Desde el principio era absurdo; la guerra estaba perdida. Y es que por más que los gobiernos quisieran tomar un actitud paternalista, el deseo (y hasta derecho) de alterar la conciencia y de experimentar con drogas o sustancias psicoactivas para experimentar distintos estados mentales y tal vez conocer diferentes realidades es insuprimible --incluso el deseo mismo de usar las drogas de manera contestataria ante el Estado. Cualquier lectura histórica lo hace patente y actualmente en mayor medida si se observa, proporcionalmente, y correlaciona la explosión en el acceso a la información y en el supuesto aumento de la libertad individual. Queda demostrado que afrontar una guerra extensa y violenta en contra del uso de las drogas no lleva a la disminución de su consumo ni aminora su producción, esto ante un nuevo y amplio estudio.
Una "radiografía global" de cuatro décadas de "guerra contra las drogas" ha sido publicado por el jornal médico BMJ Open y el resultado es contundente. Algunos datos: la pureza promedio de la cocaína ha aumentado un 60% y la pureza de la heroína un 60% de 1990 al 2007. En el caso del cannabis, a la vez que se han generado súper cepas mutantes, la pureza ha aumentado 161% en el mismo tiempo. Esta pureza va acompañada de una caída igualmente espectacular en los precios: la cocaína cuesta 80% menos; la heroína 81% y el cannabis 86%. Al mismo tiempo en Estados Unidos, que sirve como modelo policial en la estrategia de la guerra contra las drogas que se implementa también en países como México, cada vez se decomisa más drogas y se arrestan a más personas --465% más cannabis desde 1990 a 2007. Estados Unidos representa el 25% total de la población mundial total de prisioneros; esto se debe fundamentalmente a la guerra contra las drogas. En 1980 la población de prisioneros era de 15 internos por cada 100,000 adultos, hoy es de 760 por cada 100,00 adultos. Más de la mitad de los convictos en Estados Unidos llegaron a la cárcel por cargos relacionados al uso, la posesión o la venta de drogas. Tan sólo en el 2009 1.66 millones de estadounidenses fueron arrestados por drogas.
"En todas las métricas, la guerra contra las drogas --que se estima le ha costado a los países de América del Norte billones de dólares-- ha sido altamente ineficaz. Las drogas cada vez permean más la sociedad", dice Evan Wood, fundador del International Centre for Science in Drug Policy. Wood agrega que los indicadores para medir los resultados deberían de ser el número de sobredosis y enfermedades transmitidas por el uso de drogas y no la cantidad de kilogramos que se decomisan o los arrestos que se hacen.
Paralelamente a estas desastrosas cifras, a las que ciertamente se podrían añadir el número de muertos en México o el incremento de armas enntre la población civil, existe cada vez una mayor cantidad de información sobre posibles beneficios en el uso medicinal o terapéutico de plantas que son consideradas drogas y cuyo uso es ilegal. En Estados Unidos existen ya más de 15 estados que permiten el uso medicinal del cannabis y dos que están por ya implementar su legalización también recreacional. Sustancias como la psilocibina (el ingrediente activo de los hongos alucinógenos), la ayahuasca, la salvia divinorum (legal en muchos países) e incluso la ketamina (una droga sintética) han demostrado efectividad en tratar padecimientos relacionados a la depresión con mayor éxito que muchos de los fármacos antidepresivos y con mucho menos efectos secundarios. Las drogas psicodélicas cada más reciben un marketing informal en Internet, permeando también nuevas generaciones que inevitablemente buscarán experimentar nuevas formas de percepción y rebelarse de las realidades que dosifica la cultura oficial (preferir fumar marihuana o tomar ayahuasca a tomar Prozac o Ritalina, a fin de cuentas es un pronunciamiento político). Esto sumado al descontento con el estado general de las cosas o a la desigualdad de clases, al impulso transhistórico de explorar otros estados de conciencia --ya sea para escapar de una realidad insatisfactoria o por la genuina curiosidad de conocer los misterios de la mente--o incluso como búsqueda de homeostasis ante condiciones cambiantes para las que no estamos adaptados, hacen que sea implausible que nuestra civilización deje de consumir drogas en el futuro cercano. La oferta se incrementa y la demanda, que nunca ha dejado de existir, se diversifica, al mismo tiempo más sofisticada y más voraz. Esquire anuncia: "La guerra contra las drogas ha terminado. Hoy es el mejor momento en la historia para drogarse".
¿Qué hacer entonces? Resulta evidente que el enfoque para lidiar con el problema de las drogas debería de ser replanteado como una cuestiónde salud pública. Y, entonces, los recursos deberían de ser destinados principalmente a campañas de información e investigación. La prevención del uso, sí, pero través de la apertura de datos, estudios, centros de asistencia, etc. También la incorporación de estas sustancias a la sociedad de una manera más responsable, madura y educada. Pacientes terminales en la Universidad de John Hopkins recibieron dosis de psilocibina con efectos duraderos, considerados altamente positivos por los investigadores. Lo importante de este estudio no fue tal vez que la psilocibina puede generar cambos positivos, sino que el uso de una sustancia psicodélica bajo la terapia indicada y supervisión médica puede hacerlo. No enfrentar el uso de estas sustancias abiertamente es el equivalente psicológico de no enfrentar los traumas de nuestra personalidad y dejarlos en la sombra. Las drogas --las sustancias psicodélicas y también las sustancias recreativas como la cocaína-- están aquí para quedarse y deben de asimilarse a la sociedad. Sólo así podremos depurar, elegir y mejorar los efectos que producen en la sociedad.
Twitter del autor: @alepholo