Hemos oído muchas veces, e incluso propuesto muchas veces también, que el proceso de enseñanza-aprendizaje debe ser significativo. Y que significativo quiere decir que le haga sentido a los alumnos; que conecte con su acervo personal, con sus situaciones cotidianas, con sus problemas, con su marco de referencia, con sus expectativas y sus intereses. En definitiva, que a los niños les enseñemos cosas que les interesen, y se las enseñemos de una manera que les interese.
Y hemos oído también que es ésa –precisamente- una de las fallas fundamentales del modelo educativo vigente. Y que corrigiéndola podríamos obtener resultados muy importantes.
Quiero hacer una reflexión crítica sobre esa premisa.
No voy a discutirla en sí misma, porque creo que es una premisa verdadera. Pero necesito hacer una reflexión sobre aquello que llamamos “el marco de interés del niño”. Insistimos en que se trata de atender y respetar ese marco, pero en rigor yo creo que antes de eso, se trata de construirlo. A nuestros alumnos les falta marco de interés y debemos trabajar para construirlo. No saben lo que les interesa o no les interesa nada. O lo que les interesa, en realidad no interesa o al menos no es interesante. Realmente, la escuela que queremos no puede trabajar con un marco de significación frecuentemente tan pobre como el que tienen los niños hoy. La escuela debe enfocarse en ampliar y enriquecer ese marco, en desarrollarlo, en forjarlo. Si no, el proceso se aplasta y se subordina, en lugar de crecerse y expandirse.
Nuestros alumnos no saben interesarse. No se interesan. No les va la vida en casi nada y en lo que les va, no nos alcanza para montar un esquema educativo rico y ambicioso. Hay que volver un paso más atrás. Tan secos de sentido estamos todos que si queremos partir del sentido actual de las cosas para los niños no levantaremos vuelo jamás.
La escuela debe ponerse ambiciosa otra vez; pretenciosa como le corresponde. No quiero una escuela blanda, sumisa y ramplona. Su tarea es más estructural que “enganchar” con los niños; su tarea es construir niños, es constituir niños, es hacerlos ser. La escuela tiene que sentirse autorizada (y después, también desafiada) a trabajar con sus alumnos para constituir en ellos –y con ellos- un rico y profundo “marco de interés”. La escuela debe abrir expectativas, construir situaciones que reten, insinuar nuevos caminos invisibles, picar, torear, intrigar. La escuela es responsable de la complejidad de las expectativas de sus alumnos. Ella se juega en la construcción de esas expectativas, mucho más que en su alineación con ellas o en su satisfacción. La escuela –estoy queriendo decir- te enseña a desear, a ambicionar, a desarrollar tus proyectos.
Debemos desandar el camino en un doble nivel, entonces. Estamos en el -2. La escuela hoy no engancha con las expectativas de los niños y por eso se desajusta; llega siempre a destiempo, no captura la atención de sus alumnos y no cultiva ningún “engage”. Si resolviéramos eso estaríamos en el -1. Pero para ponernos en nivel, para llegar a la tierra y ganar un horizonte que ahora no tenemos, necesitamos dar este segundo paso, encima del primero. No solo asumir que debemos enlazarnos con los niños y volver significativo lo que hoy no hace el menor sentido para ellos, sino también autorizarnos –y exigirnos- a construir un marco de expectativas rico en nuestros alumnos; potente, sofisticado, diverso, amplio y profundo. Me encantaría que las escuelas sintiéramos que básicamente somos lo que nuestros alumnos son capaces de ambicionar; que nos define el peso específico de las expectativas de nuestros niños. Que nos presentáramos –institucionalmente- a través de nuestros niños y sus proyectos. Que somos responsables de eso y que nos dedicamos a eso.
Que la familia también lo es, es verdad; pero esa afirmación ni nos exime ni nos impide. En cualquier caso, es también la escuela. Y la escuela lo asume.
Ahora bien: una escuela enfocada en construir el marco simbólico de expectativas y proyectos de sus alumnos es otra escuela que la que tenemos. En todo sentido. Una vez más.