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El sistema escolar adora y premia escuchar lo políticamente correcto

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En Brasil existe ENEM (Exame Nacional do Ensino Médio / Examen Nacional de Secundaria). Y ENEM se ha vuelto el gran juez de los resultados educativos escolares. Por ende, el gran determinador de los modelos educativos.

Estamos ante un problema.

Marina Rubini fue quien obtuvo la nota máxima del país durante 2 años seguidos en “redacción” de ENEM. Hoy tiene 20 años, estudia medicina (era de prever) y trabaja, en paralelo, dando “tips” a los alumnos sobre cómo obtener buenas notas en la prueba. La entrevistó VEJA (29/10/2014, página 46), la revista de mayor circulación de Brasil.

A la pregunta: “¿Qué es lo que nadie debe escribir jamás en una redacción?”, ella, responde –aparentemente con seguridad y comodidad--, lo que sigue:

Dichos o palabras que puedan herir a alguien. En un tema como “vacantes por razas” –tema álgido en Brasil--, sugiero que nadie diga que los que tienen derecho a cupos por condición racial “se aprovechan de esos cupos”. Otro secreto: mantener siempre en mente la cuestión de los derechos humanos, porque genera sensibilidad. Yo soy católica y estoy contra la legalización del aborto, pero, en una redacción, no escribiría nunca lo que dice la Biblia. Diría que la ley define el marco…

Y nadie se escandaliza.

La muchacha está mostrándonos –de una manera casi obscena, aunque involuntaria e ingenua-- que a ENEM se le gana mintiendo, impostándose, haciéndose pasar por otro, negándonos en nuestra condición de sujetos con identidad y opinión. Y no pasa nada. Nos dice en la cara que el sistema escolar adora y premia escuchar lo políticamente correcto y que no le importa nada suponer que los alumnos están autocensurándose, limitándose, idiotizándose, estereotipándose y demás “ándoses” para satisfacernos.

Y al final se lo creen, claro. Y dan clases de eso, y lo declaran a cuatro vientos en un medio de comunicación masivo. Es indignante. Es denigrante.

Estamos convalidando un modelo perverso e idiota que nos está devorando. Ya me ha pasado otras veces, en otros contactos, y aquí vuelvo a confirmarlo: hasta los alumnos mismos, alienados en lo que los está matando, se vuelven viles defensores del modelo que los destruye. Se enamoran de sus verdugos, otra vez. Y hasta lo divulgan y lo encumbran. Estamos ante un problema de mucho calado.

No puede ser que cuando reflexionamos sobre redacción aparezcan este tipo de cosas. No lo podemos permitir. Por respeto al lenguaje y a las personas que nos constituimos a partir de él. Es una provocación. No puede ser que el lenguaje y su complejidad, y su profundidad, y su vitalidad y su expresividad, se reduzcan así por una niña asá. No, por favor. No perdamos esa necesaria capacidad de asombro que debe caracterizarnos. Y asombro, en este caso, es indignación; explícita.

¿O acaso algún lector supone que estoy exagerando?

Si yo fuera evaluador de ENEM, exigiría antes que nada que detrás de cada texto haya un quién; la persona que toma posición, que se expone y se pone con lo que dice. Que se constituye escribiendo. Si no, no habría manera de aprobar nada. Luego, también pediría gracia, ritmo, cadencia, tono y voz propia; respiración sintáctica. Y una trama conceptual que justifique haber escrito. Necesitaría justificar por qué esa persona ha escrito eso. Y justificarla desde ella y para ella, no para mí. Encontrar marcas firmes de que esa escritura impactó en la subjetividad que la produjo; la movió, la conmovió, la expuso y la configuró. Si no, también reprobaría.

Y así por delante.

Pero no. La habilidad de escribir, que está imbricada a la de hablar y esta a la de pensar e interactuar, tiene entidad en ENEM, es verdad, pero luego se las humilla volviéndolas herramienta, vil mecánica de desarrollo ramplón.

Escribir esta nota me hizo bien. Hacer complicidad –imaginar complicidad-- con mis lectores me tranquiliza y hasta me hace sentir que avanzamos. Pero justo antes de poner mi punto final se me ocurrió revisar el final de la nota con la “alumna 10”, y me encontré con esto otro: “¿Es ético vender textos?”, se le pregunta. Y ella responde: “Doy clases gratis en internet y también vendo paquetes de 10 redacciones. El alumno no consigue construir textos enteros. Lo más probable es que se acuerde del argumento –que ella le dio-- o haga paráfrasis. No es copia”.

No tengo consuelo.

Twitter del autor: @dobertipablo