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El dueño del circo de las ilusiones: sobre la obra de Danny DeVito

Arte

Por: Psicanzuelo - 09/19/2014

Danny DeVito es de esos artistas que asumen su tiempo y, con todo lo negativo que pueda conllevar, no sólo lo representan, lo reflexionan o lo cuestionan, sino que lo solucionan de alguna manera

devito-14-09-2011 Daniel Michael DeVito Jr., mejor conocido como Danny DeVito, nació en Neptuno, Nueva Jersey el 17 de noviembre de 1944, un año antes de que terminara la gran guerra. Escorpión de signo, llama especialmente la atención el nombre de su poblado natal: Neptuno, planeta que astrológicamente expresa mejor su naturaleza artística; eso sí, de su signo viene su tono irónico como director, escorpio. Resulta que el astro azul rey con 13 lunas está vinculado con la inspiración y la intuición, pero sobre todo con la empatía, sentir por los demás, factores que posee y utiliza el pequeño Danny hábilmente en su arte.

Por primera vez brilló como actor interpretando a Martin en un rol menor de Atrapado sin salida (Milos Forman, 1975), una genial película que podría ser, entre otras cosas, un catálogo de grandes actores de reparto. Logró sobresalir entre todos los locos de manera silenciosa, expresándose con economía de recursos. Recordemos que la pantomima es la base actoral del cine (el cine mudo); así DeVito se sumerge en la ficción con fuerza viviendo las escenas. Cómo olvidarlo como niño que se divierte ante un mago de fiesta de cumpleaños con los rounds de box en los que se convertían las intervenciones de McMurphy (Nicholson) contra la enfermera (Fletcher) durante las terapias en grupo en el círculo de sillas.

dannyABSiguió su memorable intervención en la cinta de aventuras de Dos bribones tras la esmeralda perdida (Robert Zemeckis, 1984) con el rol del villano caricaturesco Ralph, un neurótico cazador de tesoros perdido en Colombia (en realidad México; ahí fue filmada). Una vez más, con pocos recursos y dándole la vuelta al cliché, brinda mucha simpatía al sensual romance entre Tourner y Douglas, con una  segunda parte en La joya del Nilo (Lewis Teague, 1985). Se vislumbra a estas alturas que, más allá de una continuación del personaje demente, este actor de reparto tiene un futuro grande en el cinematógrafo. Parece que Ralph es un loco que finalmente pudo salir del manicomio de Atrapado sin salida, a diferencia de McMurphy.  

Era tan simpático el pequeño gordito DeVito que hasta a Brian de Palma se le ocurrió hacer una comedia de enredos con él, incluyendo a la mafia italiana como telón de fondo, grupo étnico que ya se había probado cinematográfico en la obra de Coppola y Scorsese para ese entonces. Wise guys (1986) posiciona en un lugar como Atlantic City a dos mafiosos bastante torpes en una situación de fuego cruzado: uno viene a matar al otro y viceversa, comedia simple que una vez más DeVito vuelve a transformar sofisticadamente. De Palma tendrá quizás otra comedia si se considera a La hoguera de las vanidades como tal; parece que este genial estilista del suspenso, heredero de Hitchcock deseaba tener éxito con éste género pero jamás lo consiguió. De Palma tiene una solemnidad en la que encarna perfectamente al fantasma de Alfred Hitchcock; es curioso cómo sus escasos intentos de hacer comedia pueden ser admirados como retratos críticos del fracasado horror del sueño americano.  

5183084455_a5d038cda6_zDeVito se estrena como director (aunque ya había dirigido TV anteriormente, durante la exitosa serie Taxi, misma que lo volvió famoso) con la comedia negra Tira a mamá del tren (1987). Me parece que pudo ser tan frustrante para él la experiencia con De Palma, que de manera por demás sorpresiva para su debut adapta al idolatrado Hitchcock del thriller Extraños en un tren (Hitchcock, 1951) en una comedia negra. Sobre la trama del clásico hitchcockiano, que a su vez estaba basado en una novela de misterio de Patricia Highsmith donde a etapas tempranas del guión estuvo involucrado en algún momento hasta Raymond Chandler, dos hombre se encuentran en un tren y uno le propone a otro matar a su esposa, de la que se quiere divorciar, a cambio de que él mate a su odiado padre. En la adaptación de DeVito, Larry (Billy Cristal) es un novelista con tremendo writer’s block que se dedica a dar clases en una universidad, cuya exesposa le ha robado la novela que ahora es un best seller. Owen (DeVito), quien toma clases con Larry, quiere asesinar a su madre a quien ya no aguanta, y después de ver el clásico hitchcockiano se le ocurre una idea. Así DeVito se declara director por medio de su cinefilia, asumiendo una comedia negra que tiene raíces en Hollywood en el trabajo de Chaplin y muy pocas resonancias después en tiempos clásicos, fuera del screwball que no es comedia negra; pero podemos pensar un ejemplo puro de comedia negra en Capra (Arsénico por compasión, 1944). La comedia negra es peligrosa, ya que se acerca al melodrama por el lado de la sátira; DeVito tiene gracia y nunca dejan de provocar risa sus personajes en situaciones que pudieran sucederle a cualquiera. Se trata de gente común llena de resentimientos que opta, ya desesperada, por el camino más inadecuado. La película utiliza escenas imaginarias que le otorgan a la obra un toque onírico, donde la película es consciente de ser una película, donde dos extraños intentan ser amigos por medio de un crimen que haga sus vidas más alegres. En un nivel más profundo aquí empieza la naturaleza del radical cine de DeVito, la rebeldía contra los valores establecidos por medio de la locura, la violencia como agente de cambio; situaciones graciosas en las que, aunque nadie salga lastimado, el statu quo sí resulta un cadáver, el individuo revoluciona a su sociedad agresivamente y con la risa. Tánatos en la punta de unas tijeras que no dejan de ser tijeras, pero en las manos de Eros son graciosas.

TwinsContinúa su trabajo actoral en una comedia blockbuster de verano del habilidoso Ivan Reitman al lado de Arnold Schwarzenegger; de hecho fue su gemelo. En este extraño logline interpretaba a Vincent, un error en un experimento que lo convertía en la sombra de la perfección de Arnold. El hermano perfecto lo busca sin saber de su existencia hasta llegar a la edad adulta, y prueban juntos que ying y yang pueden convivir en un objetivo común. Así DeVito como actor se transforma, interpreta a esa sombra que Estados Unidos se encarga en todo momento de ocultar con toda su voluntad, la sombra del imperio.

La guerra de los Roses (Danny DeVito,1989) es sin duda una prueba de lo rápido que madura como director; su segunda película dos años después es una sólida mezcla de géneros que conserva la violencia rapaz como conducto de liberación ante la institución primordial que es la familia. Ahora desde el punto de vista de la pareja, el matrimonio Rose compuesto por la rubia belleza de Bárbara (K. Turner) y el vigoroso éxito de Oliver (M. Douglas), está fracasando. El tedio es un nuevo ingrediente que lentamente va dando lugar a la agresividad de uno contra el otro. ¿Quién lo iba a decir? Profundamente enamorados se lanzaron a la aventura del matrimonio, en la que un día ella le pregunta a él: “¿Estás feliz?”, a lo que él contesta: “Más qué feliz, estoy casado”.

Los jóvenes no saben lo que les espera, la gran amenaza de lo que serán el uno para el otro en un futuro no tan lejano. Al negarse él al divorcio, golpes físicos ahora ocupan el lugar de las caricias; platos y demás objetos que vuelan por los aires buscando impactarse en el cuerpo del otro ahora son los nuevos regalos, que dan pie a secuencias de acción que necesitan dobles de cuerpo, stunts en caídas desde segundos pisos, y el hogar se rompe literalmente; atropellamientos vehiculares, etc… La bestialidad humana se revela ante las estructuras impuestas por un sistema y DeVito se consolida como radical, un profeta del Apocalipsis. Por otro lado la cinta es una reflexión divertida de la pareja heterosexual como un sitio adecuado para las más grandes obras de teatro, cancha de squash energética.

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Llama la atención cómo DeVito asume, a diferencia de la mayoría de los directores de cine, que una cosa es dirigir y otra escribir; a él no le interesa escribir, siempre se ha apoyado en gente experimentada y sensible. Para Bota a mamá del tren se apoyó en Stu Silver que más que nada es una persona de televisión, responsable de un show como en su momento fue Webster. Para La guerra de los Roses usó un guión de otro escritor de televisión responsable del exitosísimo The Cosby Show, en este caso adaptando una novela de Warren Adler. Para su siguiente película DeVito colabora con uno de los mejores guionistas de su generación, David Mamet, para construir su más seria obra hasta la fecha, Hoffa (Danny DeVito, 1992), el épico biopic de Jimmy Hoffa, un líder sindical estadounidense que desapareció bajo sospecha de asesinato. Juntos Mamet, DeVito, Nicholson y también quien soliera ser el fotógrafo habitual de De Palma, Stephen H. Burum, crean una fábula de los escabrosos confines del sueño americano. Con influencia de los malabarismos cinematográficos para descubrir conspiraciones de Oliver Stone, que ya eran evidentes en JFK (Stone, 1991), la apuesta de DeVito es de dimensiones épicas clásicas hollywoodenses.       

penguinEn 1992 crea su mejor personaje hasta la fecha, el terrorífico Pingüino, en la segunda entrega de Batman por parte de Tim Burton: Batman regresa, al lado de la inquietante Gatúbela, la nunca antes tan sensual Michelle Pfeiffer. DeVito lleva la elegancia de este enfermo mental al terreno realista y lo grotesco de sus prostéticos a acciones actorales que disturban de manera contundente; sólo hay que recordar cómo se alimenta y la manera como después se limpia. La forma de hablar del personaje hace que uno no dude de su existencia y tome por realidad la ficción planteada, pero lo más importante de todo, construye la gran amenaza contra la que Batman tiene que esforzarse, dándole sentido a la película. Esa película funciona en dos niveles que son parte del funcionamiento de Batman (Michael Keaton): por un lado su vida profesional, justiciero vengador contra el terrible Pingüino; pero por el otro contra su parte sensual, vida privada, Gatúbela. Estos dos personajes son dos espejos del temible súper héroe. Así es como Danny DeVito una vez más funciona para el sistema representando su sombra contrastada, el otro lado del personaje ideal.            

DeVito sigue explorando géneros cinematográficos, ahora con un cuento de hadas contemporáneo adaptando a Roald Dahl. Matilda (DeVito, 1996) plantea a una niña de nombre también Matilda (Mara Wilson) poseedora de súper poderes psíquicos, instalando justicia para el buen individuo indefenso de otra manera, el grueso de la población norteamericana. Una justicia que no llegará por medio de la familia, del matrimonio ni de la lucha social (como lo ha planteado la anterior filmografía), sino por medio de la inocencia; porque a final de cuentas, DeVito jamás ha dejado de ser un niño y no sólo de tamaño (mide 1 metro 52 centímetros). Es su actitud ante la vida lo que hace que a uno le caiga tan bien desde un inicio, una actitud que se extiende a la visión que tiene de los conflictos de sus personajes atrapados por su entorno. Matilda pasará del autoritarismo corrupto de su padre a ser internada en un orfanato dickensiano tipo Anita la huerfanita (John Huston, 1982), donde el sistema no puede soportar la inocencia ni la bondad y contiene varios métodos para corromperla, pervertirla para que pueda serle útil. Matilda batalla no sólo por ella sino por todos sus compañeros, como continuación de la niña que aparece en el epílogo de Stalker (Andrei Tarkovski, 1979): por medio de la telequinesis reclamara su espacio en esta nueva realidad.     

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Curiosamente DeVito vuelve a trabajar para Tim Burton en Big fish (2003) creando otro memorable personaje, el cirquero Amos Calloway, quien bien podría representar a DeVito director Hollywoodense. Cuando Ed Bloom (Ewan McGregor) ha quedado prendado de la hermosa Sandra, recurre a Calloway para orientarse sobre cómo puede encontrarla. Calloway lo emplea un mes en su circo gratis y acuerdan que cada mes le dirá algo nuevo de la etérea chica rubia.

Así DeVito, el domador de personajes más que de actores, el dueño del circo nos va dando pistas de dónde ha quedado atrapada nuestra alma colectiva ante esta mecanización que se soporta en un sistema frío. DeVito divierte a su audiencia pero está de verdad conectado con el espíritu, a tal grado que puede darnos pistas de lo que está dañado y cómo arreglarlo; a eso ha dedicado su vida, su arte. Lo mismo que cuando hace poco le dio vida al personaje animado en El lorax (Chris Renaud, Kyle Balda, 2012) una simpática bestia diseñada por Dr. Seuss, conciencia planetaria en contra de la deforestación.

Danny DeVito es de esos artistas que asumen su tiempo y, con todo lo negativo que pueda conllevar, no sólo lo representan, lo reflexionan o lo cuestionan, sino que lo solucionan de alguna manera y además nos divierten enormemente. A los que lo siguen en Twitter les consta sonreír de vez en cuando viendo las selfies de su pie desnudo posando en algún lugar del mundo, recordando esa papa que baila en el plato de Chaplin.

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Twitter del autor: @psicanzuelo