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La clave de la paz mundial podría estar en nuestro cerebro

Por: Luis Alberto Hara - 06/30/2014

Según un impactante estudio, la empatía y la violencia comparten los mismos circuitos neuronales, por lo que ser más empatico implicaría ser menos violento

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Un fascinante estudio publicado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología puede cambiar todo lo que pensamos sobre la violencia y la empatía.

Todo inició en la Universidad de Valencia, donde un equipo de investigación buscaba las zonas del cerebro involucradas en la empatía por medio de imágenes por resonancia magnética funcional. Lo que descubrieron fue increíble: los circuitos cerebrales que procesan la empatía y la violencia parecen ser los mismos. Esto significa que la empatía no sólo combate la violencia sino que, entre más empáticos somos, menos violentamente reaccionamos a cualquier situación.

Esta no es la primera vez que se encuentra este tipo de relación binaria en el cerebro. Temple Grandin, investigadora de la Universidad de Colorado, afirma que la mayoría de los mamíferos parecen incapaces de sentir miedo y curiosidad al mismo tiempo, lo cual puede querer decir que la presencia de un comportamiento inhibe el otro. Lo mismo parece mostrarse en  investigaciones acerca del fluir (“flow”), el cual parece opuesto al comportamiento “pelear o huir”. Como explica Steven Kotler en su libro Rise of Superman, la ráfaga de adrenalina que se da como respuesta en piloto automático a situaciones de estrés extremo es lo contrario al estado de “flow”, en el cual el cerebro se encuentra en su creatividad máxima y puede tranquilamente pensar la resolución de un problema.

Aunque la investigación se encuentra apenas en sus primeras etapas, lo que sugiere es que la evolución ha entretejido en una misma trama nerviosa una capacidad de respuesta instintiva y antisocial, y otra más social y razonada. Esto quiere decir que, si entrenamos lo suficiente nuestra capacidad de ser empáticos, responderemos cada vez menos violenta y prejuiciosamente a los problemas que se nos presentan.

En pocas palabras, la ciencia está probando en el laboratorio nuestra capacidad para ser empáticos con los demás y generar caminos para lograr la paz que tanto necesitamos.