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The Act of Killing (2013): amor por el genocida

Por: Cesar Bedon - 02/21/2014

César Bedón mezcla en su reflexión del documental imaginario, "The Act of Killing", la voz de su director, Joshua Oppenheimer, y nos ofrece el siguiente texto.

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LA PELÍCULA TERMINA CON EL PROTAGONISTA VOMITANDO.

Por estos días (finales del 2013, que es cuando me decidí a bajarla de Internet) la película está cosechando sus múltiples, esperables premios. Su protagonista no. El protagonista, un simpático genocida ya en la ancianidad, desea mantener un perfil bajo. Por estos días, la película es tema vivo de discusión en Indonesia, país sobre el cual el lector no conoce nada y yo tampoco… excepto, quizás, Bali, o una idea bastante abstracta y turística de Bali: atardeceres vistos desde la playa, tablas de surf, palmeras verdes, bikinis celestes. Un periodista indonesio ha dicho que en su país “hay un antes y un después de The Act of Killing”: tal es el título de la película, cuya traducción es El Acto De Matar, y que muestra a un grupo de gánsters indonesios que integraron la maquinaria estatal que asesinó a miles de comunistas indonesios tras el fallido Golpe del 30 de septiembre de 1965 —lo de “comunista”, desde luego, es una etiqueta manipulable a conveniencia— pero a quienes nunca les pasó nada: estos gángsters no fueron acusados o juzgados y hoy son algo así como celebridades integradas ejemplarmente a la sociedad… Así que el director de esta película documental, un estadounidense afincado en Dinamarca, que trabajó en el proyecto durante siete años, aprendió indonesio y convivió con los mencionados gángsters, dio un golpe de extraordinaria audacia artística —esas cosas existen—y les pidió que recrearan para las cámaras de cine algunas de sus torturas y asesinatos: sus versiones de la historia. Petición a la cual accedieron, llenos de entusiasmo.

Así que hay momentos de terror hilarante acá. Especialmente cuando Anwar Congo, tal es el nombre de nuestro protagonista, recrea para las cámaras de cine sus propios sueños… Hay en la película un luminoso videoclip frente a una hermosa catarata y Anwar Congo, vestido con una túnica, los brazos alzados en bondadoso gesto, recibe el agradecimiento de sus víctimas por haber sido enviadas al cielo. El filme es escalofriante y marciano, y habla sobre la impunidad como no se ha hecho antes en el cine. Sight and Sound la nombró Mejor película del 2013 (Gravedad quedó en segundo puesto, así que el dato puede ser interpretado a gusto del lector) y firman como productores ejecutivos los documentalistas más famosos del mundo, Errol Morris y Werner Herzog. El último ha dicho “No he visto nada tan poderoso, surrealista y atemorizante en una década al menos. No tiene precedentes en la historia del cine”. Y aunque en Indonesia no ha habido algo así como un estreno oficial, por lo de la censura, ha sido vista en funciones semiclandestinas o bien la gente se la ha bajado de Internet…

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De hecho, la película ha cambiado algunas cosas: por primera vez se discute públicamente el genocidio y la impunidad en Indonesia, y eso contradice a Wilde cuando sentencia “Todo arte es completamente inútil”, y entusiasma notoriamente a Joshua Oppenheimer, director de la película, con quien estoy conversando por Skype. 39 años. Tipo simpático. Bastante convencido de la importancia de su trabajo. Un comunicado suyo reza: “Todas las cosas que tocan mi cuerpo, incluyendo la computadora en la que tecleo esta carta, están malditas por el sufrimiento de la gente que las fabricó”. Prácticamente todo lo que usamos en nuestra vida cotidiana, incluyendo la ropa, es producido en lugares donde hubo genocidios. Joshua me dice que tal cosa debe ser de especial interés para un escritor latinoamericano. Yo encuentro bastante probable que The Act of Killing gane el Oscar a mejor documental.

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“Si esta película tiene éxito irá en contra de la propaganda oficial sobre los comunistas, y mostrará que los crueles fuimos nosotros”. Esto dice, en un momento de lucidez, uno de los gángsters o exgángsters que aparecen en The Act of Killing, Adi Zulkadry. Y agrega: “Han pasado cuarenta años, o sea que todos los casos han expirado […]. No es un problema para nosotros, es un problema para la Historia”. En The Act of Killing, Anwar Congo intenta algo alucinante con su pasado, que está sazonado generosamente con cadáveres, y es embellecerlo a través del cine: más sobre eso después. En septiembre del 2013, la que probablemente sea la revista más importante de Indonesia, Tempo, dedicó 75 páginas al genocidio e incluyó multitud de testimonios de vecinos que masacraron “comunistas” a lo largo del país en la década del sesenta. Eso es un hito, en un archipiélago de 237 millones de habitantes donde la única versión aceptada era la que venía en los libros escolares —un indonesio en el foro de discusión de la Internet Movie Database escribió, tras ver The Act of Killing, “Desde la primaria, nunca creí en la mierda de la que hablaban los libros de texto”—, así como la versión presentada por una película de 1984, financiada por el gobierno, de visión obligatoria para los escolares indonesios hasta 1998 y llamada La traición del movimiento 30 de septiembre / Partido comunista indonesio. Como entenderá el lector, se trata de una película de propaganda, de pocos matices y abundante sangre.

Así que hay un asunto importante aquí, y es que los protagonistas de The Act of Killing son una muestra pequeña de un universo grande de asesinos. Es más, Anwar Congo y los cuatro o cinco gánsters que pueblan la película son profundamente idiosincráticos, y tal vez poco representativos… En una escena nocturna, Anwar y su colega, Herman Koto, cuentan cómo acostumbraban salir sonriendo del cine luego de ver algún musical de Elvis Presley, moviéndose aún al ritmo de la música, hacia la oficina paramilitar donde su trabajo consistía en matar gente. Pregunta: ¿cuántas personas alcanzaron a matar Anwar Congo y el resto del reparto? Respuesta: un porcentaje pequeño dentro de un estimado mínimo de 500,000 muertos regados a lo largo de dos años de genocidio. De hecho, Joshua afirma que su película —codirigida por Christine Cynn y un anónimo: y han querido permanecer anónimos un productor, tres camarógrafos, seis asistentes de producción, el asistente de dirección, los maquilladores y casi una tercera parte del personal— es una especie de experimento que podría ser repetido en otras partes de Indonesia…

Hablar de asesinatos usando la estadística se hace macabro, pero arroja luz sobre esta cita de Voltaire que inicia la película:

"Matar está prohibido. Por tanto, todos los asesinos son castigados, a menos que maten en grandes cantidades y al sonido de trompetas."

–Las personas que han hecho estas cosas injustificables son seres humanos –dice Joshua por la ventana de Skype. –Por eso mismo guardo más perdón para ellos, y me siento menos dispuesto a calificarlos como monstruos.

–Era como si matáramos… con felicidad –dice Anwar Congo a la cámara de cine.

 

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Pese a lo dicho, The Act of Killing termina dándole un rostro a la masa de asesinos trabajando conjuntamente con el Estado indonesio en la década de los sesenta, y la suerte ha querido que tal rostro sea el de este abuelo sonriente llamado Anwar Congo, de quien alguien podría decir que guarda un parecido con Nelson Mandela, y que juega a recrear sus crímenes –cerca de mil, asegura la nota de prensa– e, inclusive, de una manera que roza lo absurdo, interpreta el papel de una víctima en esta especie de película-dentro-de-la-película que el espectador ve, mientras siente algo parecido a la indignación o de repente suelta una carcajada.

–Fue Anwar quien dio pie a algunas de las escenas más surrealistas de la película –continúa Joshua. –Vistió de mujer a Herman, por ejemplo. Los dos mostraron un gran sentido del absurdo.

Y el público de un programa de TV indonesio –esto aparece en la película– ríe y aplaude cuando la guapa presentadora afirma que Dios odia a los comunistas, y subraya que Anwar utilizó métodos de aniquilamiento inspirados en las películas de gángsters: métodos menos violentos, más humanos. En otra escena vemos a Anwar guiar a Joshua, quien permanece fuera del encuadre, hacia la antigua oficina paramilitar donde describirá para la cámara su estupenda técnica de asesinato: el ahorcamiento con cable. Es que no ensucia tanto. Luego Anwar dirá, mientras estudia en la TV de su casa la demostración que ha hecho de tal técnica, que sería mejor si se tiñera el cabello de negro, y que la escena debe ser repetida porque él nunca usaría pantalones blancos en una ejecución…

O sea, The Act of Killing es también una película sobre La Representación, hecha en colaboración con los asesinos (Joshua llama a su película “un documental de la imaginación”) y resulta evidente que hay aquí un componente mayúsculo de juego, e incluso una inocencia –o inconsciencia– que algunos relacionarán con un término profundamente misterioso como banalidad del mal.

Porque, bajo cierto punto de vista –y puntos de vista es lo que sobra en el universo–, nuestros asesinos eran burócratas haciendo un trabajo.

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The Act of Killing iba a tratar inicialmente sobre los familiares de las víctimas: pero los victimarios, sencillamente, resplandecían. Cuando vivía en una plantación en Sumatra del norte, Joshua entrevistó a un vecino suyo: un amigo le había dicho que este vecino era el asesino de su tía. El vecino se lo contó con orgullo frente a su esposa y su nieta pequeña.

"Regresé temblando a mi casa", me dice Joshua ahora. "La sonrisa con la que describió todo… Era grotesco. Una hora después tocaron a mi puerta: era su esposa; me había traído plátanos fritos. Acepté y dejé que se fuera rápido y luego tiré el plato a la basura… Pero me quedé pensando en este impulso mío, que buscaba reafirmar que había una diferencia entre esta mujer y yo. Estaba rechazando su amabilidad, su humanidad. Decidí que nunca más haría eso".

–Es inevitable establecer vínculos con quien filmas –comento.

"No sólo es inevitable, sino que es deseable", me corrige Joshua. "Nadie puede hacer un buen filme sobre un ser humano sin estar cerca de él. A todos los perpetradores les dije has participado en uno de los más grandes asesinatos en la historia (no dije “crímenes” pero usé la palabra “asesinatos”) pero quiero entenderte a ti y a tu sociedad… Filmaré tu historia de la manera que tú elijas, y filmaré también el proceso".

Joshua asegura que su compromiso mayor fue siempre con el movimiento de los derechos humanos. Pese a esto, han aparecido críticas a su modo de trabajo: la gente realmente discute esta película. Anwar Congo, por ejemplo, fue el entrevistado número 41 durante la preproducción: después de todo estamos hablando de un casting, y resulta evidente que fue un casting provechoso: he aquí a un personaje carismático –creo que la palabra es precisa– sin el cual la película no funcionaría tan poderosamente como lo hace... Joshua filmó a Anwar en intervalos, a lo largo de cinco años, y en la película él lo llama permanentemente “Josh” y cuando comento que Anwar parece un tipo simpático Joshua me dice que él ES un tipo simpático, y que ese es uno de los desafíos que plantea la película. Y The Act of Killing muestra un proceso de recreación de torturas y asesinatos, y muestra también cómo Anwar empieza a entender –porque al inicio parece no entenderlo, o si lo entiende es de un modo vaporoso– que en verdad hizo lo que hizo, vale decir, QUE EFECTIVAMENTE MATÓ. Lo va entendiendo con su mente y con su cuerpo, y entonces –la locura debe parecerse a esto– empieza a recrear sus sueños y sus pesadillas para las cámaras de cine, en un intento desesperado por escapar del sentido real de sus acciones y fabricar una película entretenida: una hermosa película sobre un genocidio con la cual el público pueda asustarse, reírse y emocionarse: ALGO QUE VALIDE SUS ACCIONES PASADAS y que de alguna manera demuestre todas las vidas humanas que él extinguió, etcétera. Pero tal intento es inútil.

"Creo que el uso del absurdo tenía un componente de desesperación", anota Joshua.

…por ejemplo escenificar, recurriendo a un oso de felpa, el asesinato de un niño pequeño. O recrear una pesadilla en la cual Herman Koto, vestido grotescamente de mujer, come a dentelladas el hígado de Anwar. Asistimos en silencio al viaje personal de Anwar Congo, y tal viaje es horrendo.

"Anwar es uno de entre, quizás, diez mil. Me interesaba que no fuera señalado como el principal asesino", continúa Joshua, acercando su rostro a la webcam ahora. "Hemos estado en contacto frecuente, y he estado listo para evacuarlo de Indonesia de resultar necesario. Hicimos juntos un viaje muy doloroso, muy íntimo, que nos unirá por el resto de nuestras vidas… Puede que no sea un amigo mío, pero siento amor por él como ser humano. Y eso no disminuye mi capacidad de empatía con las víctimas".

Dice Joshua que no cree que su película gane el Oscar, este 2 de marzo. Hace algunos días Anwar le comentó que, de llegar a suceder, se sentirá muy orgulloso. La película termina con el protagonista vomitando.

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Twitter del autor: @cesarbedon

 

*César Bedón es escritor y cineasta. En el 2004 recibió la beca internacional Unesco-Aschberg para escritores. Ha publicado el libro Un sol que en invierno (2008). Vive en Lima.

**Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Pijama Surf al respecto.