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"La Biblioteca de Babel" es una historia terrible y bella que suguiere que el universo es como una bilioteca infinita que contiene todo el conocimiento del mundo. Gracias a que está descita milimétricamente por Jorge Luis Borges, una firma de arquitectos, en su serie "Arquitectura de cuento de hadas" dibujó lo que para ellos sería la embriagadora descripción gráfica de esta biblioteca.

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“Los cuentos de hadas han paralizado a los lectores por miles años, y por muchas razones”, apuntan Kate Bernheimer y Andrew Bernheimer, creadores de Arquitectura de Cuento de Hadas. “Una de las más persuasivas es la promesa de un hogar mágico. ¿Cuántos arquitectos, jóvenes y viejos, han estado inspirados por un héroe o heroína que deba imaginar nuevos reinos y nuevos espacios, nuevas maneras de estar en este extraño mundo?”

Como parte de su deliciosa serie de cuentos de hadas arquitectónicos, la firma Rice+Lipka arquitects, studio SUMO y Bernheimer Arquitecture crearon los esquemas para uno de los cuentos “de hadas” más inabarcables, terribles y hermosos de todos: “La Biblioteca de Babel”, de Jorge Luis Borges.  

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Este cuento corto permite una representación gráfica, ya que está exquisitamente descrita con detalle matemático. Sin embargo presenta el problema del infinito.

El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante. 

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Lo que hicieron los arquitectos fue dibujar la noción de un infinito sugerida por la “escalera de espiral que se abisma y se eleva hacia lo remoto”, los hexágonos perfectos que vuelven lunáticos a los lectores y bibliotecarios; la impenetrabilidad de un lugar que contiene “todos los libros del mundo” y la ilusión de que todo el conocimiento está de alguna manera cerca pero se aleja de nosotros.

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Después de analizar el texto, los arquitectos tuvieron cuidado de no desviarse de las descripciones de los espacios y sus relaciones, guardándose de no hacer conjeturas para poder encontrar los huecos en la historia; las aperturas para interpretación. El resultado es bastante lindo, sugestivo, perturbador.

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