El juego de cartas cuyo origen se pierde en la niebla del misterio ocultista --pero que generalmente se sitúa en Marsella en el siglo XV-- ha tenido numerosos avatares, entre los más recientes y populares, el Tarot de Jodorowsky, el Tarot de Osho y el Tarot de Aleister Crowley. Combinando aspectos oraculares con aspectos lúdicos, todos estos juegos de naipes son formas de comunicarse con el inconsciente y redescubrir lo que esta inscrito en el oráculo de Delfos: "Conócete a ti mismo". En sus comentarios al Tarot, Carl Jung señala que es una representación simbólica de los principios arquetípicos de la psique humana y como tal, una invitación a la alquimia interna, a la conjunción de los opuestos o enantiodromía.
Una manifestación digna también de incluir en esta ilustre constelación de reversiones del juego de cartas milenario es la fraguada por artistas surrealistas franceses bajo la batuta del gran caudillo de este movimiento, André Breton. En el caso de la baraja surrealista no se puede considerar precisamente un Tarot, ya que no cuenta con las mismas 76 cartas y 22 arcanos: los surrealistas, con su especial afición por subvertir el orden, crearon una versión híbrida entre el juego de cartas que comúnmente se juega hoy en día y el Tarot (el cual es el antecedente del juego popular).
Los surrealistas llamaron a su juego de naipes Jeu de Marseilles, en un claro guiño al Tarot que viene de los gitanos. La historia cuenta que Breton y sus amigos surrealistas Wifredo Lam, Max Ernst, Jacqueline Lamba, Óscar Domínguez, Victor Brauner, Jacques Hérold, André Masson y Frédéric Delanglade estaban varados esperando el paso de la Segunda Guerra cuando en este campamento ansioso surgió el artificio de crear su propio juego. El esquema básico es el siguiente:
Los típicos diamantes, corazones, tréboles y espadas fueron reemplazados por estrellas, cerraduras, ruedas y llamas.
Estos símbolos, divididos en dos colores:
-Rojo
Llamas: significaban el amor y la pasión.
Ruedas: la revolución.
-Negro
Estrellas: los sueños.
Cerraduras: el conocimiento.
Breton decide cambiar al rey y la reina por Genio, Sirena y Mago, cada uno de ellos representado por un personaje, de tal modo que quedarían de la siguiente manera:
Las llamas
Genio: Baudelaire.
Sirena: Mariana Alcoforado (religiosa portuguesa a quien se atribuye la redacción de las Cartas portuguesas (1669), cinco cartas de amor consideradas una obra maestra de la literatura erótica).
Mago: Novalis (poeta alemán del primer Romanticismo, siglo XVIII).
Las Ruedas
Genio: Marques de Sade.
Sirena: Lamiel (de Stendhal).
Mago: Pancho Villa.
Las Estrellas
Genio: Lautréamont.
Sirena: Alicia (de El pais de las maravillas).
Mago: Freud.
Las cerraduras
Genio: Hegel.
Sirena: Hélène Smith (psíquica francesa de finales del siglo XIX).
Mago: Paracelso.
Como bufón (o loco) eligieron a Ubu Roi (Ubú Rey), de Alfred Jarry.
Lo más destacado del Jeu de Marseilles de los surrealistas es que no deja un testimonio de su universo mágico, de los personajes que influyeron la visión de un mundo dominado por la imaginación y la irreverencia: combinar a Freud con Alicia, Paracelso o Pancho Villa nos dice mucho de su forma encantadora de ver el mundo. En cierta forma estos son los arcanos que se repiten, el ser humano que encarna los símbolos y vuelve a revolverlos con sus peripecias en la rueda de la vida.