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El desierto es un mantra visual, un sitio imperturbable cuyo recorrido (aun virtual) resulta altamente terapéutico

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La simulación digital, con sus respectivas bondades y vicios, ha desatado la posibilidad de "experimentar" una cantidad casi ilimitada de nuevos paisajes. Prueba de ello es la herramienta de Google, Street View, que te permite explorar cientos de ciudades alrededor del mundo.

Estos viajes virtuales cumplen distintos fines, todos ellos estimulantes. Por ejemplo, tributar la nostalgia, recorriendo lugares por los que ya estuviste y sembraste memorias importantes; acariciar la imaginación, entregándote a destinos aleatorios con el único fin de deambular en entornos desconocidos; afinar la planeación, utilizando el recorrido como una exploración de avanzada para luego visitar físicamente ese sitio y tal vez, por qué no, reconocer tus rutas cotidianas y buscar el eco de tu presencia, en una especie de geo-extravagancia autorreferencial.

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Desde su estreno hace siete años GSV ha incluido miles de lugares en su acervo, mejorado la calidad de sus imágenes e incorporado una navegación más inteligente. Hoy, prácticamente todas las grandes ciudades del mundo han sido escaneadas por las cámaras de Google. Sin embargo, recién se anuncio un recorrido particularmente atractivo y poco usual: el desierto de Liwa, ubicado dentro de los Emiratos Árabes Unidos. Para concretar esta hazaña se instaló una de las cámaras de Street View sobre Raffia, un camello de 10 años que junto con un guía local peinó el desierto para capturar el material necesario.  

Si te resuena la posibilidad de sumergirte en el desierto vía GSV, entonces prepárate para dedicar un par de horas a un rítmico trayecto a través de masajeantes dunas de arena. Aquí el tamaño de tu pantalla pasa a un segundo plano; la indistinta vastedad del desierto no se mide en pulgadas y, una vez envuelto en él, te abrazará de cualquier manera. Ya instalado en el ánimo particular que exige esta terapia, entonces relaja tu dedo índice, ya que tendrás que clickear en incontables ocasiones, y comienza a desplazarte: prueba girar sobre tu propio eje para elegir la dirección en la cual avanzarás, o simplemente contempla el escenario que tienes por delante. Luego, cuando sientas que tus neuronas espejo están suficientemente lubricadas, entonces podrías buscar símbolos brujos que aparezcan trazados en la arena, practicar una sesión de geomancia, ejercitar la cacería de glitches o ubicar alguna de las monumentales dunas que el viento cultiva sobre el desierto, dirigirte a su cima y aprovechar la altura para disfrutar el panorama. 

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Te advierto que la navegación, aun con una buena velocidad de conexión, será lenta. ¿Pero no es la paciencia el único vehículo que el desierto admite? En caso de querer aderezar tu viaje con unos extras, entonces podrías acompañarte con música tradicional de los beduinos, un té de menta, café, tabaco o cualquier otra sustancia que a tu consideración pueda enriquecer la experiencia. 

En fin; según la neurociencia la simulación de un acto paradisíaco nos acerca, al menos en lo que se refiere a nuestra actividad cerebral, al acto mismo. Y entregarte unos momentos a recorrer el desierto de Liwa es una forma exquisita de aprovechar este singular fenómeno de la psique humana en complicidad con una linda herramienta virtual. 

Twitter del autor: @ParadoxeParadis