de París en una tarde más bien fría, con turistas bien vestidos y bien portados bebiendo sus café exprés y dos autos de moda, uno deportivo y un Sedan. Las tres personas platicando alrededor del auto deportivo son casi cristalizaciones de los parisinos de esa ahora era distante. El joven lejos a la izquierda, con su espalda a la cámara, es una silueta icónica de los tiempos, con ropa plácidamente arrugada y ambos zapatos plantados firmemente al pavimento. Tuve esta tarjeta metida en un marco de foto en mi escritorio para recordarme del pasado y toda su melancólica variedad.

 

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Richard Howard

David Alexander, Dogs and Hydrant, 2014 

He vivido con esta fotografía tomada por David Alexander por los últimos 5 años. Consiste de un friso repetitivo de tres hileras horizontales del mismo alternante par de caras de perros bajo una delgada tira de lo que es demasiado severamente cerúleo para ser un indudable cielo. Las caras multiplicadas de los dos perros miran directamente hacia delante, sólo interrumpidos en la esquina inferior derecha de estos carteles repetidos de cuatro placares idénticos de una rara imagen camaronesca que eclipsa todo salvo las puntas de las orejas tersas de un cachorro, y la incluso más tersa nariz y barbilla del otro. Frente a los perros hay una llamativa boca de incendios que ofrece una curiosamente práctica atracción a los múltiples pares de perros. Considerando la superficie brillante y mojada sobre la cual yace el hidrante, es posible, incluso probable, que todos los perros de cartel hayan ya aprovechado la oportunidad.