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Un estudio reciente encontró que el rostro de los hombres evolucionó para resistir golpes; por ello, por ejemplo, su mandíbula es más ancha

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Tal como muchos lo hacen hoy en día, los primeros hombres del mundo se metían en peleas prehistóricas equivalentes a las actuales “peleas de bar”. De acuerdo con los resultados del estudio del Dr. David Carrier de la Universidad de Utah, al parecer ello ha alterado la cara del hombre para que sus mandíbulas sean más robustas que las de la mujer. La evidencia sugiere que evolucionaron para minimizar el daño de altercados después de que nuestros ancestros aprendieron a lanzar un golpe. “Los australopitecos estaban caracterizados por un número de rasgos que tenían que ver con su habilidad para pelear y que incluía las proporciones de la mano para permitir la formación de un puño. Esto cambió efectivamente el delicado sistema musculoesqueletal de la mano en un garrote efectivo para golpear”, apunta Carrier.

Si, de hecho, la mano cambió para poder lanzar golpes más efectivos, la cara del hombre cambió para poder resistirlos. "Cuando los humanos modernos pelean uno a uno, el rostro es usualmente el blanco principal". En otras palabras, los rostros de la mujer y el hombre son distintos porque las partes del cráneo que se rompen en peleas son más grandes en los hombres.

Todo esto revive el debate de Jacques Rousseau, quien argumentaba que antes de la civilización los humanos eran "nobles salvajes". La idea de que la civilización corrompió a la raza humana y nos hizo violentos sigue siendo fuerte en las ciencias sociales, apunta Carrier; sin embargo, los hechos no empatan con la teoría.

“Nuestra investigación es acerca de la paz. Buscamos explorar, entender y confrontar las tendencias violentas y agresivas de la humanidad”, indica Carrier. “La paz comienza por nosotros mismos y, ultimadamente, es alcanzada mediante un autoanálisis disciplinado y un entendimiento sobre de dónde venimos como especie”.