En un movimiento que seguramente hubiera sido del agrado del Ché Guevara, ese abogado del trabajo voluntario, un grupo de psicólogos de la Universidad Carnegie Mellon han demostrado que el trabajo voluntario en adultos mayores por al menos 200 horas al año puede hacer que disminuya hasta en un 40% el riesgo de hipertensión.
El estudio concluye que el trabajo voluntario puede ser una opción no-farmacéutica para prevenir la hipertensión, que al menos en Estados Unidos afecta a unos 65 millones de personas y es fuente de enfermedades cardiovasculares, la principal causa de muerte en el país anglosajón.
Se contó con la participación de 1,164 adultos entre 51 y 91 años de Estados Unidos, y la condición de participación era que tuvieran una presión sanguínea normal al comenzar el estudio, en 2006. La segunda entrevista, en 2010, demostró que aquellos que habían trabajado voluntariamente al menos 200 horas al año mostraban un riesgo reducido de sufrir hipertensión comparados con aquellos que no hicieron trabajo voluntario durante los cuatro años previos. El tipo de actividad en realidad no parece tener relevancia, mientras sea constante.
El estudio fue dirigido por Rodlescia S. Sneed, quien partió de la hipótesis de que el estilo de vida moderno (una dieta poco balanceada y falta de ejercicio, entre otros hábitos negativos) podría hallar un contrapeso positivo en factores como el trabajo voluntario, además de que en adultos mayores esta actividad puede contribuir a envejecer saludablemente.
Y es que, según Sneed, "cuando la gente envejece, las transiciones sociales como el retiro, el luto y la partida de los hijos de la casa en ocasiones deja a los adultos mayores con menos oportunidades para interactuar socialmente. Participar en actividades voluntarias puede darles a los adultos mayores las conexiones sociales que podrían no tener de otro modo."
Nuestra sociedad hipertecnológica cuenta cada vez con menos ritos de paso entre las diferentes fases de la vida. Primando la juventud y la salud como únicos valores del sujeto, los adultos mayores se encuentran en un limbo donde, al no ser productivos para la vida económica, el sentido de la vida disminuye. Y es que no hay pecado realmente en envejecer; el problema es envejecer como inercia y no de manera que la dignidad se conserve en la etapa de madurez de la vida.
[PsyPost]