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Hackeando el inconsciente mediante sencillos principios de Magick (y algunos GIFs de "Star Wars")

Por: Luis Alberto Hara - 11/20/2014

La magia (como la Fuerza en el universo de "Star Wars") puede ayudarnos a concentrar mejor nuestra energía donde la necesitamos. Esta pequeña guía te dirá cómo

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 Hasta que el inconsciente no se haga consciente, el subconsciente dirigirá tu vida y tú le llamarás destino.

  Carl G. Jung

La Fuerza estará contigo, siempre.

Obi-Wan Kenobi

Magick es una expresión contemporánea de distintos tipos de magia ritual. Existen varias escuelas y técnicas, pero para los fines de este artículo nos limitaremos a exponer sólo a grandes rasgos los mecanismos conscientes e inconscientes que se entrelazan y quedan expuestos a un entendimiento simplemente racional y abierto, sin necesidad de iniciaciones previas ni mucha fe: la verdad debe ser evidente por sí misma.

Comencemos por el nodo común a toda experiencia humana: el deseo. Alguien –tú, quien quiera que seas— desea algo; puede ser un mejor empleo, una casa, una pareja que te ame. Ser humano es desear. ¿Qué se interpone entre tú y tu deseo? Un solo obstáculo, pero recurrente: la mente.

Nuestra mente es una interfaz inestable, abierta hacia dentro de nosotros y hacia el mundo, formando un continuo de experiencias, expectativas, recuerdos y sentimientos que aparecen como oleadas incontrolables y que incluso en nuestros días más felices nos acecha con memorias súbitas, con mareas de desazón. Si vemos por un momento estas oleadas de información como una forma de energía podremos comenzar a entender cómo organizarla: la atención consciente no es más que energía organizada.

 

Magick para la concentración

En su novela Lullaby, Chuck Palahniuk, autor de Fight Club, traza un fascinante recorrido por la magia moderna: Helen Hoover Boyle, una agente inmobiliaria rica y practicante de magia, busca un antiguo grimorio –libro de encantamientos— para volverse más poderosa; en el camino, el desbordante poder de la intención y la repercusión (los engranes del acto mágico) queda expuesto. Pero si es el deseo quien dirige nuestra energía, nos veremos sujetos a sus designios.

No importa si creemos o no en la magia: lo importante es entender que parte de nuestra experiencia vital pasa desapercibida para nuestra conciencia. Es lo que el psicoanálisis llama inconsciente, no porque sea algo que pasa “tras bambalinas”, sino porque lo que llamamos “conciencia” también está impregnada de esa pulsión, de ese deseo que no logra concretarse en una forma: queremos trabajar, por ejemplo, pero perdemos el tiempo, nos distraemos con mil cosas. ¿Cómo romper ese goce, cómo hackear la conciencia para que se libere del deseo? En otras palabras, ¿cómo darle lugar al inconsciente para que no tome el lugar de nuestro destino?

Una manera –entre otras— de hacer esto es entender el lenguaje por el que el inconsciente se comunica. Lo primero es entender que nuestro inconsciente –el jardín de nuestro deseo más profundo, secreto incluso para nosotros, al igual que lo más íntimo del ser— tiene un lenguaje propio que no siempre pasa por lo verbal: el inconsciente habla en símbolos.

Piensa por un momento en el logo de Coca-Cola, en el de Starbucks, en la bandera de tu país de origen. Los logos corporativos, la comunicación oficial de los países y gran parte de nuestra experiencia mundana están atravesados por simbolismos, por objetos significantes que apelan no sólo a nuestra conciencia, sino a nuestros impulsos inconscientes. Observas el logo de Coca-Cola al final del comercial y se te antoja una bebida fría; escuchas el himno nacional y un sentimiento patriótico e inexplicable aflora en ti. ¿Cómo utilizar este mismo mecanismo para realizar cambios en tu vida?

Para el Chaos Magick, el inconsciente puede reprogramarse a través de estados alterados de conciencia, lo que el poeta Arthur Rimbaud llamó “el largo, inmenso y racional desarreglo de los sentidos”.

Llevar la conciencia al punto en que puede perderse no es tan terrible como pudiera pensarse. A veces este proceso ocurre por sí mismo ante experiencias extremas: la meditación, incluso una comida deliciosa, el uso de algunas drogas con fines rituales o introspectivos y, de manera especialmente efectiva, la explosión cataclísmica del orgasmo son experiencias en donde el inconsciente –nuestro verdadero yo— queda expuesto ante nosotros (o nosotros, la máscara, frente a ello).

Estas experiencias límite sirven para romper la resistencia de la mente consciente a los cambios. Jason Louv lo ha comparado a aquella famosa escena de Star Wars donde Luke Skywalker vuela en su X-Wing: la Estrella de la Muerte es nuestro cerebro y el reactor es el portal al inconsciente, los pensamientos son naves enemigas tratando de apoderarse de tu atención para evitar que llegues al centro de tu mente con un impecable desarreglo de tus sentidos… En otras palabras, lo único que se interpone entre nosotros y nuestro deseo somos nosotros mismos. Magick, al igual que la filosofía, son sólo formas de conocerse a sí mismo, y en ocasiones, de desconocerse para dar paso a versiones de nosotros que no sabíamos que podíamos encarnar. Este es el sentido del desarreglo de los sentidos.

Dicho desarreglo puede obtenerse de distintas formas, como hemos dicho: la meditación, el baile, la hiperventilación, el ayuno, la privación de sueño, el dolor… Pero el sexo puede ayudar a vencer las resistencias tan bien como cualquiera de estos métodos.

Construcción de un sigil

En Magick, un sigil es la materialización del deseo. Por ejemplo, si tu deseo es “Quiero conocer al amor de mi vida” o simplemente “Quiero tener un trabajo satisfactorio”, lo primero es poner el deseo en una frase impecable: como en la leyenda del genio de la lámpara que concede deseos, la formulación del deseo para construir un sigil debe ser precisa y, de preferencia, constructiva. Un contraejemplo de esto es “Quiero dejar de perder el tiempo”. No es una buena frase porque se queda en lo superficial, no toca el núcleo del deseo. ¿Por qué quieres dejar de perder el tiempo? En lugar de eso, hay que pensar qué haríamos con ese “tiempo perdido” y ponerlo en acción en la frase-sigil; “Quiero terminar de escribir mi libro” o “Quiero tener mi propia casa” son ejemplos constructivos de este método.

Cuando tengas tu frase (usemos como ejemplo “Quiero tener mi propia casa”), quítale las vocales. Tendrás algo como esto: QRTNRMPRPCS.

Las mayúsculas en Magick tienen también un sentido ritual cuya explicación tomaría mucho tiempo. Por lo pronto, digamos que esa cadena de consonantes es una síntesis simbólica de tu deseo. Luego, procede a quitar las letras que se repiten y tendrás una versión aún más compacta: QRTNMPCS.

Ahora, toma las letras y realiza un dibujo con ellas, un símbolo. Este es un sigil en construcción:

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Juega con el orden y coloca las letras como más te guste. Sé creativx. Haz que el acomodo final se parezca a un símbolo terminado, según tus propios criterios estéticos. Ten siempre en mente tu intención. De lo que se trata es de crear un “Acceso Directo” entre el símbolo-sigil y tu deseo inconsciente. Por ejemplo:

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Tu sigil te recordará tal vez a otras cosas, pero lo más probable es que no se parezca a nada. Este es el efecto que tienen en algunas personas las cartas del Tarot: una imagen simbólica sumamente sintética y sincrética que apela al inconsciente, pues sirve como una especie de “malla” contra las moscas de la conciencia. La mente consciente no puede leer el sigil, no puede transitarlo, y tampoco puede sabotearlo.

Dejar que las cosas pasen

A menudo se piensa la magia como una forma de control, pero se trata más bien de lo contrario. Un paso importante luego de realizar el sigil es olvidarte de él. Guárdalo en algún lugar durante algunas semanas, no pienses en él, no lo saques, no recuerdes. El inconsciente lo recordará, mientras que la mente consciente –llena de TIE Fighters— lo olvidará.

Como enfatizan muchos practicantes de Magick, incluido Alan Moore, la magia no es sino una forma de cambiar un estado de conciencia. No hay nada “oculto” en ello. Es un salto de fe. Es lo que hacemos todos los días, pero de manera torpe y fuera de un contexto ritual. El sigil no es más que un símbolo al que se ha investido de significado: se trata de un espejo donde tu deseo puede reflejarse a pesar de tus intentos conscientes por sabotearlo. Ahí radica su poder.

Luego de una semanas, viene lo bueno: activar el sigil.

Esto puede lograrse, como dijimos, de muchas formas. La idea es observar el sigil mientras se está en un estado alterado de conciencia. Algunos practicantes de Magick pueden crear un sigil sonoro o un sigil mural, pero el método que presentamos aquí expone claramente la base de la síntesis simbólica. Digamos que el sigil es como un programa .exe y que al activarlo a través de un estado alterado de conciencia su sentido se instalará en el inconsciente, reprogramándolo.

Una de las formas más fáciles y divertidas de activar el sigil es mediante la energía sexual. A solas o acompañado por alguien, de preferencia utilizando la experiencia para producir un ambiente ritual y acogedor, deberás entrar en el estado orgásmico mientras piensas (es decir, mientras proyectas tu mente hacia) el sigil. Observa tu sigil en el momento del orgasmo. Puede que te sientas raro haciéndolo, pero no permitas que nada te distraiga (son las naves de Darth Vader tratando de apartarte del acceso a tu inconsciente).

Lo siguiente es destruir el sigil físico. Puedes adornar el ritual tanto como quieras o personalizarlo, pero el asunto es que el soporte físico debe destruirse. Cuando lo destruyas, haz cualquier otra cosa y olvida que pasó.

Tal vez te sientas extraño masturbándote mientras miras un dibujo extraño que recuerda vagamente a letras: esa es la idea. Es terapia de shock para la mente racional, para la duda que no deja avanzar. El punto es un desarreglo ordenado de los sentidos que el inconsciente puede interpretar.

Pero la única manera de conocer la propia mente es experimentar por uno mismo, de primera mano, estas técnicas. Podríamos resumir lo expuesto hasta aquí en una famosa escena:

Que la Fuerza esté contigo, quien quiera que seas.