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El poema "Los Amantes" de Rilke describe con tremenda similitud la visión de interpenetración espiritual erótica que más tarde sería el tema central de la obra del pintor estadounidense Alex Grey

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En las venas se vuelve todo espíritu... todo gira y arde.

Leamos el poema "Los Amantes" de Rainer María Rilke bajo el encandilamiento psicodélico de las pinturas de Alex Grey:

 

Mira cómo se cruzan: uno crece hacia el otro

y en sus venas se vuelve todo espíritu.

Las dos figuras vibran como ejes, en torno

a los cuales la rueda irresistiblemente gira y arde.

Tienen sed y reciben la bebida;

mantente alerta y mira: reciben la visión.

Permite que se hunda el uno en el otro,

para que el uno al otro sobrepase.

 

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Tantra, de Alex Grey.

 

 

Aunque Rilke y el pintor Alex Grey comparten una inclinación hacia el arte visionario, uno no pensaría encontrar una descripción tan parecida de un mismo fenómeno: el acto amoroso que se desborda del cuerpo e inunda el mundo, vuelto ya espíritu. Esa fusión de la otredad que es ciertamente un tema común a la poesía y a la pintura mística de todas las épocas, pero desde una perspectiva claramente cósmica, orgónica incluso, donde alcanzamos a ver la transformación del espíritu en materia fluida a través de la vía regia del amor. Si bien la obra de Rilke es de una enorme sutileza, secretamente encantada con un animismo que encuentra en la naturaleza vibrantes huellas de lo divino, en este caso --con la ayuda de Grey (cuya obra es casi obscenamente espiritual en tanto a que desnuda brutalmente lo invisible)-- podemos ver una visión espiritual que se concreta; lo secreto se hace explícito, pero al encontrar la imagen clara y radiante de su significado cobra un nuevo enigma: el de la precisión visionaria, el de la intuición poética como revelación. El poeta y el pintor cumplen aquí la labor del alma de conectar el mundo espiritual con el mundo terrenal.

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"En torno a los cuales la rueda irresistiblemente gira y arde".

 

En este ejercicio de contemplar la serendipia chákrica de Grey bajo la lírica de Rilke (o al revés), no sabemos tampoco si estamos presenciando (y co-creando), una écfrasis o una écfrasis al revés (como la que se práctica utilizando pinturas para ilustrar las portadas de libros) o creando un precursor imaginario.

Trazamos un numinoso arco entre artistas visionarios, que parece ser una forma de sincronicidad que atraviesa el tiempo, como si Rilke hubiera descrito un cuadro que iba a pintarse 100 años después (y viceversa). Acaso esta "coincidencia significativa", usando la definición de Jung, puede tejerse como otro argumento más para sostener que el tiempo no existe de manera independiente, es solamente una relación de la mente (una madeja psíquica) y las mismas imágenes arquetípicas --proyecciones de la eternidad-- vuelven a aparecer y a iluminar al hombre en su búsqueda de entrar en contacto con lo sagrado y encender la antigua chispa de la maquinaria celeste.

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La pareja recibe la visión.

 

Es cierto que el poema de Rilke, para ser más precisos, no sólo es una descripción o écfrasis en reverso de una pintura de Alex Grey; funciona como el texto que ancla e irradia toda una colección visionaria en la que Grey plasma su entendimiento del tantra y de la física de alta energía del universo, en la que un mar de vibración cuántica subyace al mundo material de las apariencias y entrelaza a todos los seres, pero especialmente a los amantes que en su cópula abren la puerta a la energía misma con la que se creó el universo. Tanto el poeta como el pintor contemplan esta escena primigenia en la que se recrea el mundo y notan que es la visión de los amantes, la comprensión de la unidad, que es un guiño del cosmos que aprueba su acto así, la que les lleva a cumplir el deseo por antonomasia del amor: el transfundimiento (que es un "translumbramiento", como dijera Octavio Paz). En este sentido, los amantes son como los alquimistas cuyo acto de transmutación siempre debe ir acompañado de una elevación espiritual y de un entendimiento de principios astronómicos y astrológicos.

Cada una de estas pinturas parecen estar en sí mismas ilustrando la totalidad de la visión del poema de Rilke (poniendo el foco en un aspecto)... los amantes se cruzan (tocándose pero también mirándose) y crecen en el hálito de su cuerpo el uno en el otro, expandiéndose y participando en el universo entero, entrando a la licuadora cósmica --la revolución de las órbitas celestes, la rueda del firmamento que atraviesa el cuerpo--, esa "rueda que gira irresistiblemente y que arde" que en el arte de Grey se anima como una energía toroidal, un campo de luz espiral que abraza, inmanente y trascendente.

Twitter del autor: @alepholo