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El porno no es un buen instructor sexual. Especialmente cuando quieres tener relaciones profundas y realmente eróticas con las mujeres

El fácil acceso a todo tipo de pornografía ha hecho que muchas personas crezcan con una narrativa sexual articulada por la visión de dominación masculina común a esta industria --antes los videos explícitos que pueden verse sin ningún escollo que la torpe e incómoda instrucción de padres y maestros. Y aunque las personas que ven mucho porno sean superficialmente conscientes de que en la realidad las mujeres y el acto sexual no son como suele representarse allí, el hecho de haber presenciado cientos o miles de este tipo de actos --que Gail Dines llama "fornicación robótica de los orificios femeninos"-- tiene efectos difíciles de sacudir a la hora de tener sexo con una persona física (los porno-fantasmas siguen flotando alrededor).

Dines, autora del libro Pornland: How the Porn Industry Has Hijacked Our Sexuality, no vacila en decir que "si los hombres recurren al porno para entender cómo satisfacer a una mujer, les espera una gran desilusión... Todo lo que hace al sexo divertido --la creatividad, el mutualismo, la alegría, la conexión, la intimidad-- es desangrado y en su lugar se coloca un cópula mecánica". 

Si bien en los últimos años se ha venido abriendo paso también a una industria pornográfica que atiende los deseos y las fantasías sexuales femeninas --un porno a veces más distendido y menos obsesionado por la penetración y la felación-- la proyección estereotípica que el porno nos ha legado --como un cumshot psíquico-- es la de un hombre semental siempre listo para penetrar y disfrutar, el cual es regalado constantemente con innumerables hembras que también siempre están lista para ser penetradas --no necesitan ser seducidas ni lubricadas-- así, una tras otra, haciendo del sexo una especie de deporte hedonista sólo enfocado en los genitales.

Sobra decir que esta versión del sexo, esta historia audiovisual que nos contamos y repetimos, se vuelve parte de las expectativas y los programas con los que nos acercamos a la intimidad. Por una parte el hombre se acerca al coito con una cierta presión de tener que siempre cumplir con indoblegables erecciones --sin tener un rango de sensibilidad y vulnerabilidad para explorar otras áreas de la sexualidad y utilizar otras "armas". Por otra parte, el hombre que ha introyectado la imagen pornocultural de la mujer espera que sus parejas sean mujeres de cuerpos voluptuosos al borde de la ninfomanía, que existen sólo para satisfacer su deseo y para quienes lo único que necesita es tener una erección automatizada.

Ante este paradigma, el sitio Alternet tiene algunas sugerencias para los jóvenes que se enfrentan con la realidad post-porno.

 

Ábrete al erotismo más allá de la recámara

Esto no significa: busca tener sexo en el parque, en el elevador, en el baño del avión (si pensaste eso es que has visto demasiado porno). Significa que lo erótico no sólo está en el acto sexual. El mundo entero puede estar cargado de energía erótica --los sentidos despiertos rezuman erotismo. Utiliza tus sentidos para conectar con el erotismo inmanente y comparte tus impresiones de cómo sientes el mundo con otra persona (esto seguramente servirá para establecer un ambiente propicio a la intimidad y al éxtasis sexual). Puedes conectar eróticamente en ambientes y situaciones que no son sexuales per se y que no tienen que llevar al sexo. El erotismo del Sol, del pasto, de las naranjas, de las nubes, del olor de la tierra, etcétera.

Expresa tu deseo

En el porno el hombre básicamente lo único que tiene que hacer es recostarse, poner sus manos detrás de la cabeza, relajarse para que pueda surgir su erección y disfrutar de la mujer que se le ofrece. En la realidad, el afrodisíaco más poderoso es el deseo, el hacer saber a una mujer que es deseada. La constante expresión del deseo es lo que mantiene una relación en los niveles de intensidad que permiten el sexo frecuente, de alto voltaje y en evolución hacia nuevas manifestaciones del arte amatorio. Si quieres tener una relación como la que muestran algunas películas en las que una pareja vive en un frenesí erótico en el que todo puede suscitar una nueva cópula, siempre in crescendo, es imprescindible que hagas sentir a tu pareja que la deseas.

Enfócate en tocar, sin tener metas

Otra de las cosas que hemos aprendido del porno pero también de la literatura científica que divulgan los medios en internet es que el sexo se trata del orgasmo --un acto sexual sin orgasmo es como un partido de futbol sin goles. Pero más allá de eso es importante, en el sexo y en la vida, disfrutar el camino, y no sólo llegar al destino. Y aunque el orgasmo es innegablemente parte del esplendor vital del sexo y el orgasmo femenino no debe ser descuidado en su complejidad; el sexo es mucho más que sólo el clímax. Para esto es importante reparar en las caricias que comprenden el coqueteo previo y no sólo enfocarse en los genitales --crear una sinfonía, una red holística de sensaciones diseminada añade una gama de amplitud a la experiencia sexual que la especialización, aunque sea magistral, nunca podrá lograr.

Duración en vez de premura

Recomendaba el poeta romano Ovidio, con antigua sapiencia, dilatarse en el acto amoroso, como si se estuviera arando un campo en la eternidad. Ovidio aconsejaba ir gentilmente por etapas de placer hacia "el santuario de la efusión" (¿el clítoris, posiblemente?). Así también, "La ansiedad es la asesina del amor", decía Anaïs Nin. En este caso la dilación significa también dejar de seguir un plan de juego y perderse en el follaje del cuerpo, dejando a un lado el pensamiento. Así podrás deleitarte en lo que Ovidio llamaba "la luz del amor cintilando en sus ojos, que como los rayos del Sol brilla sobre las olas danzantes", el fuego líquido que es el sello del éxtasis.

 

Imagen de portada: Don Jon, Joseph Gordon-Levitt (2013)