En el último mes el precio del limón en México alcanzó niveles inéditos. Este producto llegó a valer hasta ochenta pesos (un aumento de 700%), fenómeno tan irreal que ahora este cítrico protagoniza conversaciones cotidianas e incluso se convirtió en meme dentro de las redes sociales. Fotografías que mostraban un limón en una caja de anillo de compromiso, o un singular tipo que al pasearse con sus limones atraía la atención de las mujeres, fueron parte del humor de temporada.
El explosivo precio del limón se debió a un mal año en la producción por condiciones climatológicas y a una plaga que afectó la cosecha en varios lugares del país –aunque hay quienes acusan que se trató de una manipulación del mercado que luego se salió de control. El fenómeno llegó en estos días a un caricaturesco clímax cuando varios sujetos robaron 175 kilos del producto, con valor de más de siete mil pesos, en el puesto de una central de abastos en León, Guanajuato.
La noticia resulta cómica por que remite a lo abstracto del mercado. Una cosa no vale por lo que es en sí misma (su composición, textura, etc), sino por lo que representa. El hecho de que el limón en este momento esté caro, hace que atendamos y pensemos en esta cotidiana fruta (el mexicano suele incluirla en muchísimos platillos). Es gracioso cómo un producto cotidiano de repente sea considerado un lujo, y siendo costoso ¿lo encontramos más bello? ¿Sabe más rico?
La cultura es en gran parte un juego de percepción, las cosas adquieren el valor que tienen porque así aprendimos que era, es una especie de “acuerdo” heredado. Porque el aprendizaje es perfectible, resulta en múltiples ocasiones que cosas que aprendimos como conocimiento, resultan ser creencia. En fin, el ejemplo de los 4 sujetos que robaron limones de una central de abastos es muestra clara de la relatividad de las cosas. Lo que hoy es preciado, mañana seguramente será un objeto más. Para terminar, no deja de llamar la atención que a pesar de la podredumbre social expresada en los altos niveles delincuenciales del país, las ocurrencias sociales (en muchos casos muy dañinas), no dejan de sumar al surrealismo que caracteriza a México Mágico.