La interlocución del gobierno para enfrentar cuestionamientos sociales no debe ser sencilla. Decidir si se responde a los desplegados de una estrella de cine reconocida internacionalmente o si se realiza una comunicación pública por internet con el fundador de las autodefensas de Michoacán implica colocarse entre la espada y la pared. Ambas espadas de distinto filo.
Por un lado, el 28 de abril, Alfonso Cuarón publicó en diversos periódicos 10 preguntas sobre la Reforma Energética que el mismo el Presidente agradeció por twitter y contestó dos días después la oficina de la Presidencia de la República.
Las críticas por el hecho de que Peña Nieto diera respuesta a Cuarón han llovido. Las preguntas no necesariamente están resueltas, pero el gobierno hizo al menos un intento por no obviar la solicitud, que dicho sea de paso no sólo plasmaba dudas del cineasta, sino de muchos de los ciudadanos que no contamos con los recursos ni la fama que tiene él, así que si la utiliza para solicitar información que es de interés público ¿por qué molestarse?
Las preguntas son tan precisas como necesarias y no habían sido abordadas en ningún espacio de publicidad gubernamental ni en ninguna entrevista, pese a que muchos analistas y políticos de oposición la habían cuestionado. La forma en la que se respondieron con explícita referencia a Cuarón quizá no fue la más democrática. Se hubiera hecho entrega de la regulación secundaria en un acto oficial y enviado una carta al ciudadano Cuarón con las respuestas aparte. Pero de hacerlo como lo hicieron a ignorarlo, más valía hacerlo. Si al día de hoy no hubieran dado una sola respuesta, la omisión les hubiera atraído mayores críticas. Ahora el gobierno deberá decidir si responde a la exigencia del director de cine para que se realicen tres debates abiertos sobre la reforma energética.
Por otro lado, el martes 6 de mayo, Juan Manuel Mireles Valverde solicitó a través de un video dirigido a Peña Nieto, tener un acercamiento directo a través de Skype. Petición que el presidente no ha contestado todavía. Mireles hace hincapié en la necesidad de un diálogo directo en el que se evite la desinformación de los intermediarios. Ante los anuncios de los avances del desarme, Mireles deja claro que no hay paz ni condiciones de orden social en Michoacán, con las que el gobierno pueda garantizar la seguridad de la ciudadanía, e insinúa que tanto el Comisionado Castillo como el resto del equipo asesor de Peña Nieto, no llevan información verídica a sus oídos.
Hay dos frases rudísimas que utiliza Mireles para solicitar audiencia directa:
“No se puede desarmar a un pueblo por un discurso. Se tiene que desarmar a un pueblo brindándole seguridad pública, una justa impartición de justicia, oportunidad de empleo, de educación”
“Tienes una esposa muy bella, entre los dos tienen hijas muy bellas, tienes amigos que anduvieron en la primaria y en la secundaria contigo, que se juntaron a barrer la calle, jugaron contigo; qué sentirías que llegara alguien a tu casa y se llevara a tu mujer porque es muy bella y después de regresártela se lleve a tus hijas también porque están muy bellas y después de que vieron que tú te enojas te dejen en la puerta de tu casa las cabezas de tus mejores amigos para que te calles la boca. Eso es lo que está sufriendo en todos los estados de la república”.
Tras las declaraciones de Mireles el Consejo de las Autodefensas puso en duda su legitimidad e integridad. Sin embargo, tanto su solicitud de extender un diálogo como las peticiones que realizó Cuarón, generan reflexiones interesantes sobre los retos que está enfrentando este gobierno para generar conversaciones públicas.
Ni Mireles ni Cuaron son los únicos ciudadanos con preguntas y solicitudes legítimas que debe responder el Presidente y su equipo. Es perfectamente comprensible que ningún país cuente con la capacidad de que su presidente responda personalmente a cada ciudadano que cuestiona sus decisiones. Sin embargo hay gobiernos que entablan conversaciones cotidianas con los diferentes grupos sociales. Obama, por ejemplo, recibe todos los días a organizaciones de sociedad civil para conversar sobre su agenda. Eso hasta hoy es impensable en la oficina de la presidencia.
Ya tienen solicitudes emblemáticas de diálogo, no sólo en la puerta de entrada de los pinos, sino en los medios convencionales y en las redes sociales, deberían implementar cuanto antes mecanismos institucionales, flexibles y abiertos para platicar con los ciudadanos. Hace falta información completa que muestre no sólo conocimiento de las causas y consecuencias de las decisiones públicas, sino sensibilidad para explicar con un lenguaje sencillo lo que todos tenemos derecho a saber: en qué afectan y en que mejoran nuestra vida cotidiana. Les queda ver esto como una oportunidad para innovar o como una permanente amenaza en la que no les quedará más que resguardarse en un muro de monólogos.
Twitter de la autora: @maiteazuela
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