Partiendo de que “la invisibilidad de la muerte resalta su terror”, la artista Sarah Sudhoff consiguió permisos para entrar a las fábricas de incineración y retratar los pedazos de tela manchados de sangre y fluidos que dejaron atrás algunos difuntos, en su última hora. At the Hour of Our Death muestra lo que la convención de la muerte nos oculta de la vista.
“En la actualidad en la sociedad occidental, la mayoría de las familias delegan la responsabilidad de preparar el cuerpo de un ser querido para su último lugar de descanso a un completo extraño. […] La mancha de la muerte es rápidamente removida y la escena es limpiada y normalizada. Como Phillipe Aries escribe, “La sociedad ya no observa la pausa; la desaparición de un individuo ya no afecta su continuidad”.
Estas fotografías a gran escala y a todo color capturan retazos de sábanas, alfombras, tapices y vestiduras marcadas con los signos de una vida humana expirada. Las cédulas de cada foto sólo nos informan del género, la edad y la causa de muerte del individuo, pero es justo la ausencia de nombre propio lo que genera una conexión íntima con la muerte anónima representada. Sudhoff intenta alentar los movimientos de la desaparición física de una persona; de llenar los huecos que se quedan allí cuando despojan de evidencia trágica a una escena de muerte. Después de todo, todos dejaremos una marca, todos mancharemos algo a la hora de morir. Y esa marca podría tener la misma importancia que la primera huella digital que nos toman al nacer.
“Si ninguna otra cosa genera preguntas acerca de la propia mortalidad, esto quizá ayude a que la gente se pregunte qué planes tiene para el momento de morir. Si quiere ser cremado o alguna otra cosa”, explica Sudhoff. “Y luego, tal vez, algunas personas incluso se den cuenta que hay belleza en todo. Incluso en la tragedia hay algo de belleza”.
Estas manchas finales, son en cierta forma, una última impresión de ese agregado del ser entre la conciencia y el cuerpo qe deja su sello en un mundo impermanente.